—Entonces... ¿Por qué estás aquí? –Preguntó con suavidad Denki. Sólo fue necesario aquella pregunta para callar por completo a Bakugou, apretó sus dientes al igual que sus puños, los cuales había metido en los bolsillos de su pantalón. Poco a poco fue bajando la mirada.

No se escuchó nada más proveniente de Katsuki, los demás se miraron entre sí y poco a poco comenzaron a caminar, alejándose de él, dejándole solo.

Cuando vio que ya se habían ido, alzó nuevamente la mirada y miró aquel pasillo que conducía a la habitación 306. Chasqueó la lengua y se despegó de la pared, comenzando a dar lentos pasos hacia aquella habitación.

Cada segundo que pasaba, podía escuchar con mayor claridad el retumbe que hacía el latido de su corazón, cada vez más cerca, cada vez más nervioso. Hasta que llegó finalmente, estaba justo frente a la puerta la cual tenía un pequeño letrero dorado con la cifra de la habitación. Llevó su mano a la perilla, mano que temblaba un poco, la posó sobre ésta, quedándose segundos quieto, no podía abrirla, no sabía porque, pero su mano no se movía para hacerlo.

Maldijo una vez más, se armó de valor y la abrió finalmente, dando la vista de su interior.

Una habitación totalmente blanca, sobre el suelo y en la mesa podía ver algunos obsequios para el paciente que alojaba esa habitación, una pequeña ventana que daba la vista a un par de árboles, al lado de la camilla una mesa de color gris, sobre éste un florero con bellas flores. Y finalmente sobre la camilla, entre las blancas y suaves sabanas de ella, estaba dicho paciente. Ese chico con cuerpo que parecía ser frágil, incluso hasta pequeño, vestía del atuendo que usaban los pacientes de aquel hospital, un aburrido traje de azul opaco con franjas blancas, no era común ver a alguien tan alegre en colores tan deprimentes, a él le quedaba los colores brillantes, así como lo era él. Estaba sentado, con la mirada baja, pero eso no fue en lo que se fijó, sino en la venda que cubría sus ojos y pasaba por su rizado cabello. Eso, le hizo sentir un nudo en la garganta.


Izuku Midoriya perdió la vista a causa de la explosión que sucedió en un edificio, cuando se creyó que lo único que quedaba dentro eran las criaturas, él aún no había logrado escapar. Encontraron su cuerpo entre los escombros, gracias al cielo seguía vivo, pero no todo podía estar bien.


—Hay... ¿Hay alguien ahí? –La voz del chico en la camilla le hizo entrar en razón, enfocó su mirada en él y vio como éste tenía la mirada volteada, hacia la puerta. Apretó con fuerza sus labios al saber que no era capaz de verle.

¿Qué debía de hacer? Se trataba del culpable a que él hubiese perdido la vista, ¿Realmente estaba bien visitarle? ¿De verdad tenía el derecho de verlo?

—Kacchan... ¿Eres tú? –Se sobresaltó al escuchar su acertado comentario, su voz desapareció de repente, quería decir algo, pero aquel nudo no se lo permitía. —¿De verdad eres tú? –Ahí estaba, la alegre voz de Izuku, podía notar su emoción a través de ella. No entendía cómo era capaz de hablar tan normal luego de lo sucedido.

—¿Cómo supiste qué era yo? –Finalmente las palabras salieron, dio unos pasos para acercársele. Pudo ver que una gran sonrisa se dibujaba en su rostro pecoso, movió sus manos en señal de su emoción.

—Tu olor llegó a mi nariz, la verdad no estaba muy seguro de que eras tú. Pero eso no importa ahora, me alegra mucho de que hubieras venido. –Katsuki alzó una ceja curioso por lo que dijo. ¿Le había identificado por su olor? ¿Qué clase de olor tenía como para que el otro le reconociera por ello? Seguro que simplemente era olor a pólvora.

—Idiota. –Murmuró bajo, no importaba que estuviera en esas condiciones, parece que eso no era un impedimento para que dijese cosas absurdas. Izuku sólo respondió con una suave risita.

Imperdonable.Where stories live. Discover now