¿Meow?

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Louis sorbió su nariz mientras apoyaba su cabeza en el hombro de su amigo. Los suaves rizos le hacían cosquillas en su frente, molestándole lo suficiente como para arrugar su entrecejo y sacarle una que otra risilla tristona. 

Esto era algo totalmente fuera-de-él, pero vamos, era de su gato, Batman, de lo que estamos hablando. Al pobre le había llegado su hora mucho antes de lo que se tenía planeado, mejor dicho, mucho antes de lo que él había planeado. Iba a cumplir pronto sus diez años ya, estaba enfermo y el veterinario al que frecuentaba le había dicho que tendría que sacrificarlo si no quería que siguiera sufriendo, además de que así su muerte sería indolora. Louis se había negado al principio, pero luego de ver a su gato medio arrastrándose-caminando, apenas maullándole cuando tenía hambre y vomitando lo que comía, había tomado esa opción en cuenta. Sin embargo, hace unas horas atrás, se descuidó y había dejado la puerta que daba directo hacia la calle abierta, y Batman (Louis aún no sabe cómo fue que logró caminar hacia allá) terminó siendo arrollado en una orilla de la calle. 

Y ahora, ahí estaba el. Su garganta dolía como los mil demonios por tener que tragarse todos los nudos que se le formaban por evitarse el llanto, pero digamos que no le funcionó muy bien y Harry le estaba abrazando por la cintura, dejando que Louis descargara todo lo que tenía dentro de si. 

– ¿Lo enterraremos, cierto? – preguntó Louis. Se acurrucó en el cuello del chico más alto, mientras olía el exquisito perfume que traía puesto. Harry apoyó su barbilla en la cabeza de Louis, aprovechando su estatura, y lo abrazó más fuerte, sin tener la más mínima intensión de soltarlo. 

– Sí Lou. – susurró – Le daremos un entierro digno – bajó su cabeza unos cuantos centímetros y besó la frente del más pequeño. Louis volvió a sorber su nariz, sintiendo sus mejillas sonrojarse y asintió. Harry lo apartó unos escasos centímetros, lo suficiente para poder mirarlo a la cara y, con su pulgar, limpiarle con delicadeza cada una de las lágrimas cristalinas que caían por el rostro de su amigo. 

Louis sentía que ya no podía estar más sonrojado, sus ojos picaban, y esperaba que los sollozos que soltaba no le molestaran en tanto a Harry. No le gustaba mostrar su lado débil a nadie, pero esta era una situación especial. 

– Lo extrañaré, Haz. – susurró contra el sweater naranjo que traía Harry puesto – lo extrañaré tanto.

– Por supuesto que lo harás – Harry acarició casi por inercia la espalda de Louis, mientras con su otro brazo acariciaba lentamente su cadera. 

                                                          {…}

Habían pasado ya aproximadamente cinco  horas desde la última vez que había visto a su gatito. Louis  volvió a sorber su nariz, como lo había estado haciendo las últimas cinco horas. Harry se habría ido media hora después de que terminaron de decorar la “tumba” de batman. 

Harry había estado escribiendo su “lápida” en un papel mientras Louis recortaba flores de su vecina, cuidando de que ésta no lo viera. Al fin y al cabo, en la hoja de papel escribió “Batman, 2004-2014. Fue un buen gato.” Y un pequeño gatito abajo que más bien parecía un muñeco de nieve con orejas punteagudas y cola. Pero la intención era lo que valía, ¿no?

Se revolvió en su sillón, mientras le cambiaba de canal a la televisión. Había llegado tarde como para ver la maratón de Friends, pero eso sí, alcanzó a ver los tres últimos capítulos. Tenía una manta encima y lo único que le faltaba para ser igual a esas chicas que rompían con sus novios, era un pote de helado de chocolate.

Ahora estaba viendo un capítulo de Bob Esponja, el cual lo habían repetido seguramente ya unas cien veces como mínimo. Tres golpes en la puerta lo hicieron salir de su trance, quedando en el momento justo en que el Bob le preguntaba a la caracola mágica si Calamardo podía comer o no. Estaba descalzo por lo que cuando tocó el suelo, sus pies de por si ya congelados, hicieron que le recorriera un escalofrío. 

¿Meow? |Larry Stylinson.Where stories live. Discover now