♔Entre dos ciudades

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NdA: ¡Holiwi! Tanto si eres nuevo cucurucho como si has abierto en más de una ocasión esta historia, quiero avisar de lo siguiente: este capítulo ha sufrido unos reajustes. Remaches y añadiduras para mejorar la historia. Para empezar tenemos una escena completamente nueva de 2000 palabras ;W; y ocurrirá lo mismo con el resto. Para saber si una cap. ha sido reeditado pondré, a parte de las notas, un pequeño símbolo de una corona al lado de cada título.

Que no te extrañe la falta de comentarios en los párrafos, al haber actualizado se han descolgado todos, como si no tuvieran a qué agarrarse. Me da un poquito de pena, pero me alegra que al menos se conserven al final, como una hilera de impresiones <3

Breve recuerdo de que este fic empezó a publicarse en 2017, adquiriendo el canon tan solo hasta finales de la temporada tres. Puede que luego adicione algunas cosas del manga, las cuales avisaré, pero serán fuera totalmente de la trama principal que Furudate ha seguido, sin embargo, si os apetece leer algo mío al respecto también estoy publicando War of Hearts.

Disclaimer: Haikyuu!! le pertenece a Furudate porque si fuera mío habríamos tenido beso al final de todo ese slowburn que nos ha regalado en el manga C:

Disclaimer: Haikyuu!! le pertenece a Furudate porque si fuera mío habríamos tenido beso al final de todo ese slowburn que nos ha regalado en el manga C:

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La garganta del viento arrastra los últimos suspiros de primavera, silbando una renqueante melodía entre la copa de los árboles. Uno a uno. La floresta castañea sus hojas cetrinas, y persigue la cola de la brisa en un juego que solo ellos son capaces de ver.

Hinata apenas nota el bache del tique que se arremolina brevemente en la rueda trasera, muy cerca de los piñones, concentrado en mantener la velocidad sin pegársela con alguien.

Tuerce en un cruce, frente a la ferretería en la cual su madre tiene cuenta y descuento casi de por vida y a un par de manzanas de su heladería favorita. Enladrillada de un tono teja y apelotonada por dos corpulentos edificios que rozan las barrigas de las nubes; abre sus puertas de lunes a domingo cada mañana, hasta las siete de la tarde. Qué bien le sentaría uno ahora, con el sol de buena mañana mojándole la espalda. Pediría un helado de pistacho, chocolate y fresa, que está lo suficientemente bueno como para hundirse dentro de su cucurucho y morirse ahí. Fresquito.

Niega con la cabeza, disipando sus cavilaciones, dejándolas caer como su bicicleta levanta y tira la gravilla a su paso, y frena delante de un semáforo en rojo.

No va a llegar.

Se muerde los labios percibiendo la impaciencia cavar un camino desde el fondo del pecho hasta rodear su estómago y apretarlo como si quisiera hacer zumo con él. Fijo que no llega. Imposible. Debería haber salido antes. Se había confiado al considerar que recorrería el tramo en menos tiempo, que las calles a las diez de la mañana ya se habrían desinflado tras el embudo vespertino que forman las filas de coches carretera abajo, hacia los puestos de trabajo; encima le quedan cinco minutos de recorrido y siendo más puntuales que un reloj, deben de estar al salir.

Chicle de NaranjaWhere stories live. Discover now