Mamá.

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Odio estar sentado en el comedor con mis padres y con mi hermana. Odio la forma en que mi madre piensa que puede tener control sobre mi vida, odio la forma en la que ella, siendo su hijo, no confié en mí. No baja la voz, pareciera que alzándola tomara el control de la situación, mi padre guarda silencio y mi hermana trata de defenderme.

Es estúpido hablar de que voy a estudiar si saben que lo único que me gusta es leer y escribir. Y ay mierda, ya comencé a llorar. Odiaba tanto mostrarme tan débil, pero simplemente, no podía detener aquel nudo en mi garganta.

— ¿Y qué piensas? ¿Qué vas a vivir de tus estúpidas novelas, Luhan?

— Mamá... él tiene talento, he leído unas cuantas cosas suyas y son muy buenas—. Me defendió mi hermana.

— Tonterías. No voy a malgastar dinero en algo que no va a funcionar.

— ¿Tonterías? —La voz se me quebró mientras hablaba—. ¡Es mi vida! ¡Tú no puedes decirme qué estudiar! ¡Yo soy el que se va a joder el cerebro estudiando, no tú!

Me fulminó con la mirada y yo se la sostuve, era mi jodido sueño, yo anhelaba estudiar lo que me apasionaba, no lo que ella quería. Mi padre cogió su mano para tranquilizarla, luego me miró.

— ¿En serio quieres dedicarte a los libros? —Asentí sin dudar— es tu vida hijo, ni yo, ni tu madre podemos tomar tus decisiones.

— Se pagará él la escuela entonces, no planeo malgastar dinero en tonterías.

¿Has sentido alguna vez esa sensación de odio hacia tu madre? En ese instante lo sentí, sentí que la odiaba, y no era la primera vez. Me levanté del comedor de manera brusca y me fui a mi habitación, estaba hecho una furia y no quería saber más de ella. Mi padre me llamó unas cuantas veces y lo ignoré, no quería hablar más con nadie.

***

Era martes por la mañana cuando desperté para ir a la escuela, no me apetecía ir, menos porque seguía de mal humor y seguía sin hablarle a mi madre. Cogí el dinero y me fui a tomar el autobús. No me despedí de ella, pero la vi preocupada. A veces, ella nunca medía su boca y se arrepentía de lo que había dicho, sin embargo, era de las personas que no sabían decir un perdón.

Tan pronto llegué a mi salón me senté hasta al final, con mi pequeño grupo de amigos. Los saludé con una sonrisa fingida y hacía como que los escuchaba. Era primera hora cuando el maestro de cálculo llegó. ¿Alguna vez has puesto tal cara de entenderle a un tema, pero en realidad en tu cabeza estás imaginando historias o acordándote de algún anime? Bueno, en esa mañana en particular, estaba así, actuando. Ni si quiera sabía de qué iba el tema.

— Entonces, jóvenes ¿Quién desea resolver este ejercicio? —El maestro fijó sus ojos en cada alumno de la clase, pobre al que le tocara—. Tú, contéstalo—. Y me señaló a mí.

— Ay mierda.

La clase entera se echó a reír y yo no supe dónde meter la cabeza. Tuve la suerte de que mi maestro también se burlara de la situación y continuara con la clase. Al menos eso me quitó el mal humor.

Estuve más perdido en mi mente que en mis clases. Estaba en mi último año de preparatoria, penúltimo semestre y en el siguiente, comenzarían a tramitar los papeles y estudiar para el examen de admisión a la universidad. Y a pesar de que supiera qué estudiar, mi mayor pavor era fracasar, me daba demasiado miedo crecer, tomar decisiones incorrectas y defraudar a mi padre. Incluso a Xiumin y a Sehun.

Xiumin creía en mí, sentía su apoyo, Sehun igual. Me recargué en el pupitre y así pasé el resto de mis clases. A veces, ni siquiera confiaba en mí mismo.

— ¿Planeta Luhan? ¿Hay alguien ahí? —Susurró mi amigo, dando pequeños golpecitos en mi cabeza, yo me removí en mi asiento.

— Chanyeol... ahora no,

— ¿Qué pasa? Ni siquiera has comido entre clases, siempre estás comiendo.

— Eso... eso es mentira.

— Por dios ¡ayer el salón escuchaba como te tragabas una bolsa de papas!

— ¡Eso es mentira! ¡Incluso te di! Mira como me lo agradeces.

Chanyeol comenzó a reír y pronto le seguí. En el salón era bien conocido por: Luhan bollos, lo sé, suena raro, pero siempre, y casi siempre, traía un pan o un emparedado y me lo comía entre clases. También me decían el escritor o novelista (apodo que me gané por un maestro), entre otros.

Las clases continuaron, el receso pasó y en cuestión de horas, yacía devuelta a casa. Sabía que me sentiría incomodo al regresar a mi hogar y encontrar a mi madre, lo peor de todo, era regresar con hambre y no poder pedirle de comer porque se supone que estás molesto, pero tu estómago pide comida y no te queda de otra más que doblar el orgullo y pedirle.

Cuando llegué no había nadie más que ella, la saludé sin mirarla y planeaba pasarme de largo a mi habitación, pero me llamó. Me voltee a mirarla y la vi preocupada.

— ¿Pasa algo?

— Siéntate, hay que hablar.

Dejé mi mochila en el piso y me senté como ella lo pidió.

— Para esa carrera que quieres... ¿solo se puede ser novelista?

— Puedo ser maestro o trabajar en editorial, entre otras cosas—. Mi madre soltó un suspiro—. Dejemos esto así, ya veré cómo pago mi escuela y... no sé, trabajar.

— Solo quiero lo mejor para ti, Luhan, me preocupa el hecho de que no tengas un buen futuro. Sé que no te gustan las matemáticas y solo quieres leer libros polvorientos, así que está bien.

Creo que me estaba dando un sí. El enojo se me había pasado un poco y le sonreí. No me gustaba estar enojado con ella, pero seguía sentido.

Tal vez todos deberíamos de comprender que no era tan sencillo conseguir nuestros sueños, y para mí, en esa edad, mi mayor escalón era mi madre. 



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Ya sé, ya sé, está muy corto el capítulo, y tal vez ya sé (?) ya llegará Sehun y Luhan con sus momentos cursis (o tal vez no). 

Cuando una lágrima cae del cielo (HunHan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora