Limpiando la casa

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dedicado a @RavenYoru

Por su entusiasmo a esta historia. Gracias por esa alegría que me impulso a escribir más de una vez

—¿Quieres entrar?—Ángel cerró con delicadeza la cajuela del auto de su madre, después de sacar todo lo que pensó que podía ser útil.
Para lo que tenían que hacer, un costal, dos picos, dos palas, una cubeta vacía, unos cuantos costales de arpillera, una bolsa de sándwiches, cerveza, agua, papas fritas y una bolsa de pan dulce, por si le daba hambre, era lo indicado.

Luciano se ocupaba de abrir con cierto esfuerzo la puerta principal. Era la primera vez en todo ese tiempo que alguien iba a entrar.
El mecanismo de la cerradura estaba oxidado.
La batería del portón automático ya no funcionaba, la fachada estaba sucia y la enredadera fuera de control. El deterioro por el paso del tiempo, era evidente.

—No corazón. No tengo valor para entrar. Llamen si quieren cuando quieran que venga por ustedes o si necesitan algo.

—Como quieras. ¡Gallina! —Besó a su madre y la abrazó sonriendo, mientras ella le pegaba con el puño en la espalda.
Ángel la sentía muy pequeña y delgada, cabía bien en sus brazos. Sabía lo duro que fue para ella—. No sé a qué hora vamos a terminar. Igual podríamos tomar un Uber. —Dio otro beso y entró el primero a la casa de su infancia. Le invadió la sensación de volver a una vida abandonada mucho tiempo atrás. Un retroceso en el tiempo. La maldición de esa casa fue quedarse atrapada para siempre en el pasado.

🌵

Los Var abandonaron el que fue su hogar, por generaciones propiedad de la familia Caleti, con la intención de no volver jamás. Los fantasmas no eran su asunto, resolvieron. Cada uno tenía cosas en que ocuparse y mucho que superar. Sandra tomó meses de terapia y Luciano pidió reducción de horas en su trabajo alegando estrés.

El mismo día que salieron de ahí con Mina, mientras Ángel y Misha la llevaban a su casa, Luciano y Sandra se apresuraron a buscar y rentar un departamento amueblado que se pagaba por semana, mientras hallaban un lugar más apropiado. Sandra se negó terminantemente a pasar ni siquiera una noche más en esa casa maldita. ¡Todos esos chicos inocentes asesinados! ¡El odio y la intolerancia de aquel hombre tan aterrador como el mismo infierno!
Luciano, como el hombre de la casa, vacío la despensa, atiborró su auto de lo más indispensable y cerró la propiedad. No volvieron en años.

Tres meses después encontraron una bella casa en condominio de solo seis unidades, muy lejos, al sur de la ciudad. Una zona residencial rodeada por una gran zona boscosa. El clima era diferente, más frio que en el centro de la ciudad y la corredora de Bienes Raíces les advirtió que, algunos años, las montañas cercanas podían cubrirse de nieve.

Luciano y Sandra firmaron la compra, gustosos de hallar una casa sin pasado. Eran los primeros dueños.

Las dos recamaras de la casa excluyeron a Misha del acuerdo.
Tanto Ángel como Misha estuvieron bien con eso. Era incómodo vivir siempre con la mirada vigilante de sus padres. De ese modo, el matrimonio podría relajarse y preocuparse por cosas de su incumbencia, en vez de estar pendientes de la vida sexual de Ángel.

Misha se mudó de nuevo con su familia, con lo cual su viejo padre se alegró mucho.

Volvió a ser necesario despertar antes del alba, pero la casa de sus padres estaba a media hora en transporte público de la nueva casa de Ángel y dado que Sandra abrazó la misión personal de alimentar a Misha, casi con obstinación, el chico llegaba temprano a desayunar y ambos llevaban almuerzo a la escuela hecho por las amorosas manos de Sandra. Al final de las clases regresaban a casa para la comida. La madre de Ángel no aceptaba disculpas o negativas. Misha tenía que comer todo lo que le sirvieran

HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora