p a r t e ú n i c a

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Sus manos tiritaban un poco, y en su cuerpo se arremolinaba una gran cantidad de torbellinos que parecían hacerle cosquillas en su estómago.

Estaba tan nervioso que incluso llegó arrugar el pequeño sobre donde en su contenido llevaba una parte de los sentimientos que se había guardado desde hace ya bastante tiempo.

A eso de las cinco de la tarde, el pasillo del instituto se encontraba vacío, siendo él la única persona de pie, frente a ese casillero que tenía a Min Yoongi como dueño.

Honestamente, Jimin creía que su amor unilateral terminaría con sentimientos completamente pasivos, sin la gran necesidad de querer confesarse o hacerle saber al mundo lo mucho que pensaba en el capitán del equipo de basquetbol.

Sin embargo, quedaban solo unos cuantos meses para que termine el periodo estudiantil y algo en él, al saber que Yoongi se graduaría a finales de invierno, le dejaban un sentimiento amargo.

Mínimo que sepa que hay un chico que ha estado encantado con él desde que llegó, mínimo que sepa que hay un estudiante que va a todos sus partidos para animarlo en silencio, mínimo que sepa que hay un chico que lo observa de vez en cuando en la cafetería; mínimo que sepa que hay un chico de 16 años que se muere por él.

—Mierda. —susurró, quejándose por no ser tan valiente. Apenas un metro lo separaban de aquel locker ¿por qué era tan difícil? Había decidido esto hace dos semanas, no podía dar media vuelta e irse, y aunque todo su cuerpo se lo pidiera, no estaba dentro de sus planes.

La tarea era muy fácil: deslizar su carta de confesión a través de la ranura e irse a casa como si nada hubiera pasado.

"Joder, no puedo." 

Caminó hacia la salida a pasos apresurados y justo cuando se iba a ir, se detuvo en seco, apretando los labios y girándose para volver a entrar al edificio. Casi corriendo, deslizó la carta por la ranura y se quedó respirando agitado, entre jadeos mientras su pecho subía y bajaba y su corazón palpitaba como si quisiera salir de su sitio.

Su rostro se tornó rojizo sin ninguna razón y sus manos comenzaron a sudar sin control. Tenía que irse de ahí, estaba tan avergonzado. No había pasado ni siquiera un minuto y ya se sentía arrepentido de haber escrito esa carta. 

Y no sabía si el destino lo odiaba lo quería, pero indagaría en eso más tarde, porque apenas se gira para caminar hacia la salida, ve a Yoongi de pie, con las manos en los bolsillos apoyado al final de la fila de casilleros. 

Palideció un poco, intentando no verse sorprendido cuando ahogó un grito. Yoongi le sonrió y Jimin juró sentir su corazón inflándose de ese sentimiento que llevaba por dos años con el nombre de Min Yoongi en el centro y con letras grandes.

No sabía dónde esconderse, literal. Ni siquiera sabía cómo hablarle.

—Uhm... —se removió en su sitio, apretando la correa de su mochila y caminando para pasar por su lado—, h-hasta luego... sunbaenim...

Yoongi rió y Jimin se sintió un poco apenado mientras moría de bochorno, creyendo que el mayor se estaba burlando de él. A este punto, deseaba retroceder el tiempo y no haber deslizado esa carta, ni siquiera haberla escrito.

Con la poca dignidad que le quedaba, pasó por su lado, pero no pudo avanzar más porque sintió una mano grande rodear su muñeca.

—Espera. —dijo el mayor, tirando del agarre y dejándolo frente a él. Jimin se asustó, nunca había tenido una conversación con él, y que en esta instancia sea la primera, no le gustaba para nada.

De todas formas, se acomodó en su sitio y tragó salida. —¿S-si?

—¿Por qué estabas en mi casillero? ¿qué hacías? —La mirada de Yoongi era penetrante, sus ojos obscuros, escondidos por una ligera capa de cabello negro le intimidaban y le hacían querer desviar la mirada hacia sus pies.

—Nada.

—Te vi deslizando algo estudiante —se cruzó de brazos y suspiró—, no le mientas a un sunbae.

Maldición. Fue pillado. Jimin cerró sus ojos y mordió sus labios con nerviosismo. No quería ser descubierto, pero ¡rayos! Ya lo había sido.

De todas formas, se negaba rotundamente a decir la verdad, Yoongi no estaba interesado en él y lo único que conseguiría diciéndole sus sentimientos sería un rechazo, un rechazo de su primer amor, y no se sentía preparado para eso.

—Y-o... ugh... me tengo que ir, lo siento.

Hizo una reverencia evitando en todo momento su mirada y aunque luchaba con las ganas de echarse a correr, intentó calmarse y caminar a pasos lentos, ocultando el estado alterado que lo tenía delirando.

—Jimin...

El nombrado se detuvo abruptamente, haciendo que el cabello rubio se revolviera un poco en su sitio. Un enorme hormigueo comenzó atacarlo en su estómago. Era imposible que Yoongi supiera su nombre. Demasiado imposible que siquiera se haya dado cuenta que existe un Park Jimin de 16 años en ese instituto, donde habían más de 100 estudiantes.

Jimin se volteó sorprendido, con las emociones brotando al mil por ciento al igual que su corazón que parecía saltar ahí dentro de su caja torácica, no quería ilusionarse, pero vamos... el chico que siempre quiso sabía su nombre. ¡Su jodido nombre!

Entonces Yoongi, de nuevo, le sonrió con una mirada completamente enternecida que le sacó unos cuantos audibles suspiros.

El mayor pareció pensar en sus palabras, porque no decía nada y Jimin apretaba las manos en puños a sus costados, esperando cualquier cosa.

De pronto, lo ve agachar el rostro y alzar nuevamente la mirada, manteniendo aún esa sonrisa que lo dejaba embobado. —La respuesta es sí.

Sus mejillas se encendieron aún más y el color llegó hasta sus orejas al dar cuenta el lugar para el que iban a parar sus pensamientos.

—¿Qué?

Yoongi observó su casillero y luego a él.

—A todo lo que escribiste en esa carta. Acepto todo, porque yo siento lo mismo.

Quien lo iba a pensar, Jimin, la persona más despreocupada del mundo como para darse cuenta que mientras él dejaba de mirar a Yoongi, era el mayor quien le observaba luego. Cuando él jugaba con su celular en los entretiempos de los partidos, era Yoongi quien lo buscaba con la mirada, sonriendo por verlo ahí en las gradas, en medio del tumulto.

Jimin quería expresar su felicidad a través de saltos y gritar bien alto que fue correspondido. Sin embargo, nada de eso llegó porque estaba tan sorprendido que simplemente se limitó a sonreír bien grande mientras un sentimiento demasiado tierno le llenaba el pecho, haciendo que su sonrisa se ensanchara más y sus ojos se achinaran sin ninguna vergüenza al comportarse como todo un adolescente enamorado.

Era extraño, el sentimiento tibio le provocaban una cantidad de felicidad enorme que era imposible de describir en unas simples palabras, así que simplemente se quedó de pie, en silencio, soltando pequeñas risas y volviendo a sonreír.

Esa tarde, el camino a casa fue mucho más ameno y lento, con Yoongi a su lado, preguntándole a Jimin por casi toda su vida y enumerándole todas las veces que intentó acercarse a él. Enumerándole todas las veces que no se percató del interés ajeno.

Diciéndole a Jimin, a través de los meses, que para él también era su primer amor.






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gracias por leer ♥

First; yoonminWhere stories live. Discover now