Una historia para contar

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Ce n'est pas possible!—exclama Georgette.
Río. Su reacción no me sorprende.
—Con razón no has tenido un novio serio en todo este tiempo—declara.
Me encojo de hombros. Esa es una de las razones, pero la principal es que no he encontrado a nadie que me haga sentir como me sentí hace tantos años. Claro que había tenido... no-novios. Ninguna relación seria. Tal vez un par de meses y ya estaba, pero nunca nada como aquellos dos chicos. La verdad es que era un poco triste pero no perdía la esperanza. Tal vez algún día encontraré a esa persona.
—Necesito terminar de empacar, Georgette. ¿Puedes dejar de estar viéndome con la boca abierta y ayudarme un poco?—pido, hablando en francés.
Mi amiga sale de su ensoñación y viene a ayudarme.
Había estado viviendo en Laval, una ciudad cerca de Montreal, Canadá, por casi seis años. Tenía casi dieciocho años cuando llegué y ahora tengo veinticinco. No he regresado a mi ciudad natal, o mi país para el caso, por siete años.
Todo había empezado cuando tenía diecisiete. Buscando universidad para estudiar mi carrera, me encontré con una universidad canadiense. La verdad es que había contactado con ellos sin muchas esperanzas, pero después de recibir su respuesta afirmativa, no cabía de felicidad. Aunque no duró mucho. Me di cuenta de que la colegiatura era demasiado alta para mí así que le envié otro correo a la directiva declinando la plaza, explicándoles mi situación económica.
Pasaron meses antes de recibir otra respuesta.
Me estaba haciendo a la idea de vivir en la capital de mi país cuando recibí el correo que cambió mi vida: me habían ofrecido una beca del 80%. A pesar de que seguía siendo muy cara, mi padre había accedido. Claro que cuando llegué, tuve que ponerme a trabajar para ayudar con los gastos de mi estancia. El dinero que había ahorrado de mis sueldos en aquella librería no era casi nada.
Pero sobreviví. Al poco tiempo, me hice de amigos muy buenos. Por ejemplo, mi buena amiga Georgette, mi actual compañera de piso. La verdad es que se parecía un poco a Mónica. Le gustaba salir y conocer a gente nueva. Al pasar el tiempo, sus costumbres se me fueron pegando y terminé siendo un poco parecida a ella en ese aspecto. Salgo más y ya no me incómoda estar con gente nueva. Sigo leyendo todo el tiempo, claro, pero no es algo que me impida ir a conocer lugares nuevos, ya no. He dejado de negarme cada vez que me invitan a salir y eso me ha servido para conocer a gente muy interesante. Al principio había sido como un pez fuera del agua pero con el tiempo he mejorado. Me he vuelto más extrovertida y tengo amigos muchos amigos.
Me encanta mi vida en Laval pero es momento de volver a casa. Por lo menos un mes, antes mudarme de nuevo. Por eso estoy empacando. He conseguido un trabajo en Ontario. Aunque se lo debo a un amigo. También Georgette ha conseguido trabajo conmigo y en dos meses nos veremos en nuestro nuevo departamento para iniciar nuestra nueva vida.
Ella se quedará los dos meses aquí, disfrutando un poco a su familia y yo haré lo mismo pero en mi país. Por eso tengo que viajar.
Quelle chance!—dice, ayudándome a doblar unas sábanas—. Tuviste a dos chicos queriéndote como locos. Eso es de película.
Ouf!—exclamo, soplando un mechón de cabello para quitarlo de mi cara—. ¿Vas a estar así? De verdad que necesito terminar ya. Mi vuelo sale en cinco horas.
—Es tu culpa por no decírmelo antes. Ahora estoy obsesionada con el tema.
Cierto. Pero es que yo no tenía planeado contarle mi historia. Todo es culpa de ese álbum de fotos que traje. La verdad es que me ya lo había olvidado. Estaba escondido en uno de mis cajones, el cual, antes de comenzar a empacar, había estado lleno de trabajos y papeles que había acumulado en mis años universitarios. Nunca lo abría.
Pero Georgette lo hizo. Sacó todos los papeles y el álbum. Empezó a ojearlo y comenzó a hacer preguntas. Y no me pude resistir. Le conté todo.
Pasé años tratando de ignorar mis sentimientos hasta tal punto en el que ya no estaban. Contando la historia me di cuenta de ello. No dolía ver aquellas fotos. Y me parece que había sonreído contando toda la historia porque ahora me duelen las mejillas.
—Está bien—acepto, sabiendo que no dejará ir el tema hasta que toda su curiosidad esté saciada—. ¿Qué quieres saber?
Se sienta en mi cama y me pide que haga lo mismo. Dudo por un segundo, aún no termino de empacar. Pero entonces acepto porque la verdad es que solo me queda por empacar el dichoso álbum, la maleta que me llevaré a mi ciudad, y ya.
— ¿De verdad que no has hablado con ninguno?—pregunta.
Niego con la cabeza.
Esa es la verdad. Lo había decidido al aterrizar en Montreal, cuando me llegó el primer mensaje de Ezra. Me compré un nuevo celular. Solo les di mi nuevo teléfono a mis amigas y a Nicolás, con la condición de que no se lo dieran a nadie más. Qué bueno que son buenos amigos.
Mis amigas me habían visitado con regularidad y a Nicolás lo veía de vez en cuando por Skype.
He conservado el celular de antes, aún tengo los mensajes sin leer de Ezra y José. No sé muy porqué; tal vez quiero quedarme con un recuerdo de antes, algo que no sean fotos. Solo para recordarme que todo fue real.
—Entonces asumo que no sabes qué ha pasado con ellos.
—Asumes bien—concuerdo.
No sabía nada de ellos. O de Julia, desgraciadamente. A veces me arrepiento de excluirla de mi vida. Ella no tiene la culpa de nada. Pero era una adolescente en ese entonces, y espero que, dónde quiera que esté, lo entienda.
— ¿Ya no sientes nada por ninguno de ellos?
Me río.
—No, ya no. Hace mucho tiempo que tengo bien superados esos sentimientos.
Mi amiga deja de lado su sonrisa y pone cara seria.
—Dime la verdad, Emma, ¿no sientes nada de nada al saber que puedes volver a verlos?
Imito su cara y respondo:
—Nada de nada.
Georgette me sostiene la mirada por dos segundos más y después asiente.
—Si quieres mi opinión, siento que no es verdad. Huiste de uno de ellos. Tú sabrás cuál, pero huiste. Eso me queda claro.
Me quedo analizando sus palabras. ¿Huí? Sí, lo hice. Pero ya no tengo razones para seguir haciéndolo. Por eso voy a regresar.
—Ahora, hay que hablar de ellos. Primero de José.
Sonrío. Uf, José.
—Ojalá pudiera conocerlo—dice—. Primero le daría una buena cachetada... Te trató muy mal, Emma. ¿Qué te pasó? ¿Aceptando su infidelidad? Ciel, amiga, tenías serios problemas. Yo creo que tu yo del pasado se merece también un par de cachetadas.
No puedo evitarlo, me sonrojo. Es verdad. No puedo creer que le rogué a alguien que me fue infiel. Me avergoncé a mí misma. Pero aprendí de esos errores. José no fue el mejor novio pero tampoco yo fui la mejor de las novias con él.
—Y me daría un buen taco de ojo. Apuesto a que ahora es más guapo—continúa—. Me pregunto a qué se dedica. Me lo imagino arreglando autos.
Hago una mueca. No es que fuera un trabajo malo pero a los veintiséis años no era el mejor del mundo. Además, ¿José reparando autos para vivir? Lo dudo.
—Un mecánico muy sexy—dice mi amiga.
Bueno, si lo ponía así...
—No creo que tenga una familia. O quizá sí... solo que él no lo sabe. Tal vez tenga un par de hijos perdidos por ahí.
Dejé divagar a mi amiga pero eso exige una intervención.
—No lo creo. Si tiene hijos, estoy segura que él estaría pendiente de ellos—defiendo—. Que fuera un idiota con las chicas no quiere decir que también lo tenga que ser con los niños. Él me enseñó a hacer muchas cosas cuando yo estaba pequeña, hay que darle algo de crédito.
—Porque le gustabas—señala Georgette.
Buen punto.
—Y ahora Ezra.
Georgette se queda callada unos minutos. Me parece que se le ha ido el hilo de la conversación pero entonces me mira.
—Creo que es demasiado perfecto.
¿Eh?
—Sí... O sea, siempre muy correcto. Hacía lo que se supone que tenía que hacer. Era muy respetuoso, muy cordial, amable—dice—. No es que sea malo... pero es que...—se encoje de hombros—, no sé, un adolescente no es así.
—Él sí.
Georgette alza una ceja.
— ¿En serio? ¿Nunca hubo peleas?
—Claro que sí, ¿no escuchaste cuando me enojé porque estaba coqueteando con otra chica? ¿Y tampoco escuchaste cuando dije que me enojé porque no me hablaba?
Asintió.
—Por supuesto pero, ¿cuándo eran novios? Me parece que su relación era muy perfecta—opina—. Para mí, una relación tiene que tener todas esas emociones fuertes. Peleas, celos, lágrimas, risas, reconciliaciones. Bueno, esa es mi opinión.
Viéndolo de esa forma, me doy cuenta de que tiene razón. Nadie es perfecto así que, ¿por qué pinto a Ezra como tal? Claro que había habido peleas en nuestro noviazgo... ¿Por qué las había excluido? No tuve problema alguno al contar con todo lujo de detalle mis pelas con José.
Ezra. Idealicé a Ezra en el pasado y sigo haciéndolo en el presente.
—Recuerdo una pelea—susurro—. Me había llevado a una reunión con sus amigos. Era una reunión de gente rica. Yo me sentía muy incómoda ahí... Era la primera vez que conocía a sus amigos y antes se me dificultaba muchísimo estar con gente nueva. Lo odiaba. Se lo dije, pero me prometió que estaría conmigo en todo momento. Entonces acepté; quería complacerlo. Sin embargo en la reunión, solo estuvo conmigo cuando me presentaba a la gente, después se olvidó de mí y habló con todos menos conmigo. Ya sabes que era muy coqueto y las chicas lo seguían como abejas. Y él pues, digamos que lo disfrutaba. Nunca les correspondió pero tampoco les dijo que no. Me quedé como tonta sentada en el rincón más alejado de la sala, tomando mi vaso de agua.
»No le reclamé. Al menos no al principio. Cuando me llevó a mi casa, nos despedimos bien. Yo quería que se diera cuenta de su error pero no lo hizo. Después de eso, como yo no tenía celular, no hablamos por casi una semana. Yo no iba a su trabajo, ni atendía sus llamadas. Un domingo, llegó a mi casa, muy serio (luego de un tiempo comprendí que era su manera de demostrar su enojo), me dijo que si quería terminar, al menos fuera lo suficientemente madura y educada para decírselo, que si no podía hacerlo a la cara, una llamada hubiera estado bien. Me molesté más. Le dije que yo no quería terminar, que esos pensamientos eran de él y que no me pusiera como excusa. Él respondió que si no quería terminar, entonces por qué no lo ignoraba.
»En lugar de responderle calmadamente, como una persona normal, le grité. Y nos gritamos—me echo a reír—. No lo puedo creer. Nuestra primera pelea fue muy inmadura. Por parte de los dos. Él no tenía la culpa que no quisiera socializar. Él me había presentado. Que me la pasara tan mal en aquella reunión había sido en parte mi culpa. Pero también había sido su culpa. Yo era su invitada, debió quedarse conmigo... Y no ser tan él por una vez.
— ¿Ves?—indica Georgette—. A eso me refiero. Eso es normal. Un Ezra enojado, gritando como una persona normal es lo que quiero oír. No a ese chico tan perfecto... Nadie se enamora de la perfección, Emma.
No. Nadie... Excepto que Ezra nunca había sido perfecto. Yo lo veía perfecto, pero no del modo en el que cree Georgette. Yo me había enamorado de todas las imperfecciones que veía en él. Sus fallos me conquistaban. Pero eso había sido hace muchos años.
Cierto que no me había vuelto enamorar. Tal vez me encariñé y acostumbré un amigo, Lorian. Fue mi único novio-novio aquí pero lo terminé porque me mudaba y, aunque él insistió en seguir con la relación, me pareció que no había caso. Yo no regresaré aquí y seguro que él tampoco se querrá mudar conmigo... Aunque tal vez debí pedírselo.
La verdad es que he disfrutado mis años aquí. He hechos muy buenos amigos y no dudaré en visitarlos algún día. Pero es momento de irme. Necesito ver a mis viejas amigas, a mi casa, mi hermana y a Nicolás.
Le digo a mi amiga que me muero de sueño y que necesito apurarme a terminar mi maleta. Veinte minutos después, estoy acostada en mi cama y no tardo mucho en caer dormida.
***
—Me mandas un mensaje cuando llegues—dice Georgette, antes de que me vaya a la línea de abordaje.
Ne t'en fais pas—le digo por enésima vez—. Ya te dije que todo va a estar bien. Pero lo haré.
Nos despedimos una última vez y me formo. Doy mi boleto y abordo el avión.
Tomo mi asiento al lado de la ventanilla. Me siento un poco nerviosa porque no hace mucho tiempo que no me subo en un avión y no puedo evitar pensar en todas esas películas en donde un avión se cae. En el momento son entretenidas pero cuando eres tú en una situación un tanto parecida, bueno, digamos que ya no le ves la gracia.
Intento tranquilizarme y me concentro en las instrucciones de la azafata. Se escucha la voz del capitán diciendo que aterrizaremos a las nueve de la mañana. Entonces dice que disfrutemos el vuelo y se corta la comunicación.
El avión comienza a agarrar velocidad, se levanta poco a poco y entonces estamos en al aire. Veo cómo la ciudad se va haciendo pequeñita y antes de que desaparezcamos del todo entre las nubes, me despido del que ha sido mi hogar por siete años una última vez.
Mi vida en Laval ha terminado y pronto iniciaré una nueva vida en Ontario. Pero antes de decirle hola a esa vida, necesito ver a mis seres queridos. Ya es hora.
Cierro los ojos, sonriendo. Pronto estaré en mi viejo hogar.

30 - 05 - 15 / 09 - 05 - 17

N/A: Mi traducción de la canción:

Era joven así que me olvidé
de cuál era mi lugar y cuál no.
Creyendo que tenía una buena oportunidad,
la tomé directo en mi ojo.

Mira adelante, mira atrás.
Mira otra vez; no me molesta.
Yo, oh, yo, oh.

Sigo las señales de regreso a ti,
de regreso a ti, a ti.
Sé que me llevarán de nuevo a ti.
De regreso a ti.

Ponte una flor en el cabello
Finge que no te importa nada
Silba al pasar por el cementerio;
hasta los muertos se merecen una canción.

Deja que la luna hago lo suyo
No necesita hacer un escándalo
No sabe que brilla para nosotros.
Algo me dice que es así

Sigo las señales de regreso a ti,
de regreso a ti, a ti
Sé que me llevarán de nuevo a ti
De regreso a ti
Una y otra vez, sigo las señales
pues sé que me llevarán de regreso a ti

Amor, baja la vista.
Déjame una pista

Sigo las señales de regreso a ti,
de regreso a ti, a ti.
Sé que me llevarán de nuevo a ti.
De regreso a ti. De regreso a ti.
Confío en las señales para que pueda encontrar mi camino hasta ti.
De regreso a ti, de regreso a ti.
Sigo las señales de regreso a ti.


Por favor, déjame olvidarteOù les histoires vivent. Découvrez maintenant