Capítulo 2

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Gustavo, Manu y Ángela estaban en el recinto ferial, grabando un reportaje bastante poco interesante sobre la situación en el lugar la mañana después del pescaito frito y el alumbrao. Habían ido allí en un coche de la empresa. Durante el camino, mientras conducía, Manu le iba explicando a Gustavo el manejo de la deteriorada cámara DVCPRO que llevaban. Éste, en el asiento del copiloto, le escuchaba atentamente con la cámara en las manos, mientras comprobaba la ubicación de los botones que le mencionaba su compañero.

En el recinto ferial, aunque no estaba abarrotado como suele suceder más avanzado el día, había mucha gente paseando. Sólo con los trabadores de las casetas y de las atracciones, los turistas y los feriantes que aún no se hubieran recogido de la noche anterior, en total debía haber cientos de personas.

Después de haber grabado unos planos que mostraban el estado del terreno, con basura tirada por los suelos y múltiples charcos de orina de caballo, rebujito, vómitos, Ángela se dedicó a entrevistar a unos y a otros, formulando preguntas superfluas sobre cómo se lo habían pasado y qué les parecía aquella fiesta. A diferencia de los planos para insertar en el montaje, más cuidados, las entrevistas las grababan cámara al hombro. Manu dejó que Gustavo operara con la cámara. Aún tenía que mejorar.

Ángela se dirigió a una pareja de turistas ingleses; a la mujer pareció darle corte que les grabaran. Pese a que era evidente que no entendían casi nada de español, Ángela se empeñó en preguntarles qué les parecía la fiesta. El hombre se limitaba a sonreír, alzar su dedo pulgar y decir algo parecido a «Sevilla muy bueno muy bueno». Ángela miró a la cámara y tradujo aquellas palabras a su manera para el público.

A través del objetivo de la cámara, Gustavo vio algo de agitación por encima del hombro de su compañera, en la entrada de la Calle del Infierno. Aún grabando, acercó el zoom para ver mejor.

– No te desvíes tanto – le dijo Manu, casi susurrándole al oído para que el micrófono de la cámara no lo registrase.

– Allí está pasando algo – se justificó Gustavo, también en voz baja. Ángela aún continuaba con la entrevista, pero viendo que no conseguía sacarle nada aprovechable a aquel matrimonio, la dio por finalizada. Gustavo continuaba grabando. Vio de entre la multitud a un chico con la camisa abierta que salía del tumulto y acudía corriendo hacia ellos. Tenía algo extraño en su mirada, era como si estuviera poseído. A medida que se acercaba, Gustavo alejaba el zoom para seguirlo. Ángela se percató de su presencia y se volvió.

– ¡Uy! Y aquí tenemos a un joven para quien, por lo que veo, la fiesta todavía no ha terminado... – dijo Ángela empuñando su micrófono, confundiendo al chico con un habitual juerguista ansioso por salir en televisión. Pero cuando éste les alcanzó se abalanzó sobre ella y la tiró al suelo violentamente. Ella, agarraba el micrófono con fuerza, lo cual hizo que, con la enbestida, el cable le pegara un fuerte tirón a la cámara, que cayó de las manos de Gustavo destrozándose en el suelo. A pesar de la situación en la que se encontraba Ángela, el cámara en prácticas se quedó bloqueado mirando el objetivo, que se había desprendido del resto de la cámara con el golpe.

– ¡Suéltala! – exclamó Manu golpeando al chico con el trípode plegado. Consiguió dejarlo inconsciente. Ángela estaba muy asustada. No le había hecho daño pero la había besado muy violentamente. Manu y Gustavo la ayudaron a levantarse. Miraron hacia la Calle del Infierno, había gente gritando y corriendo en todas direcciones. Seguramente la situación llevaba así un rato, pero a causa del ruido de las atracciones y la música, no se habían enterado.

– Coge eso y vámonos – le dijo Manu a Gustavo, señalando los restos de la cámara que seguían en el suelo. Tras hacerlo echaron a correr y se montaron en el coche. Manu e Ángela se sentaron delante, Gustavo detrás. Examinó la cámara, estaba inutilizable. No podría grabar el follón que les había seguido hasta las afueras del recinto ferial.

En el asiento del copiloto Ángela estaba muy agitada. Respiraba aceleradamente. Manu se percató de ello e intentó calmarla, mirándola fugazmente mientras conducía.

– Tranquila que no ha pasado nada, ¿vale? Le he pegado dos hostias a ese cerdo que seguro que le van a estar doliendo hasta la semana que viene. Vamos a ir a un médico para que te mire y después nos tomamos...

Ángela se le echó encima a Manu, justo como lo había hecho el chico con ella minutos antes.

El coche se desvió a laizquierda durante un momento, después se detuvo. Gustavo salió del coche con elfragmento más grande de la cámara aún en sus manos, gritando como si hubieravisto al Diablo. Echó a correr sin tener muy claro hacia dónde, huyendo lo máslejos que pudiera.

El Baile De Los SátirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora