Capítulo 1: Trabajaremos juntos, princesita.

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Su reflejo era de revista en el espejo de la limusina, había logrado disimular muy bien las ojeras. Solo esperaba que su maquillaje no fuera muy cambiado en el estudio, detestaba cuando las encargadas no colaboraban con su rostro arreglándola para las escenas, ¿cómo podía ser ella mejor que una profesional? 

Hizo una mueca y se llevó un mechón de su arreglado y recientemente oscuro cabello detrás de lo oreja, avergonzada en su interior por sus pensamientos. Al principio de su carrera sus actitudes no eran las mejores con quienes estaban a sus servicios, pero durante su avance y al notar que ellos, como ella, solo hacían su trabajo, fue mejorando al ayudarles, tanto en su tono de voz e incluso bajándole un poco a su típico aire de superioridad con las demás personas. Lo triste de la historia es que, quienes habían sufrido de su inmadurez de niña mimada que no había salido al verdadero mundo hasta ese momento, se la devolvieron publicando por cualquier periódico de farándula que se les atravesara sus tonterías. Sumado a eso tuvo que aceptar actuar como la malvada gemela de Elsa en la última película de Frozen, porque era una oportunidad maravillosa trabajar con Disney y, bueno, su corazón de fangirl pudo.  Y con el apodo de Reina de Hielo, inevitablemente, se había quedado.

—Señorita Bourgeois, ya llegamos —anunció el chófer con voz solemne, haciéndola fijarse en verdad de la ventana. El estudio de la industria 20th Century Fox Film Corporation, ubicado en la capital del país, le resultaba minúsculo de ver. Comparado a los sitios en los que había trabajado de Hollywood, Reino Unido, y siguiendo la larga lista, se notaba que era algo improvisado y que no estaban acostumbrados a trabajar en el pequeño París. Pero la historia de Ladybug comenzaba y seguía por esas calles, así que no les quedaba de otra.

El mismo chófer le abrió la puerta, ella salió sinuosa con su abrigo y colocándose los lentes de sol gigantes mientras iba caminando. Lo miró de reojo y le comunicó que ella le avisaba si necesitaba de sus servicios al terminar, le deseó buenos días y no dijo otra palabra a ninguno de los que le abrieron puertas, tomaron su abrigo y le dedicaron saludos o miradas hasta llegar a la entrada del estudio indicado en su teléfono. Si no trabajaban con ella no les debía su amabilidad o atención, esa era su norma.

Norma que fue rota al, distraída en el teléfono, chocar con lo que parecía una pared.

Pero las paredes no son así de guapas.

—Con que es Bourgeois. Esta vez no tienes excusa para gritarme —Reconoció esa risueña voz masculina antes de que se volteara, mientras ella solo retrocedía intentando mantener el equilibrio con sus tacones... lo cual no estaba funcionando.

Antes de que si quiera reaccionara, ya la única mano desocupada de Nathanaël estaba en su cintura, evitando por segunda vez que cayera en frente de las ocupadas —y curiosas— personas que andaban por los pasillos. 

Y sucedió lo que nadie, jamás en la vida, había visto. Ni si quiera ella recordaba cómo se sentía.

¡Chloé Bourgeois se había sonrojado!

Que alguien por favor trajera el piano y se lo tirara encima, gracias.

Al notar lo enormemente abochornada que estaba la chica, la sonrisa burlona de Nathanaël desapareció y fue sustituida por una expresión de casi miedo, mientras se alejaba por lo menos medio metro de a quien pensaba, sutil pero hábilmente, molestar. Viendo la cara de Chloé, podrías pensar que estaba a punto de tornarse en un Hulk amarillo, correr hacia algún lugar del estudio y lanzarle a mil kilómetros por hora lo más pesado que encontrara, dejándolo morir feo y solo y muerto.

Pero no. Su reacción fue todo menos eso.

La heredera de los Bourgeois solo se enderezó recuperando el equilibrio, bajando la impactada mirada hacia el suelo y cruzando los brazos como si quisiera protegerse, intentando incluso que su nuevo azabache y alisado cabello le tapara el notorio sonrojo en su cara. 

—Disculpa, Nathanaël, no te vi.

Sonaba sincera. Era una disculpa de Chloé Bourgeois, ¡y sonaba sincera! Si tan solo hubiera sido así cuando eran adolescentes.

Más tarde miraría las noticias para confirmar que no estuvieran volando peces.

Se llevó un brazo hacia la nuca, bastante avergonzado por lo que acababa de suceder y por los prejuicios de su alocada imaginación ante la chica. Esta fue levantando la mirada lentamente, repitiéndose que no había pasado nada y que su cuerpo no tenía por qué reaccionar así ante un simple toque de un conocido cualquiera, que ni si quiera sabía sus razones para estar allí. Por lo que aun estando sonrojada le mantuvo la fría mirada, enderezó la espalda y torció la cadera.

—¿Y tú qué haces aquí, Kurtzberg? ¿Me estás persiguiendo acaso?

Y ahí estaba su conocida Chloé, ya decía él que se había tardado.

Sonrió amplia y burlonamente, al parecer a la gran actriz no se le había informado de su equipo de trabajo.

—No, Bourgeois. Mi mundo gira alrededor del arte, no de ti —respondió, igual de cortante que ella—, y entre ese arte está mi trabajo como guionista, por si no lo sabías.

Su sonrojo desapareció de inmediato, siendo sustituido por un ceño fruncido y una mueca de desagrado que si adoptaran forma humana, Nathanaël los podría imaginar enterrándolo.

—¿Guionista de qué? ¿Acaso tú no eras pintor? —intentó ser lo menos ofensiva posible, porque entre su norma estaba respetar a todo los que fueran trabajadores en el mismo sitio que ella, y si en verdad Kurtzberg lo era tendría que hacer un gran esfuerzo para cumplirlo, pero él pudo sentir a millas la burla en la última pregunta.

Su sonrisa era de oreja a oreja. 

—De casi nada, querida Chloé. Solo de la película en la que eres protagonista —Después de soltar la respuesta con su mejor condescendencia fingida, ver cómo su expresión cambiaba por una de total sorpresa e incluso sus brazos caían, Nathanaël tomó sus dos manos y dejó allí el libreto que había cargado durante toda su conversación bajo el hombro, para luego voltearse y seguir con las manos en los bolsillos de su jean medio roto hacia su nuevo lugar de trabajo, silbando alegremente—. Disfruta de las nuevas mejoras.

Chloé tardó varios segundos en reaccionar.


n o t a d e a u t o r a:

¿Qué les parece, eh? ¿Eh? 7u7.

De Pinceles y Labiales |Nathloé|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora