Capítulo vigésimo séptimo.

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Los razonables han durado,
los apasionados han vivido.

Nicolás Sebastien Roch Chamfort.


Capítulo Vigésimo séptimo: Irresistible pasado.


11 de Octubre de 2010.

Mya:

Se agarró a su cuello como si fuera un flotador en una inundación, ignorando los murmullos y gritos de asombro a su alrededor.

- Te dije que no te acercaras a ese idiota.- le oyó decir mientras soltaba sus labios hinchados.

- Creí que ya no ibas a venir a rescatarme.

Se sentía profundamente aliviada. Sabía que nunca lo diría, pero aquel beso y aquel gesto posesivo eran su perdón.

Vio de reojo a George Phepls salir del círculo de miradas sorprendidas con un gesto malhumorado, desde luego profundamente molesto por la victoria de su principal rival.

Alexander la hizo girar sobre sí misma y, de repente, se encontró bailando muy pegada a él al ritmo de la música.

No pudo evitar una leve sonrisa.

- Estás muy guapo.- dijo, deslizando la mano por su espalda.

- Tú estás preciosa.

Casi se oyó suspirar de alegría.

- ¡Alexander!

Dios, ¿es que no se iba a dar por vencida nunca?

El Duque la volteó elegantemente para colocarla a su lado mientras encaraba a una pequeña silueta roja que se dirigía casi a la carrera hacia ellos, empujando a la gente a su paso.

- ¡Apártate de esa zorra!

- Te estás jugando otro bofetón, criaja.- gruñó, dando un paso decidido hacia ella.

Pero Alexander la agarró con fuerza, manteniéndola a su lado.

- Lilliam, si no eres capaz de comportarte, será mejor que te vayas.

Su rostro pálido adquirió un tono casi granate que le provocó una media sonrisa de satisfacción.

- ¡¿Me estás echando?!- gritó a tiempo que la música cesaba.- ¡Soy tu prometida!

- No lo eres.

Los airados ojos negros de la pelirroja se agrandaban por segundos.

- ¡Ahora me dirás que te vas a casar con esa... ESA!

Estuvo a punto de soltar una carcajada, pero al ver al Duque a su lado encogerse de hombros con un gesto indiferente se le paró el corazón.

- ¿Por qué no?- le oyó decir.

- ¡¿QUÉ?!

- No te asombres tanto, bonita.- se quejó ella, acercándose después a la oreja de Alexander para susurrar-: ya hablaremos luego de esa estrategia suicida tuya.

Los murmullos se hicieron atronadores a su alrededor y Kyle apareció a su lado con una risita desquiciante.

- Me dejaréis ser el padrino, ¿no?

- Cállate.- musitó sólo para él.

¿Se estaba volviendo loco todo el mundo?

Lilliam se fue de allí a la carrera con un grito que reverberó por toda la sala y que revolucionó a los invitados.

Sábanas rojas, Sangre azul © FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora