Capítulo 31: Bathilda en la necrópolis

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Los días han pasado y cada mañana Hermione se coloca en el mismo lugar esperando señales de Ron. Normalmente escoge una roca para sentarse, echarse en el regazo una cobija y leer un libro hasta que el sol cae, esperando a Ron que nunca llega. Hermione comienza a perder la esperanza cuando los días se convierten en semanas y después en meses.

Harry ha decidido levantar el campamento cuando Diciembre llega. Han pasado tres meses y mi vientre se ha inflado aún más, tanto, que me es difícil caminar sin tener que descansar un par de minutos. Hermione ha intentado distraerse atendiéndome, pero sé que nada le ayuda a olvidar la partida de Ron.

Durante todo este tiempo Lucius Malfoy no me ha torturado de nuevo. No sé a qué se deba la falta de tortura, pero agradezco no volver a sentir ese dolor. Y si bien sé que Voldemort está tramando algo, intento no preocuparme por eso ahora.

Hermione decide atar una tela al tronco de un árbol por si Ron vuelve a este punto y no nos encuentra. No entiendo en que ayudará eso, pero me quedo callada sin querer afectarla más.

La ropa ya no me queda, por lo que Hermione me ha confeccionado hábilmente algunas prendas a base de retazos de tela. Colocamos todo en las mochilas. Harry nos toma de la mano a ambas y suspira al verme. Sabe que el tiempo se nos ha venido encima y que no hemos encontrado otro de esos Horrocruxes.

No podemos aparecernos pues según Hermione, podría sufrir una lesión al momento de reaparecer en otro lugar por lo que tenemos que seguir a pie. Y después de tres días, llegamos hasta una ventosa ladera cubierta de brezos.

Me dejo caer sobre una roca sin poder caminar más: los pies me están matando. Sobo mi estómago y cierro los ojos por un momento intentando calmarme un poco.

— ¿Todo bien?—pregunta Harry. Asiento, sin dejar de sobar mi vientre

—Si, sólo... está un poco inquieto

Desde la partida de Ron ha sido así. El bebé no ha dejado de moverse dentro de mí causándome algunos malestares. Quiero pensar que se ha inquietado por la partida de su tío y que, a pesar de no conocerlo aún, de alguna manera lo extraña.

Harry se arrodilla frente a mí y comienza a palpar mi estómago a lo que el bebé se retuerce con fuerza. La piel de mi barriga es removida como si llevara un pez dentro. Harry ríe y sigue con lo que hace. Hermione está ahí, con la mirada perdida.

—Mira, Hermione—le digo, apuntando a mi barriga bailarina. Ella sonríe a medias

—Si, que bonito

Hago una mueca, es obvio que ahora no tiene cabeza para nada más que pensar en si el menor de los hombres Weasley está bien. Harry detiene sus movimientos para ir a instalar la tienda.

En el transcurso de estos días solamente Harry ha portado el relicario pues ninguna de nosotras está en condiciones de usarlo por ahora. Hermione sigue a Harry y cuando la tienda está lista, se dispone a preparar cualquier cosa para comer, dejándome sola. Camino con cuidado a través de las rocas y me siento en una de ellas después de coger el libro de cuentos que Dumbledore me ha heredado.

No conozco nada de estos cuentos, por lo que le doy vuelta a las hojas sin prestarles atención hasta que me detengo en un cuento y comienzo a leerlo.

Leo en voz alta y acaricio mi barriga haciendo que el bebé se mueva de nuevo. En un momento clava su codo en mi panza pero se calma cuando leo otro párrafo del cuento. Entonces la verdad me llega como un golpe.

Es por esto que Dumbledore me ha heredado los cuentos de Beedle el Bardo. De alguna forma sabía lo que pasaría.

Sonrío.

»Always, Potter [Fred Weasley]«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora