Capítulo 16

Beginne am Anfang
                                    

—Sí —responde como si fuese obvio—. Todos estamos destinados a algo. Hay sucesos que marcan nuestra existencia, y ellos nos guían a lo largo del destino que nos toca. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Asiento. Claro que lo entiendo.

¿Estaba yo destinada a vivir todo ese infierno cuando era pequeña, sólo para encontrarme con Yuu en el presente? Es decir, si mi padre no hubiese matado a mi tía y si yo no hubiese presenciado aquello... ¿Habría posibilidad alguna de cruzarme a Yuu en el camino? ¿O él sería parte de mi destino de alguna u otra manera? ¿Será él parte de mi futuro?
Las preguntas llegan como una cascada, me empapo de ellas. Y, aunque quiero lanzar lejos mis pensamientos, ahora no puedo. ¿Tenemos alguna posibilidad de elegir el camino? Como un videojuego, un famoso Elige Tu Destino...

¿Cómo hubiese sido mi vida si, por ejemplo, hubiese decidido jugar en la PlayStation con Reita en lugar de las escondidas? ¿Mi padre hubiese matado a mi tía de todas formas, por esa razón que aún desconozco? ¿Y si nunca nos hubiésemos mudado a Francia?
Cierro los ojos para no pensar en ello. No necesito cuestionarlo todo. «Las cosas pasan por algo», diría mi madre. ¿Qué hago aquí, en medio de la biblioteca, reflexionando acerca de todo esto?

No me doy cuenta que tengo los ojos cerrados hasta que los abro y me enfoco en el libro.

—He estado pensando mucho —dice Kazuki en voz baja—. Si no hubiese visto ese libro horrible cayendo de tu mochila, probablemente no estaríamos aquí hablando. O tal vez sí —se corrige y encoge de hombros con una sonrisa.

Le sonrío débilmente. Aquello también es cierto.

—¿Puedo llevarlo a casa? —pregunto cerrando el libro—. Te lo devolveré cuando lo termine, lo prometo.

Asiente y se lo lleva al mostrador. Le pone una etiqueta con un código de barras en el interior y lo pasa por una máquina. El aparato hace un pitido y él me lo coloca en la mochila, negando cuando quiero pagar el alquiler del libro.

—Está a tu nombre. Puedes devolverlo cuando quieras —dice con una sonrisa—. Espero no te haya aburrido con las tonterías que conté.

—Para nada —respondo—. He pasado un buen rato, en verdad te lo agradezco. Eh... Tengo que irme a casa.

Me acompaña a la salida, y aunque aún no ha oscurecido del todo, debo llegar a casa rápido y prepararme para esta noche. ¡Voy a tomarme hasta el agua del florero! ¡Fiesta!

—¿Estás ocupada esta noche? —pregunta casualmente.

—Sí —miento—. Tú sabes, la próxima semana hay exámenes y debo estudiar.

—Suerte con ello —desea acomodando sus finos lentes—. Nos veremos en cualquier momento, Mickaellie.

Lo saludo y me voy rápido. Cuando llego a casa, me doy un largo baño y me acicalo para salir, sintiéndome una pequeña chica sexy envuelta en un vestido negro. Odio los vestidos, pero esta ocasión es especial y la prenda me queda linda; además no habrá compañeros ni conocidos del instituto pululando por ahí, fijándose en mi cuerpo o mi ropa.
Me siento extrañamente incómoda, como si hubiesen dos manos invisibles sosteniendo mis muñecas y el viento susurrando que me quede en casa. Algo pesa en mi pecho, y asocio aquella sensación con la decepción de saber que esta noche no habrá acción caliente y desenfrenada con cierto profesor.

¿Y si lo llamo por teléfono y le digo que estoy apretada en un vestido a punto de salir? ¿Vendría por mí para pasar la noche juntos en el bar? ¿O me pediría que me quede en casa hablando con él hasta el amanecer? ¿Me cortaría? ¿Me atendería siquiera?
Me grito mentalmente algo como «¡Estás enojada con él!», así que decido no cometer ninguna estupidez, dejo el teléfono en mi cartera y bajo las escaleras cuando suena el claxon del coche de Uruha.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWo Geschichten leben. Entdecke jetzt