Capítulo décimo tercero.

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El tiempo nos
ha vaciado de fulgor.
Pero la oscuridad
sigue poblada de luciérnagas.

Gioconda Belli.


Capítulo Décimo tercero: Sin luz bajo tierra.

22 de Septiembre de 2010.

Mya:

Con un suspiro, metió la cabeza bajo el grifo y dejó que ésta se limpiara con el agua fría.

De nuevo, otra vez ese nudo en el estómago al verlo, ese deseo irracional y completamente estúpido por alguien a quien debería odiar.

- Y lo odio.- musitó para sí, secándose al mismo tiempo con una de las toallas pulcramente colocadas.

Apretó la tela contra su rostro, pretendiendo calmar el ardor de su piel con su frescor, pero un leve jadeo escapó de sus labios, incapaz de dejar de recordar la imagen perfecta de su cuerpo desnudo, el sabor de su piel cálida.

- ¡Ya basta!

- ¿Mya? ¿estás bien?- se oyó una voz tras la puerta, seguido de unos golpes suaves a ésta.

Alarmada, dejó la toalla en su sitio y salió apresuradamente del espacioso aseo.

- Estoy bien.

Kyle enarcó una ceja con escepticismo, pero dejó pasar el tema con un notable encogimiento de hombros antes de lanzarle una rápida mirada a sus ropas sucias e inservibles.

- Será mejor que te busque algo que ponerte.- acabó por decir con una risita- Anda, ven, acompáñame.

Lo siguió en silencio por los largos pasillos de la preciosa villa, rememorando con exacta claridad el recorrido del último día que había caminado por allí. ¡Iban directos a la habitación de Alexander!

Quiso protestar, pero las palabras murieron antes incluso de ser dichas cuando atravesaron la puerta y pasaron de largo la majestuosa cama de dosel instalada en el centro de la sala. Tragó con brusquedad el nudo de su garganta.

- Toma esto.

Alzó la mirada hacia Kyle y tomó la prenda que le tendía, una camisa perfectamente planchada de un color azul pálido que se le antojó enorme. A pesar de ello, metió los brazos en las mangas y abrochó los botones, sacándose su propia camiseta por abajo.

- ¿Ya estás?- preguntó el chico, de espaldas a ella.

- Emm... sí.

Se remangó cuidadosamente las mangas alrededor de los codos y abrió un par de botones antes de recorrer el camino de vuelta junto a Kyle.

- ¿Qué es eso?- preguntó, señalando otra prenda que él sostenía.

- Una camisa para tu novio.

Se oyó rechinar los dientes ante el apelativo. ¿Mickey? ¿Su novio?

- Sólo es mi amigo, Kyle.

- Tranquila, a mí no tienes que darme explicaciones.- rió él- Ya sé que no es tu novio.

- ¿Y cómo es que estás tan seguro de que no lo es?

El chico le lanzó una mirada divertida.

- He visto como miras a Alex, te gusta.

Hizo un gran esfuerzo para no soltar un gruñido nada femenino.

Sábanas rojas, Sangre azul © FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora