Misión en Olsvetik Parte I

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Los dos habían estado esperando meses por esto. A veces ocurría y había que aprovechar al máximo ese momento en que el mundo parece dejar de girar por al menos una semana. Aun en la MI5 de Himburgo había un punto en el cual, simplemente, no quedaba trabajo por hacer ni caso que analizar. Siempre y cuando a ningún pirado se le ocurriera poner una bomba o tomar un avión de pasajeros la situación general era relativamente calma.

Hasta nuestros enemigos tienen que cojer de vez en cuando ¿No? Pensó Mathew abriendo la botella de Whisky importado de Herkrania que había comprado para agasajarla esa noche lluviosa. Los dedos finos y suaves de Mona le tomaron por los hombros cuando estaba de espaldas a ella en la cocina, le besó el hombro derecho adolorido y mientras reía como una niña haciendo una travesura le mordió un poco el cuello.

Parecía que irían por el tercero. Mona cruzó sus brazos sobre el pecho de Mathew y le susurró al oído:

- Uno más y basta...

Mathew hizo una mueca fingiendo pensarlo mientras ella le besaba el cuello, esta vez del otro lado. Sus manos se aferraban a él con una seguridad y fuerza cada vez mayor. Era muy buena en la cama, mejor de lo que hubiera esperado el día que la conoció. - No se...Mañana hay que ir a trabajar y yo, bueno...soy un tipo muy responsable.

Mona le tomó el rostro con las manos, le dio un beso que hizo sonoro a propósito y se puso frente a él, sentándose en la mesada de la cocina. La bata negra de seda se desprendió mostrando sus piernas. Estaba recién bañada y olía a Shampoo Cheaptell de manzana. Su piel tenía la suavidad deseada, él la tomó por los muslos y le sonrió. Mona echó una risita tan genuina y despreocupada que le sorprendió. - Se que es muy responsable en su trabajo...Esta para una recomendación y me gusta que lleguen temprano a la sección. - La Dracida movió sus ojos de derecha a izquierda de forma irónica. - Pero tengo un sólo problema con eso...

- ¿Y eso sería?

Con aires felinos en sus ojos celestes ella lo tomó de la nuca y lo obligó a tomarla de nuevo en sus brazos como una leona.

- Cojemos demasiado bien...- Le guiñó un ojo.

- Por El Rey y la Patria...- Dijo Mathew haciendo el saludo militar.

Envueltos en besos y caricias, cada tanto soltando alguna risa, fueron hacía la habitación. Mathew no recordaba cuando había sido la última vez que había deseado tanto a una mujer. No en el sentido romántico o meramente amoroso. Ella despertaba en el algo inclusive superior a esas dos cosas y era difícil dilucidarlo en su cabeza. Podía pasar semanas sin verla, sin siquiera pensar en ella, como si no existiera. Pero cuando lo hacía, cuando recordaba algún gesto o palabra, cuando olía en otra mujer ese perfume tan particular no se la podía sacar de la cabeza hasta acostarse con ella.

A pesar de ser una mujer de un carácter un tanto fuerte y muy inflexible en un millón de cosas que a menudo suscitaban discusiones en la Sección, cuando Mona no trabajaba se convertía en otro ser. Una mujer con una luz y simpatía muy difícil de igualar. Era de Bilingord y suponía que eso la hacía capaz de pasar de Rambo a Candy Candy en menos de lo que canta un gallo. Tan pronto como acababa su trabajo, ¡Dios! era una mujer para soñar.

Por poco y se tropezaron con la cama en el cuarto. Mona quedó sobre él. Le puso un dedo sobre los labios pidiendo silencio. Estaba radiante, alegré y él también. Pocas personas lo hacían sentir así. Mona se inclinó sobre él y sus senos rozaron su pecho con su candor amigable y generoso.

- Garchemos hasta el amanecer y faltemos al laburo juntos.

Mathew fingió una sonrisa y no respondió.

Sin Finales FelicesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora