Una última vez

2.3K 94 12
                                    

—No parece verdad.
—Ah, entonces dices que estoy mintiendo.
—Por favor, Emma, sabes que eso no es lo que quise decir—dice Mónica desde el otro lado del teléfono.
Durante todo el camino de regreso a casa, no pude quitarme de la mente la conversación que tuve con Ezra. Llegué a casa e intenté ver una película, intenté escuchar música, leer, pero nada daba resultado. Supe que no podría dormir si no hablaba con alguien sobre el tema y por supuesto que tuve que llamar a mi mejor amiga.
—Solo digo que el Ezra que conozco... que conocíamos todos, nunca hubiera hecho eso. Supongo que lo heriste más de lo que creías.
—Gracias—digo sarcásticamente. Pasan unos segundos antes de que vuelva hablar, no me atrevo a preguntarle esto porque en realidad no quiero escuchar una respuesta, pero sé que no estaré tranquila hasta escuchar la opinión de alguien más—. ¿Crees que me odie de verdad?
Mónica está callada por unos segundos. Puedo escuchar los sonidos que tiene de fondo: su padre cocina la cena y su madre sostiene un debate con Sebastián. De todas las cosas que pudieron pasarle a Mónica, encontrar a un chico como su novio fue la mejor. Él les ayudó a ella y a sus padres a reconciliarse. Su relación no es la mejor todavía, pero cada día se van acercando.
— ¿La verdad?
—No aceptaré otra cosa.
—No—dice, por fin—. No creo que te odie, no así como Heathcliff odia a Edgar Linton... Tal vez más como Heathcliff odia a Catherine.
—Um... no me siento mejor.
Mónica suelta un sonido de exasperación.
— ¿De verdad tengo que explicártelo? Se supone que tú eres la lectora asidua de nosotras—suelta, y antes de que pueda replicar nada, ella dice: —Sí, tal vez te odie, pero también te quiere. Recuerda que Heathcliff nunca dejó de querer a Catherine.
Suelto una carcajada sarcástica.
—Si tú hubieras visto su mirada, escuchado su voz, dudo que siguieras pensado lo mismo—digo—. Además, nunca me gustó Cumbres Borrascosas, así que no puedes reprocharme que no saber de qué estás hablando.
—Estás perdiendo el punto.
—Ezra no me quiere, Mon.
—Lo dices como si fuera algo malo—. Cuando no digo nada, ella dice: — ¿Es algo malo?
— ¡No! No es que sea malo que no me quiera pero quería que fuéramos amigos—. Mónica no dice nada y sé que está haciendo un gesto de incredulidad—. ¡De verdad!
—Pensé que ya los tenías olvidados, ¿por qué es tan importante conseguir su aprobación? Si José te hubiera rechazado, ¿te habrías sentido igual?
—Sí.
Pero no es verdad. Claro, si José me hubiera dicho que no quería saber nada más de mí, habría intentado buscar su amistad, pero no me hubiera sentido igual porque José y Ezra nunca han sido iguales. Habría sentido tristeza de saber que perdí a un buen amigo pero no habría sentido como si un puño estuviera presionando algo dentro de mí, un dolor sordo pero incómodo, un dolor que te deja continuar con tu día a día, pero que no puedes quitarte de la cabeza.
—Finjamos que te creo por el momento—dice ella—, porque papá nos está llamando a todos a comer y a Sebastián le molesta que no haga caso a mi padre.
—Está bien. Hablamos luego.
—Todo estará bien, y si no es así, él se lo pierde.
—Gracias, Mon, en serio.
—Para eso estoy—dice Mónica—. Y ya sabes que una buena amiga vale más que mil hombres.
— ¡Escuché eso!—grita Sebastián.
—Era mi intención—replica mi amiga—. Lo que dije, lo dije en serio.
Nos despedimos una vez más y luego colgamos.
Mónica tiene razón. Si resulta que al final Ezra me odia para siempre, no es el fin del mundo. Ya estuve sin él siete años, puedo estar sin él otros mil si me lo propongo. Y después de pensar en eso, me dan ganas de llorar porque sé que no es verdad, pero a la vez sabiendo que no podré hacer nada al respecto. Lo único que puedo hacer es intentar que me disculpe, hacer que esta separación termine bien.
***
No es posible. Tiene que ser una coincidencia. Algo al azar.
Eso es lo que llevo repitiéndome toda la mañana cuando leí la dirección que me había dado Ezra. Un parque. Me había citado en un parque. Pero no es cualquier parque. No. Es al que solía ir. Al que iba cuando quería estar sola. Mi parque favorito. Nunca lo había llevado ahí.
Por eso tenía que ser una coincidencia. No significa nada para él y mucho menos para mí.
Sacudo la cabeza y me concentro en mi armario. Llevo horas frente a él y no tengo idea de qué debería ponerme. Aunque honestamente no puedo creer que le esté dando tanta importancia a mi ropa. No tengo que impresionar a nadie. Y para probármelo a mí misma, saco unos pantalones de yoga y una sudadera de mi papá. Me los pongo y me miro en el espejo... Más fodonga no puedo verme. Cierro los ojos y cuento hasta diez. No, no tengo que impresionar a nadie pero irme vestida como una vagabunda solo demuestra que estoy esforzándome en parecer que no me importa. Me quito la ropa y de inmediato siento el aire frío golpeando mi piel. Es lo malo de esta casa: no tiene aire acondicionado. En Canadá tenía y podía estar con short en la casa, incluso si afuera estaba nevando.
Me decido por unas medias oscuras, una falda de mezclilla con una blusa gris claro y un suéter holgado y unos zapatos. Me dejo el cabello suelto para protegerme un poco del frío. Me aplico un poco de color en los labios pero nada más; no tengo muchos ánimos de maquillarme.
Contemplo mi reflejo fijamente. Me veo triste... Cierro los ojos y suspiro. Vuelvo a abrir los ojos y, sin volverme a ver en el espejo, tomo mi celular para comprobar la hora. Son las seis de la tarde. El parque no queda muy lejos de mi casa así que puedo ir caminando y aún tener un poco de tiempo para leer. Dejo el celular sobre mi cama y tomo un libro de bolsillo que compré hace unas semanas y salgo de casa.
Al salir veo una mujer hablándole a las flores en la jardinera de José. Es increíble que pueda mantenerlas vivas con esta temperatura. La observo un momento. No tiene que tener un cartel a su lado para que me dé cuenta de que se trata de su prometida. La calle está en silencio así que puedo oír con claridad su voz: es suave y dulce. Para nada como la de aquella chica, Renata. Vaya, no le pregunté a José por ella. Aunque supongo que ya no tiene caso ahora.
La mujer levanta la cabeza y me ve. Me fijo en ella y noto que tiene un rostro amable. Tiene un poco de tierra en la cara e intenta limpiarla con su mano, entonces me sonríe. También tiene una linda sonrisa. Le regreso la sonrisa y me despido con la mano.
José había elegido bien. Estoy segura de que su prometida era su opuesto. Seguramente ella es tranquila, paciente y equilibrada. Todo eso que yo no soy... o había sido a los diecisiete.
Ver a la novia de José me tranquilizó un poco, me despejó la mente de los pensamientos que me han inundado la mente desde ayer por la noche.
Saludo a unas cuantas caras conocidas de lejos y sigo caminando. Conforme avanzo, noto que las calles empiezan a quedarse solas. No es que sea una sorpresa; me estoy acercando al parque olvidado, después de todo. Cuando llego, no veo a nadie a mi alrededor. Camino hasta un árbol. A pesar de que hay varias bancas, hoy prefiero estar sentada debajo del árbol. Una vieja costumbre, me parece.
Abro el libro y me dejo ir en la lectura.
***
Al principio me es difícil sumergirme del todo en la lectura; no podía quitarme de la mente el frío, sobre todo cuando hay tanto viento, pero al poco rato olvido todo lo que me rodea. Horas o quizás minutos después, cierro el libro. Ya lo he terminado... Tampoco es que fuera muy difícil, el libro apenas y llegaba a las ochenta páginas.
Pero ahora que ya no tengo nada con qué distraerme, me siento un poco rara. El sol ya se ha metido y la temperatura cayó aún más. No sé qué hora es y no me traje mi celular o algún reloj para comprobar.
Ezra es puntual. ¿Por qué no está aquí?
Me levanto y me sacudo la falda. Miro hacia a un lado y luego hacia el otro. Por el rabillo del ojo noto un movimiento. Giro la cabeza y ahí lo veo: sentado en una banca detrás del árbol. Me acerco a él y me siento a su lado.
— ¿Cuánto tiempo llevas aquí?—pregunto. Me sale vapor de la boca al hablar. Guau, en verdad que no había notado el frío que tengo. Estoy a un paso de que me empiece a temblar la boca.
—Un rato—contesta Ezra, tiene las manos dentro de su abrigo. También tiene frío—. Pero no quería interrumpirte. Te veías muy entretenida.
Aunque me sonrojo, no me preocupa que él lo note. Con el frío, él también está sonrojado.
—Era un buen libro.
—Me imagino. Es bueno saber que tu gusto por la lectura no ha cambiado.
Pasan varios minutos sin que ninguno diga nada. Quiero pedirle que nos vayamos a un lugar con puertas cerradas, y con una calefacción de preferencia, pero no me atrevo. Siento que si hablo, él volverá a cerrarse y querrá irse. Así que solo acerco mis piernas hasta mi pecho y las aprieto contra mí, en un intento de conservar el calor.
Lo miro de soslayo. Hoy no tiene peinado el cabello hacia atrás así que está en todas direcciones. Su nariz recta está roja en la punta. Sonrío. Se ve un poco chistoso.
—Me gusta pensar que solo he cambiado lo que tenía que cambiar—digo, antes de que el silencio se vuelva incómodo.
— ¿Por qué?
Frunzo el ceño y mi sonrisa desaparece. Su voz apenas fue un susurro pero lo escuché. Aunque no tengo idea qué quiere saber. ¿Por qué quería hablarle? ¿Por qué no estoy evadiendo el tema? O ¿por qué cambié?
— ¿Por qué te fuiste?—pregunta.
Aún no me mira pero veo cómo endurece la mandíbula. Suspiro.
—Tenía que hacerlo. No podía lidiar con todo lo que estaba sintiendo—digo—. Tenía una beca para estudiar en el extranjero y lo vi como una oportunidad para empezar de nuevo. Sé que fui egoísta e inmadura al irme de aquella forma pero esperaba que lo entendieras.
—Pues no. No lo entendí en ese entonces y sigo sin entenderlo ahora—me confiesa Ezra. Ahora me está mirando y me preparo para lo que se avecina—. Sí fuiste muy egoísta. Yo intenté darte tu espacio. Pasaron días sin que supiera nada de ti, y cuando no pude soportarlo más, fui a buscarte. Pero no encontré a nadie. No supe nada de ti hasta que tu madre fue a la librería a comprar unas cosas y me habló de tu beca. Se sorprendió de que no supiera nada al respecto. También me explicó que te habías ido tan precipitadamente a causa de una pelea que habías tenido con tu novio.
Ezra se para de la banca y comienza a caminar. Luego se detiene y se pone de perfil.
—Me sentí un idiota—continúa—. Un completo idiota porque, sin importar cuántas veces me rechazaras aun diciéndome que me querías, yo seguía estando ahí para ti. Siempre. ¿Sabes qué personas hacen eso? Las masoquistas, las que no pueden o no quieren entender que están mejor sin una persona que no para de hacerles daño. Tú me repetías una y otra vez que solo querías estar con José, pero tus acciones no concordaban con tus palabras. ¿Por qué dejaste que te besara? ¿Querías probarme que fui un tonto al dejarte ir? ¿Querías hacerme sentir lo que tú sentiste cuando te dejé, aun sabiendo que yo no lo hice con mala intención?
—Sabes que...
—Te odié, Emma.
Siento que se me congela la sangre. También siento como si me hubiesen golpeado físicamente. Y lágrimas. Ezra nunca me había hecho llorar. No intencionalmente. No sé si esta vez es su intención lastimarme, pero lo ha conseguido. Recargo el rostro contra mis rodillas para que note que he empezado a llorar.
—O eso creí—dice, después de una pausa. Volteo a verlo—. Intenté olvidarte. Los recuerdos que recuperé continúan aquí—golpeó su sien con el dedo índice—, pero dejaron de aparecer nuevos. Y me sentí tan aliviado. Rehíce mi vida. Me fui a la universidad y conocí a gente nueva. Todo me fue bien por un año. Pero comencé a cansarme; me cansé de fingir todos los días que no me dolías. Así que dejé de intentarlo. Dejé de fingir y regresé. Hablé con Julia y me hizo entenderte un poquito. Sentí que el resentimiento que te tenía, iba desvaneciéndose poco a poco. Comencé a salir de nuevo y conocí a chicas que me demostraron que en las relaciones no siempre tiene que haber dolor... Comencé a ser yo otra vez.
Las lágrimas ahora caen silenciosamente por mi rostro. Ahora Ezra no está diciendo nada para herirme, solo está siendo honesto. Pero sus palabras me duelen. Me duele saber que le hice mucho daño. Todo este tiempo creí que simplemente había comprendido cuánto había sufrido aquí pero estuve equivocada. Él no podía entender lo herida que estaba porque él tenía sus propias heridas.
—No solo huí de José—susurro.
—Conocí a mujeres fascinantes. Casi cada vez que salía, me encontraba con una nueva—dijo Ezra, como si no pudiera oírme—. Mis amigos me presentan a una mujer nueva cada vez que me ven.
— ¡Lo entiendo!—digo, un poco molesta—. Entiendo que conociste a mejores personas, mejores amigas, mejores novias. No hay necesidad de que me lo restriegues en la cara.
—Es que no estás entendiendo una palabra, Emma—dice Ezra.
— ¿Cómo no puedo entender cuando me lo estás explicando con todo lujo de detalle? Entiendo que arruiné tu vida por un tiempo, sin embargo cuando te diste cuenta de lo poco que valía, tu vida comenzó a mejorar. Fundaste tu compañía, hiciste nuevos amigos que no te recordaran a mí, conociste a mujeres mucho mejores que yo. Entiendo que tu vida está mejor sin mí.
Me levanto y paso a su lado. Pensé que podía hacer esto; soportar todo lo que tenía que decirme y luego intentar mejorar las cosas, pero no puedo. Es demasiado para mí. Tal vez habría podido hacerlo antes de darme cuenta de mis sentimientos, pero ahora me es imposible.
—Parece que no estás leyendo entre líneas—dice, detrás de mí.
Me detengo y lo encaro. No quiero seguir aquí pero tampoco quiero irme. Sé que cuando me vaya, ya no volveré a verlo de nuevo y no me siento preparada para eso.
—No tengo la fuerza para leer entre líneas. No más malos entendidos, Ezra; el tiempo para ellos ya quedó atrás. Sé claro
—Trato de decirte que no paro de conocer mujeres nuevas porque ninguna es suficiente—oigo que dice—. Me has arruinado.
Con lágrimas en los ojos, respondo:
me has arruinado a .
Ezra sonríe con desdén y sacude la cabeza.
—No intentes volverte la víctima, Emma. Ambos sabemos que el tonto siempre he sido yo.
—Nunca, jamás podrás sentir lo que yo sentí cuando me dejaste—digo, con la voz rota, tratando de limpiarme las lágrimas—. Cuando fui la única que recordó todo lo que una vez teníamos. Fui la única que supo... Que sabe lo perfectos que fuimos juntos. ¿Tienes idea lo mal que me sentí por meses? No solo cuando estaba sola, tratando de olvidarte, sino que también después. Con José. Él era increíble. Mi mejor amigo—sollozo—. Era un gran chico, Ezra, y yo nunca pude darle realmente lo que él merecía por tu culpa. Porque siempre estuviste presente de un modo u otro.
Abre los ojos, sorprendido.
— ¿Entonces por qué no lo dejaste?
No está llorando y tampoco tiene lágrimas en los ojos pero su mirada, su gesto de dolor, todo él me dice lo mucho que le está costando hablar porque sé que también está sufriendo con esta conversación.
—Cada vez que hablaba de ti, todos me decían que lo nuestro era historia, que te dejara ir. Tú eras mis pasado y José mi futuro—admito y sonrío amargamente ante lo que voy a decir—. Resultó que ninguno estaba destinado a ser mi futuro.
»Nadie me preguntó por qué no te olvidada, por qué me aferraba a ti aun sin tener esperanzas. Y yo me dejé convencer. Me cansé de pelear por algo que ya no existía.
El frío de la noche está aumentando. La luna apenas y alumbra, pues se encuentra cubierta por un par de nubes. Me quedo viendo le cielo por unos momentos, tratando de adivinar si lloverá pronto, aunque también tratando de retener las lágrimas que se niegan a dejar de caer.
—No debiste darte por vencida. Debiste pelear por nosotros... Por mí. Como muchas veces yo lo hice por ti.
Asiento y me niego a bajar la mirada. Todos mis problemas parecen empequeñecer si me quedo viendo al cielo, si me pongo a pensar en lo grande que es este universo. Si vuelvo a ver a Ezra a los ojos, creo que no podré detener el dolor que amenaza con apoderarse de mí.
—No soy tan buena persona como tú. Nunca lo he sido y me temo que nunca lo seré—digo, en voz baja. Si hablo más alto, me temo que mi voz se romperá.
Escucho el suspiro de Ezra.
—No soy ni la mitad de bueno de lo que piensas que soy—dice—. Siempre me has tomado por algún tipo de hombre ideal y aunque fue genial al principio, se volvió cansado con el tiempo. Soy humano, Emma. Cometo errores, miento y me enojo. Siento.
Su voz se va haciendo más potente, y no porque esté gritando, más bien es porque se ha ido acercado. Siento sus manos en mi cara, la baja lentamente e intenta limpiar mis lágrimas.
­—Aún lo siento todo. Nada ha cambiado.
Por fin lo miro y entonces no puedo contenerme más, pongo mis manos alrededor de su cuello y entierro la cara en él. Lloro y lloro. Ezra envuelve sus manos en mi cintura y me permite desahogarme.
Aún lo siente todo. Nada ha cambiado.
Pero está equivocado.
Todo ha cambiado. Y aunque sé que yo siento lo mismo, también sé que no puede ser. Me iré en menos de dos meses y no quiero que lo nuestro dure tan poco. Me pregunto si los años de negación a mis sentimientos eran mejor a esto, a saber que aún lo quiero y no poder hacer nada.
—No puedo. Lo siento, Ezra.
Me separo de él y veo la confusión en su rostro. Intento ser lo más clara posible.
—No me quedaré aquí. Regreso a Canadá y no podré soportar el perderte una vez más.
Y entonces, por fin después de tantos, tantos años, Ezra me vuelve a sonreír.
—Lo bueno de ser el dueño de mi propia compañía es que puedo trabajar desde donde sea.
— ¿Estás sugiriendo que...?
—Ems. Si quieres que esto funcione tanto como lo quiero yo, funcionará.
Intento creerle. En verdad. Quiero que funcione esto tanto o más que él. Podemos estar juntos estas semanas. Puede acompañarme a ver a mi hermana y puede ir a las reuniones con mis amigas, podemos hablar sobre la librería y Julia pero, ¿después? Me tengo que mudar a Ontario y entonces todo se volverá complicado. Las visitas se harán muy complicadas. Él tiene una compañía y puede permitirse el gasto pero ¿y yo? No puedo dejarle todo el trabajo a él. Tengo que esforzarme yo también. No quiero que piense que yo no quiero que lo nuestro funcione. ¿Podré permitirme un viaje a mi país por mes, por lo menos?
Escucho su risa y vuelvo al presente.
—Piensas demasiado—dice.
Entonces me besa y yo, como siempre, dejo de pensar.

27 - 06 - 15 / 15 - 05 - 17

N/A: La primera canción es de Ezra para Emma. La segunda es lo que siente Emma al principio del capítulo. Este fue el final en la historia original pero esta vez he decidido hacer un epílogo, así que aún nos queda otro capítulo. Espero que se queden a leerlo ;)

Mi traducción de Perfect de Ed Sheeran:

Encontré un amor hecho para mí
Cariño, me lanzaré de cabeza y sigue mi ejemplo
Pues he encontrado a una chica hermosa y dulce
Oh, nunca me imaginé que eras tú la que estaba esperándome
Porque éramos solo unos niños cuando nos enamoramos
Sin sabe lo que significaba
No te dejaré ir esta vez
Cariño, bésame lentamente; tu corazón es todo lo que tengo
Y en tus ojos, tú tienes el mío

Bebé, bailo en la oscuridad contigo en brazos
Descalzos, pisando el pasto, escuchando nuestra canción favorita
Cuando dijiste que te veías mal, murmuré algo apenas audible
Pero tú lo escuchaste: "Cariño, esta noche te ves perfecta"

Bueno, encontré a una mujer más fuerte que cualquier otra persona
Comparte mis sueños, y espero que algún día comparta su hogar conmigo
Encontré a un amor para llevar no solo mis secretos
Sino amor y nuestros niños
Aún seguimos siendo niños, pero estamos muy enamorados
Desafiando todas las probabilidades
Sé que esta vez estaremos bien
Cariño, solo toma mi mano
Sé mía y yo seré tuyo
Veo mi futuro en tu mirada

Bebé, bailo en la oscuridad contigo en brazos
Descalzos, pisando el pasto, escuchando nuestra canción favorita
Cuando te vi con ese vestido, te veías hermosa
No te merezco, cariño, esta noche te ves perfecta

Bebé, bailo en la oscuridad contigo en brazos
Descalzos, pisando el pasto, escuchando nuestra canción favorita
Tengo fe en lo que veo
Ahora sé que he conocido a un ángel en persona
Y se ve perfecta, no me la merezco
Esta noche te ves perfecta

Canción de Emma al inicio: 

Por favor, déjame olvidarteHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin