Octubre 10 de 2016 Trabajando

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Suena el despertador pero yo no me muevo. No siento ni tengo las fuerzas necesarias para salir de la cama ¿Para qué? Nada interesante me espera ahí afuera. Me cubro la cabeza con la almohada y sigo durmiendo un poco más. A veces las pesadillas son más soportables que la propia realidad.

El sonido de llamada entrante me despierta. Cojo el teléfono y corto la llamada sin ver quién es. No hay nadie con quien desee hablar. Miro la hora y.... demonios, es muy tarde. Me levanto con lentitud en dirección a la ducha, me tardó bastante ¿Para qué apresurarme? De todos modos mi jefe me va a regañar, minutos más, minutos menos, no harán mucha diferencia. Me visto con calma y busco algo en la nevera para comer.

Finalmente llego dos horas tarde al trabajo. La llamada era de uno de mis compañeros de trabajo. Me encuentro con mi jefe que me llama a su oficina. Me regaña por la evidente falta de responsabilidad que he demostrado el último tiempo y por el gran retraso que he tenido hoy. Mientras me habla de mi terrible desempeño, que soy una vergüenza y muchas otras cosas, me encierro en otro mundo y no escucho ni una palabra de las que me dice, tengo muchas otras cosas en las cuales pensar para preocuparme de lo mal que lo hago en el trabajo. De pronto regreso a la realidad cuando escucho a lo lejos a mi jefe preguntarme si estoy bien. Al parecer se ha percatado de la palidez de mi piel, las ojeras y mi extrema delgadez. Le resto importancia y le digo que todo está bien. Se conforma con mi contestación y me deja marchar con una advertencia.

La jornada se me hace eterna. Desearía estar en cualquier otro lugar en estos momentos. Mi estado de ánimo es deplorable y se hace notar con mis compañeros de trabajo. He discutido con cada uno de ellos, su mera presencia me molesta, no soporto que estén cerca de mi y mucho menos que me hablen. ¿Es que no lo entienden? Son una molestia, desearía que se abriera la tierra y se los tragara para que dejaran de fastidiarme. Los muy cobardes se han ido a quejar con mi jefe, como si me importara en lo más mínimo, lo que pueda decir.

Las horas pasan y la situación no mejora, es más, todo ha ido empeorando. Me equivoco a cada momento, las cosas se me caen de las manos, no le presto la atención suficiente a los clientes y les entrego sus productos cambiados por lo que consigo que no paren de quejarse de mi mal servicio. Si solo supieran que sus protestas no generan ningún interés en mí.

Dioses ¡Me estoy muriendo! Si estoy aquí es porque la rutina me ha hecho levantarme de la cama. Si pudiera estaría en cualquier otro lugar, pero no tengo a donde ir. A veces pienso que desaparecer de este mundo es lo mejor que podría suceder. Aquí ya no hay nada para mi, solo esperar el gran día o ayudar a adelantarlo.

Las horas pasan y todo sigue igual, los clientes y mis compañeros ya no me soportan. Las quejas siguen una tras otra. ¿Es que no entienden que ya no me importa? Sus malditas vidas no son sustanciales. En determinado momento llego al límite y comienzo a gritar a los clientes, los insulto y ofendo con las peores palabras. Mis compañeros de trabajo tratan de detenerme pero hago lo mismo con ellos. He perdido totalmente el control y antes de que mi jefe venga a regañarme yo voy hacía el. Increíblemente no me despide, solo me envía a casa. Cree que con un poco de descanso todo mejorará. Nada está bien ¡Nada! Salgo del lugar con un gran portazo y desaparezco por las calles de la ciudad en dirección desconocida. ¡Ya no puedo más!

Malditas personas. Maldita agonía. Maldito mundo. ¡Maldito todo!

HOY ES EL GRAN DÍAOn viuen les histories. Descobreix ara