Capítulo 1

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Gustavo estaba nervioso. Era su segundo día de prácticas en aquella emisora de televisión local, y su primer día como operador de cámara. Hubiera preferido que la escuela de Imagen y Sonido le hubiera mandado a una productora de cine, pero no tuvo suerte. Sabía lo que significaba trabajar en una emisora local, y más aún en una sevillana: fútbol, toros, Feria de Abril y Semana Santa. Al menos de esto último había podido librarse dos semanas atrás, pero con la Feria no había tenido tanta suerte. Debía haber empezado las prácticas a mediados de marzo, pero poco antes sufrió una aparatosa caída con la bicicleta que le dejó un brazo inoperativo.

El día anterior había entrado por la tarde. Realizó algunas labores en el estudio de la emisora, tanto en el plató como en la sala de control, y por fin conoció al jefe de personal, quien le dijo que, para cubrir cuanto antes de las horas de práctica acumuladas, al día siguiente fuera también por la mañana y acompañara a la reportera y el operador de cámara en la grabación de exterior.

De modo que ahí estaba Gustavo, sentado en la incómoda sala de recepción esperando a los que serían sus compañeros. Salieron un hombre y una mujer jóvenes. Él portaba una cámara y un trípode, ella un micrófono y una carpeta, por lo que no era muy difícil figurarse qué función desempeñaba cada uno.

– Tú eres el de las prácticas, ¿no? –dijo el cámara.

– Sí – contestó Gustavo, levantándose de un salto como la rana a la que evocaba su nombre.

– Hola, yo soy Manu. Ella es Ángela.

Gustavo le estrechó la mano de Manu y le dio dos besos a la guapa reportera.

– Yo soy Gustavo. Encantado.

– Nos vamos a ir la Feria, ¿te parece? – Dijo Manu. El novato asintió con una amplia sonrisa. Algo le decía que aquel día iba a ser de todo menos aburrido.


Mientras tanto, bajando por la autopista del V Centenario, Andrea saltaba de una emisora a otra con la radio del coche, buscando algo de música. Su hermano, Jorge, conducía. Las ondas hertzianas no ofrecían nada interesante, sólo gente hablando. Informativos, entrevistas, charlatanes religiosos... Algo un poco extraño, estando en plena Feria de Abril. A Jorge le pareció oír las palabras "presencia militar", pero su hermana cambiaba tan rápido que no le daba tiempo a escuchar ninguna frase completa.

– ¡Joder, vaya mierda! – exclamó Andrea al tiempo que apagaba la radio. Últimamente estaba muy irascible. Hacía poco tiempo que su novio la había dejado después de tres años de relación, teniendo ella que volver a casa de sus padres en Mairena del Aljarafe. Al evidente malestar que aquello implicaba se le sumaba el inconveniente de dejar de vivir en Sevilla capital, donde tenía su trabajo como profesora en el colegio de primaria San Humberto.

– En la guantera creo que hay un disco de The Cranberries – dijo Jorge sin apartar la mirada de la autovía. Había bastante tráfico, mucho más de lo habitual a esa hora un martes de Feria. Andrea abrió la guantera y encontró un CD gris en el que estaba escrito a mano «The Cramberrys 4». Lo insertó en el reproductor, empezó a sonar Animal Instinct.

En la entrada a Sevilla había una enorme retención provocada por un control de la Guardia Civil.

– ¿Un control de alcoholemia un martes a las ocho de la mañana? – preguntó incrédula y retóricamente Jorge – Sí que está mal la gente, ¿no?.

– Verás tú, ¿a que llego tarde? – exclamó Andrea resoplando.

– Total, para lo que hacéis en Feria...

Sin embargo, el temor de Andrea pronto se disipó al comprobar que la cola, aunque larga, era bastante rápida. No tardaron en llegar hasta un agente de la Guardia Civil. Jorge bajó su ventanilla, dispuesto a soplar por la boquilla del alcoholímetro.

– Buenos días – dijo el agente.

– Buenos días – contestaron los hermanos.

El guardia civil echó un rápido vistazo primero al interior del coche, y luego a sus ocupantes.

– Vale, continúen – dijo finalmente, para la sorpresa de Jorge. Éste se apresuró a obedecer sin hacer preguntas, no fuera a ser que cambiara de opinión.

Una vez dentro de Sevilla tardaron más de veinte minutos en llegar al colegio. Por el camino se cruzaron con varios coches de policía circulando a toda velocidad con sus ensordecedoras sirenas. Tenía que haber una amenaza terrorista o algo por el estilo.

En el colegio las clases empezaban a las ocho y media, así que Andrea llegó por los pelos. En cuanto el coche paró, salió y cerró la puerta de un portazo. Después se asomó por la ventanilla del conductor para despedirse de su hermano.

– Bueno, ya hablamos para lo de esta noche, ¿no?

– Sí, lo más seguro es que vayamos a la Feria en metro, para no tener que dejar el coche allí.

– Vale, venga, hasta luego.

– Hasta luego.

Cuando Andrea se adentró en el colegio, Jorge se dirigió con el coche a la ferretería, en la calle Alejo Fernández. Era un comercio familiar afectado por la crisis, pero no les quedaba más remedio que abrirlo, ya que era la única fuente de ingresos que tenían aparte del sueldo de Andrea, el cual tampoco era muy elevado.

El Baile De Los SátirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora