Prólogo

64 7 0
                                    

Invierno de 1995

Nunca pensé que podía odiar la nieve.

La había visto en la televisión y siempre había querido sentirla de cerca. En los comerciales o las películas, las familias felices ayudaban a sus hijos a hacer muñecos y los niños alegres jugaban a las guerras o se tiraban para hacer ángeles en la nieve.

Yo no podía.

No tenía padres felices que me ayudaran, o guantes siquiera. Tocar la nieve no parecía divertido cuando tus dedos se volvían azules y no los sentías. Quería estar dentro, dentro de mi cama, bajo mis mantas.

—Fred, por favor, déjala entrar. Se congelará.— pidió mi mamá y llevé mi vista hacia la puerta. Frederick golpeó a mamá tan fuerte que ella se cayó de espaldas.

—Cierra la boca, zorra. Eso le hará entender a esa bastarda que no quiero oír que existe en mi casa.— dictó, observándome con diversión antes cerrar la puerta de un portazo.

Sabía que Frederick golpearía a mamá ahora. Él siempre hacía eso cuando estaba enojado, cuando mami le pedía que fuera bueno conmigo. Él siempre usaba esas palabras, no sabía que significaban pero mami me dijo que nunca las repitiera. Frederick siempre la golpeaba cuando sabía que ella era buena conmigo y mami prefería eso.

Aunque siempre estaba con él, más que conmigo. Incluso cuando él dormía. Incluso cuando él tomaba mucho y la golpeaba. Incluso cuando mami decía que todavía amaba a papá. Pero Frederick no nos dejaba hablar de él, se enojaba muchísimo. Incluso había quemado las fotos de papá y yo que había en la casa. La última vez que mencioné a papi, Frederick tomó una de las cadenas que solía poner en las ruedas de su camión cuando nevaba y me golpeó con fuerza en mi hombro. Me había sangrado muchísimo, me habían dejado sola en el cobertizo, no sabía que hacer hasta que mami apareció en medio de la noche y me llevó al hospital. Los doctores dijeron que yo era muy valiente, me pusieron una aguja y luego me cosieron como un pavo de navidad. Mi brazo tenía una costura como un balón de futbol americano y nos dejaron quedarnos en el hospital por un buen tiempo antes de que Frederick fuera a buscarnos para regresar a casa.

Mami recibió los golpes que fueron castigo por haber desaparecido un tiempo. Frederick se puso un poco loco pero cuando una rubia señora que dijo que trabajaba para el gobierno, él no nos golpeó. Fue gentil y luego se fue a trabajar, y nos dejó solas a mami y a mí. No volvió a ocurrir, la señora nunca regresó y Fred dejó de ser gentil.

Me levanté de mi sitio en el suelo porque aún los oía discutir. Sabía que golpearía a mami pero no podía hacer nada. Mamá me había susurrado mientras yo dormía, la había oído. Ella dijo: "Prefiero tener cien huesos rotos a que tú tengas un moretón." Quería irme, que nos fueramos a vivir a otra parte, pero mami no quería que nos fueramos.

Caminé al cobertizo de herramientas y luego de fijarme que nadie me veía, me metí por mi escondite secreto bajo la ventana. Podía quedarme dentro, donde hacía menos frío pero no quería eso. Estaba helando fuera o dentro así que preferí tomar una de las palas y salir rápidamente.

Nuestra casa quedaba cerca de la carretera y enormes camiones y autos pasaban haciendo muchísimo ruido. Desde que había empezado a nevar, tres días atrás, ninguno había pasado por la gruesa capa de nieve que cubría la carretera. Como la nieve que cubría todo el largo trayecto hasta un árbol enorme desde el que mi casa se veía pequeña, muy a la distancia. Papi dijo que ese árbol se llamaba ombu, era bonito, sus ramas y hojas parecían cabello largo, cayendo hacia el frente. Ahora estaba cubierto de nieve también, y cuando lo alcancé, me dejé caer sobre una de las raíces unos segundos.

Extrañaba muchísimo a papi y la última vez que lo había visto él estaba quieto, dentro de una caja de madera. Tía Anne me aseguró de que estaba en un sitio mejor, que él se iría al cielo y me cuidaría desde allí. Lo quería conmigo, quería abrazarlo. Lo extrañaba, él limpiaba mis lágrimas cada vez que lloraba, como esta vez. No era fácil dejarlo, continuaba esperándolo, aunque sabía que no regresaría. Solo tenía nuestro secreto...

Entonces comencé a desenterrar. Más y más. Papi y yo habíamos guardado allí una caja, nuestro secreto. Todas las cosas que había que proteger de Frederick. La tierra estaba blanda por las veces repetidas en que desenterré ese sitio y cuando ví la bolsa transparente que mantenía la caja a salvo, la saqué del hoyo y la abrí desesperadamente.

Allí tenía todo lo que necesitaba para sobrevivir...

¡It's not easy! (Crazy Little Things #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora