Así comienza...

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Era un dia como cualquier otro, tan fastidioso como el anterior, tan corto e insuficiente. Este dia era realmente tedioso, y no lograba comprender porque. Tenía esa sensación en el cuerpo, en el estomago, como si algo fuera a pasar. Algo fuera de lo común. La última vez que sintió algo así, fue esa noche, cuando aquel maldito rompió sus ilusiones... -Basta. -se dijo en voz alta. Llevaba un tiempo largo dominándose. Llevaba un tiempo largo cortando en seco aquellos recuerdos. Tuvo que aprender a reinventarse, tuvo que aprender a hacerse del dolor. En fin, ¿cuanto tiempo había pasado? ¿Cuatro años? Si alguien se enterara que si quiera recordaba su nombre aún, pensarían que tan solo era patética. Estúpida y patetica. Y no lo era, jamás dejaría que nadie lo supiera. Y si tuviera que convenserse a mi misma de ello, lo haría sin más. No necesitaba ni siquiera la lastima propia. Habia decidido hacer como si el no existiera. Y bien lo estaba logrando, si no fuera porque de una u otra manera, cada tanto, se topaba con él. Ese día, se había despertado sintiendo que algo no grato iba a sucederle. Lo que Atena, esa hermosa joven de veintidos años, cabello con ondas suaves, largo hasta la cintura, de color castaño claro, ojos grises como la plata de la luna no sabía era que su gran fantasma comenzaría a acecharla desde hoy.

-¡Buenos días señorita! -le saludó amablemente el portero de su edificio. Ella como estaba de mal humor, apenas le dirigió una fingída sonrisa, y colocándose los auriculares, inició la lista de reproducción de música que se había preparado para la mañana. Se colocó sus anteojos estilo aviadores espejados, para que nadie pudiera ver sus ojos, y se dirigió camino a la facultad. En una semana tenía su primer exámen y por tanto, se sentía extremadamente nerviosa.

-No tienes nada de que preocuparte -se dijo en voz alta. La caminata, lejos de relajarla, la ponia aun mas nerviosa, sentía que estaba cada vez mas lejos de su destino. En el camino, una mujer mayor la choco casi alebosamente, tirando su celular al piso.

-¡Fijate niña maleducada! -le dijo. Atena tuvo que hacer un gran esfuerzo para no mandar al demonio a esa mujer, sus padres le habian enseñado respeto ante todo para con sus mayores. Recogió el telefono rogando que no se hubiera roto. Sabia perfectamente lo exigente que era con los celulares, si se le dañaba, tardaria mucho tiempo en querer comprarse otro. Miró la hora y se dio cuenta que aun le faltaban unas cuantas calles y solo tenia 10 minutos para llegar. Era tiempo de correr. Si tan solo no fuera una fumadora activa, esto no representaria ningun problema. Cuando llego al edificio, tomo el asensor, y lo hizo solo para tener unos segundos para normalizar la respiracion, puesto q le aterraba esa caja que subia y bajaba. "Es un miedo irracional" le decia su padre, al igual que hacia con todos sus miedos. Su clase estaba en el ultimo piso, asi que pudo tranquilizarse lo suficiente como para mantenerse en pie. Tuvo suerte, el profesor se habia retrasado unos minutos por atender un llamado y ni siquiera habia pasado lista. Se sento en su asiento habitual y alli estaba su amiga del alma, aquella que parecia su hermana. Incluso jugaban a decir que asi era cuando salian a bailar, era divertido ver como muchos chicos se tragaban el embuste.

-Quitate los anteojos, pareces resacada -le dijo Lucy. Atenea la miro por encima de los aviadores, molesta. Su amiga tenia la piel ligeramente morena, haciendola ver como un actriz de centro america. Sus ojos eran casi tan transparentes como el agua, asemejandose al color de Atenea. Era levemente mas alta y su figura mas curvilinea, lo que provocaba estragos en los muchachos a la hora del baile.

-Estoy de muy mal humor -murmuró secamente.

-Lo se, pero olvidate de lo que sea que te haya sucedido y concentrate que esta clase es importante -la regaño Lucy, a sabiendas de lo facil que su amiga se distraia. El profesor entro en el aula y todo se volvio... igual. Tedioso y monotono. No entendia porque estaba tan irritable. Era esa estupida sensacion que tenia en las entrañas, que le decia que algo pasaria en el transcurso del dia. Anoto todo lo que le parecio importante, garabateando en la hoja de vez en cuando, intentando anclar su mente a la insufrible clase. Pero resultaba casi imposible, estaba incómoda y nerviosa.

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora