Capítulo 32 -Carne picada a modo de hamburguesa-

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Fue un simple momento, casi décimas de segundo. Pero... en décimas de segundo nuestra vida puede cambiar drásticamente. Todo se puede acabar, todo puede cambiar.

A cámara lenta, así es cómo puedes llegar a observar un momento antes de que cambie todo. Absolutamente todo. Miradas que se encuentran... miradas que se pierden... y sólo el destino las une o las desune.

Olivia cayó al suelo de rodillas, le recorrió un dolor insoportable por todo el cuerpo. Algo dentro de ella estaba cambiando. Lo notaban, todos a su alrededor lo notaban. Miraban asombrados a esa chica nargge, que había saltado desde un sexto piso, y no le había pasado nada... Sólo los nargges malignos saltan desde tanta altura y caen bien. Con gracilidad y soltura.

Algunos cazadores de sueños o nargges que andaban por ahí, se acercaron a ayudar a la chica con profundos cortes en las mejillas. Olivia retrocedió, y salió corriendo. Adentrándose en un bosque profundo, no miró atrás, sólo corrió. En parte estaba asustada, todavía su conciencia funcionaba, y ella no quería convertirse en una nargge maligna. y por otra parte, su conciencia le decía que debía buscar y vengarse de toda esa gente que le arruinó la vida... Se estaba volviendo loca. Su cabeza parecía estar a punto de estallar.

Mientras tanto, en el sexto piso del hospital, Isabelle se acercó a la ventana hecha añicos, se asomó, y contempló como Olivia se adentraba en el bosque. Esta empezó a negar con la cabeza lentamente. Todo había cambiado, y para peor. Detrás de Isabelle, una figura con una capa, y capucha se acercó a ella. Su rostro estaba oculto bajo una máscara del mismo color que la capa, plateados. Sus ojos relucieron un instante de color naranja, antes de volver a su color gris habitual.

—Oh, mi querida hija, Lena. ¿Qué has hecho? —susurró la chica de la máscara plateada.

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West Peterson bajó las escaleras del sótano a una velocidad casi inhumana, y detrás de él, le acompañaba su auténtico cazador de sueños, Robert. Este chico era bastante robusto y fuerte, había pasado sus años entrenándose en The Academy Maxime, como todos los cazadores de sueños que aspiran a ser algo dentro del mundo de los sueños. Robert era de los más fuertes y veloces, y también era un asesino. Era el cazador de sueños maligno con más asesinatos que había cometido, tanto a mundis, como a nargges y como a otros cazadores de sueños.

West aplaudió lentamente, al ver que sus prisioneros seguían ahí, atrapados.

—Bien, bravo. —sonrió el joven nargge. Ignoró a su hermano y miró hacia donde estaba su prisionera, Nicole—. Bien, Nicole. Hoy es tu día de suerte. Creo que... ha llegado la hora de que empieces tus entrenamientos como nargge.

—¡Se han equivocado de persona! —protestó Nicole—. ¡Soy una simple adolescente de dieciséis años! ¡Una británica! ¡No tengo poderes, ni nada por el estilo...!

—Pues habrá que hacer que salgan a la luz. —dijo Robert, con su voz grave. Nicole intentó retroceder pero la cadena que la tenía atada le impedía moverse mucho. Robert se acercó y la agarró del brazo fuertemente, se agachó y le quitó al cadena con un rápido movimiento, que apenas pudo ver la nargge. Y tirando de ella, Robert se la llevó hacia las escaleras del sótano, fueron subiéndolas poco a poco. Nicole no dijo nada más.

Ambos hermanos se miraron en silencio. Esperando a que alguno dijese algo.

—Un día saldré de aquí. —suspiró George—. Y cuando lo haga, te daré tu merecido por haberme quitado estos cinco últimos meses de mi vida.

—Tranquilo, somos inmortales. Estaré allí para verlo... Es decir, nunca saldrás de aquí. —y riéndose, West Peterson subió las escaleras y desapareció del sótano, cerrando la puerta de un golpe sordo.

Unidos por el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora