1. La teoría de los badboys.

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—Las películas de amor me fascinan, son increíbles y más aún cuando la chica buena logra cambiar al chico malo —murmuró Lou a mi lado—. ¿Piensas que esto puede sucedernos a nosotras, Cat? ¿Qué llegue de repente un chico esencialmente bueno y nos quiera volver locas?

Rendida me levanté y me destiné a apagar el televisor. Lou siempre tiene la misma técnica para hacerme cambiar de opinión. Pero para mi defensa, los badboys son irreales y no creo que existan. O mejor dicho, creía.

—Quisiera entender, ¿qué demonios tiene de especial un badboy? —pregunté curiosa luego de ver a Lou sacar uno que otros pañuelos de la caja de Kleenex.

—¡Ah! ¡Cathy! ¿En qué mundo vives tú? ¿Acaso jamás has leído Hush Hush, Beatiful Disaster...?

—¿Qué demonios es todo eso? Puf, Lou, yo no creo en esas bobadas adolescentes —contesté de mala gana—, sólo creo en el amor sincero. ¿Acaso tú jamás has leído Orgullo y Prejuicio, Romeo y Julieta?

—Vivimos en el siglo XXI, Cathy —dijo Lou entre risas—, pero tú vives en la edad Media. De verdad, deberías leer estos libros y ver porqué todas amamos a los babdoys.

—Me parece ridículo —contesté nuevamente.

—Como quieras tú, Cathy.

Lou se levantó dispuesta a irse, claro que era imposible. Era de medianoche y estaba tan asegurada que las alarmas de la casa sonarían si ella abriera la puerta principal. Corriendo por el pasillo, Lou iba de puntillas. Mientras que yo iba por detrás.

Hasta que se escuchó música fuerte y risas alarmantes provenientes de la cocina. Pero mi gran sorpresa que se habían mi corazón: Una fiesta. Mis odiosos y mayores hermanos habían hecho una fiesta. Una fiesta en casa. Sino que, era una fiesta exclusivamente de los chicos del equipo.

—Oh, diablos, diablos de los dioses griegos y la mitología ancestral... —balbuceó Lou, mientras que observaba a los buenísimos chicos pasearse por toda la casa. ¡Y en cueros!

—Esto es malo... —interrumpí.

—¡Esto es bueno! Dios mío, Cathy, ¿no lo ves? Hay tíos buenorros paseándose por toda la casa, con camisetas ajustadas y... —fingió limpiarse una falsa baba—, creo que moriré. Pero apenas tengo dieciséis, o casi diecisiete años, así que creo que es justo que muera observando a estos sexys hombres. Diablos.

—Iré a hablar con Zachary, quédate aquí —le ordené Cathy, Lou asintió. Se había quedado sentada cerca del pequeño balcón que se asomaba en la entrada de la casa.

Bajé las escaleras, busqué a su hermano mayor y por la mala suerte de toda su vida, un chico tropezó conmigo. Que además de pisarme mis pies descalzos, arrojó su vaso de cerveza sobre mi pijama de ovejas. Y de fondo, una canción de Drake resonaba por doquier.

El chico con desesperación buscó con que limpiarme, quién maldecía con brutalidad y la poca actitud masculina que llevaba dentro suyo. Cuando nuestras miradas se encontraron, no supe nada más que hacer, sentía mi rostro caliente, estaba sonrojada y no iba a negarlo.

Zachary apareció de pronto, el hermano mayor de mis hermanos varones. Él había organizado la fiesta, a escondidas de nuestros padres —quienes jamás estaban por viajes— y observó la situación. Apartó al chico mientras que trataba de que los demás no vieran a su hermana menor, y más bien, la última y única hermana que tenía.

Maldito dharma.

—Cathy, ¿qué haces aquí? ¿Qué te he dicho de venir a arruinarme las reuniones sobre partidos? —preguntó Zachary, de mala gana.

Amor Irresistible © (Completa ✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora