WRONG | Obi-Wan Kenobi no había tenido nunca problemas con las normas de La Orden Jedi, pero eso cambió cuando la conoció a ella. Khëila Boods era respetuosa, dulce, joven, hermosa, trabajadora y un sueño en vida para Kenobi. Ella era su padawan, él...
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E X T E R N O
Khëila despertó en una habitación oscura, encadenada a una pared. Como acto reflejo, comprobó que estuviese sola. Sus músculos se relajaron un poco al ver que no había una amenaza directa, pero sus ojos, mareados, estaban muy abiertos. Intentó liberarse de la cadena que la sujetaba a la pared, pero era algo inútil.
Entonces se paró a pensar. ¿Qué hacía ella allí? ¿Quién la había capturado? Lo último que recordaba era un intenso dolor en su vientre y un desmayo. Y un beso. Se sonrojó, maldiciéndose. Probablemente, cuando consiguiera salir de aquel lugar y se reuniera con Obi-Wan, él le diría que había sido un error. Quizás incluso se lo diría al Consejo. No, él no haría eso. Los echarían a ambos de la Orden. Además, Obi-Wan la apreciaba. "Pero quizás no de la forma que yo le aprecio a él", se lamentó. Sus ojos se aguaron, pero organizó sus pensamientos por prioridad. Tenía que escapar.
Tiró del metal, pero nada ocurrió. Intentó utilizar la fuerza, pero las cadenas parecían rechazar su poder. Nada servía. Se quedó allí, al borde del abismo, como única compañía, la soledad.
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Kenobi tenía los ojos más cansados que nunca. Anakin Skywalker estaba sentado a su lado mientras que Obi-Wan miraba a la nada con rostro de abatimiento. Su antiguo Padawan no sabía los detalles de la relación que aquellos Jedi mantenían, pero después de ver la actitud de Kenobi, se lo imaginaba. Sólo lo había visto así cuando Qui-Gon Jinn había fallecido.
Entonces, se miraron. Anakin intentó no darle una mirada de pena; pero Kenobi reconoció el gesto enseguida. Se irguió y estiró la espalda, con aquel rostro que parecía imperturbable. Bajó la mirada y le dio una sonrisa amarga.
—La encontraré.
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El maestro Yoda encontró a Kenobi en la Sala de las Mil Fuentes y se sentó a su lado en silencio. Aclaró su garganta.
—Tenido un presentimiento he sobre la joven Boods.
Los ojos de Obi-Wan brillaron y se giró de golpe. Él llevaba semanas intentando localizar su paradero; pero la amarga verdad de que la fuerza parecía estar dándole la espalda lo perseguía.
—¿Qué ha visto? —inquirió con entusiasmo y miedo—. ¿Está viva?
—A través de la fuerza la he sentido, sí —afirmó el maestro—, pero bien no está. Una extraña sensación tengo de que ella no abandonado ha. Otra razón es por la que entre nosotros no está.
Obi-Wan intentó no mostrar su alivio demasiado superficialmente, pero fue incapaz de no sonreír. Suspiró, intentando mantener sus pensamientos en orden, como el Jedi que era.
—Pero... —sacó un pequeño papel de su bolsillo—. Esta nota...
—Muy ciego estás, Obi-Wan —se burló Yoda—. Y muy ciego estoy yo.
El corazón de Obi-Wan se aceleró. No estaba entendiendo mucho, eso lo frustraba.
—Maestro, ¿qué quiere decir? Necesito que hable claro, por la fuerza.
El maestro Yoda sonrió de forma casi exagerada. Le explicó la situación con amabilidad.
—Claro hablando estoy, joven maestro. El pasado a Khëila persigue. Un pasado que no tardado ha en convertirse en presente. El tiempo a correr ha empezado. Me temo que algo más grande que la joven Boods esto es.
