❇ Capítulo Cuatro

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Esa podía ser la primera vez que Yuuri salía tan apresurado de C&D.

Con una mano sujetando suavemente a Otabek, salió a toda velocidad del local. Su pobre corazón iba a salirse de su pecho si continuaba latiendo de esa forma.

—Yuuri —llamó Otabek, sujetándole la mano—. ¿Te sientes mal?

—Estoy bien...

—Pero tu cara está toda roja. ¿Tienes fiebre?

Oh, Otabek, ¡por favor deja de avergonzar a tus mayores con esa inocencia!

—Tengo algo de calor, por eso necesitaba salir —respondió, mirando discreto por el ventanal de la pastelería. Cierto ruso todavía estaba rondando por las mesas, tomando órdenes y entregando pedidos con una tranquilidad envidiable. Era su primer día y aún así no tenía problemas con desenvolverse en C&D.

Otabek miró por la misma dirección, y con los pequeños engranajes de su cerebro moviéndose, creyó entender lo que sucedía.

—¿Te agradó el señor Viktor?

Yuuri se volvió hacia el frente y negó rápidamente con la cabeza. ¡No, de ninguna forma un niño iba a señalarlo de esa forma! Por más obvio que fuera, tenía que mantener su dignidad.

Lástima que Otabek ya estaba convencido de que a Yuuri en serio le cayó bien Viktor.

Yuuri tocó la puerta de la casa de Otabek, abrazando al cachorro que se aferraba a él como un koala, sin querer aceptar que otro día junto a Yuuri había terminado y tendría que esperar horas antes de volver con él

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Yuuri tocó la puerta de la casa de Otabek, abrazando al cachorro que se aferraba a él como un koala, sin querer aceptar que otro día junto a Yuuri había terminado y tendría que esperar horas antes de volver con él.

Diana abrió la puerta, y Yuuri tuvo que tragarse las ganas de preguntarle si estaba bien.

En sus recuerdos de preparatoria, Diana era una mujer hermosa. Siempre bien vestida, adorable, con una sonrisa que derretía el corazón de cualquiera que la mirara... Y la que veía en ese instante no se parecía en nada a su amiga de aquel entonces.

—Diana...

—Yuuri —Saludó ella, claramente agotada. Se recargó en el marco de la puerta—. Otabek...

Diana sabía que su hijo huiría de casa e iría con la misma persona, una y otra vez.

—Sólo vine a traerlo. Lamento si te desperté.

—No, no, gracias —Sonrió forzada, acariciando la cabeza del cachorro cuando Yuuri lo dejó en el suelo—. ¿Te divertiste?

—Sí...

—Gracias otra vez, Yuuri. Tantas veces has cuidado de Otabek, nunca podré agradecerte. Hago lo que puedo... por estar mejor, y que ya no tengas que hacer esto tan seguido.

—No me agradezcas. Me gusta pasar tiempo con él —Aseguró, tocando ligeramente el hombro de su amiga, y procedió a hablar en voz baja para que el niño escuchara lo menos posible—. No estás bien. Diana, tienes que ir con un psicólogo. Este duelo te está destruyendo, la vida se te está yendo, no te das cuenta de que tu hijo está creciendo... Otabek te siente ausente.

Otabek se mantuvo a un lado de su madre. Todos los días la veía o la escuchaba llorar, y no sabía cómo ayudarla. A veces pensaba que era su culpa que ella estuviera tan triste.

—Lo sé... Estoy lastimando a Otabek, estoy perdiéndome tantas cosas, pero cuando pienso que estoy bien..., lo recuerdo. Recuerdo su cara, todo de él... Y lo poco que construyo de mí misma se hace trizas otra vez —dijo a Yuuri, cubriendo su rostro con una mano para que ni su amigo ni su hijo la vieran sollozar.

—No puedes hacerlo sola. Necesitas ayuda profesional —Repitió Yuuri, peinando el cabello castaño de la mujer—. Por favor, hazlo. Por Otabek. Él te necesita.

Diana asintió, sujetando la mano de Yuuri. Sin él, no quería ni pensar en qué hubiera sido de su hijo y de ella misma. Yuuri había dejado de ser un simple amigo hace mucho tiempo; era su ángel, esa persona que siempre estaba ahí para ella.

—Mañana... buscaré a alguien —Prometió Diana, logrando que Yuuri sonriera.

—Diana, eres una mujer fuerte y hermosa. No permitas que un tipo como ese te apague. Tienes un hijo maravilloso. Él debe ser tu motivación. Así que piensa en Otabek siempre que pienses que no puedes más.

—¿Puedes llevarlo contigo? Sólo por esta noche —murmuró Diana, bajando la mirada hacia su hijo, que le jalaba suavemente la blusa para llamarla—. No quiero que me vea así... Quiero que mañana, cuando vuelva, sepa que... juntos empezaremos algo mejor. Por favor, Yuuri...

Yuuri no pudo negarse a esa petición

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Yuuri no pudo negarse a esa petición. Diana quería esa noche a solas para terminar de desahogarse. Sería la última vez que le lloraría a un amor que hace mucho ya no existía. Y sólo era el inicio de su nueva vida, Yuuri quería confiar en eso.

Otabek no se negó a acompañarlo. Estar con Yuuri más tiempo lo hacía feliz, aunque no pudo dejar de pensar en la tristeza de su mamá en todo el camino.

Luego de que cenaran juntos, llevó en brazos a Otabek hacia la habitación. Lo dejó sobre su cama, arropándolo.

—Bien, pequeño héroe. Hora de dormir.

—Yuuri...

—¿Sí?

—¿Mamá... está triste por mi culpa?

—No. Otabek, ella no está triste por tu culpa —respondió, sentándose a su lado y acercándolo para que se abrazaran—. A veces, las personas tienen momentos así y necesitan algo de tiempo para ser felices otra vez. Pero al final... todo tiene una solución. Tu madre te ama. Sólo pasa por un mal momento, pero pronto pasará.

—Ella llora todos los días —Contó en voz baja el cachorro, cerrando los ojos, arrullado por el aroma del omega—. Siempre... está triste. ¿Por qué no puede ser feliz como tú, Yuuri...? ¿Por qué... no puede quererme como tú?

Yuuri continuó acariciando la cabeza de Otabek, deseando con toda su alma poder explicarle el difícil proceso que Diana atravesaba. Que no era una mala madre, sólo un ser humano que no encontraba un consuelo, pero que por fin estaba dispuesto a aceptar que necesitaba apoyo de alguien más.

El corazón de Yuuri se estrujo con las últimas palabras de Otabek.

—¿Por qué tú no puedes ser mi mamá...?

Y así, un niño con el corazón roto se quedó dormido sobre su regazo, mientras Yuuri sólo pensaba en su amiga y en cómo su actitud y su tardía búsqueda de ayuda profesional habían orillado a su cachorro a desear tener otra madre.

Amor Entre Delicias『Omegaverse』『Viktuuri』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora