21.

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Contengo la respiración cuando levanta la mirada y me mira. Parece que está al borde del colapso. Empieza a hablar atropelladamente.

—No puedo seguir en mi casa y necesito un lugar en el que dormir esta noche, he venido aquí, pero tampoco quiero ponerte en un compromiso así que si quieres que me largue, tú sólo dilo.

—Reagan—repito, en estado de shock. Parece que está a punto de llorar, pero luego me doy cuenta de que ya lo ha hecho.

—¿Puedo quedarme aquí?

—Claro—asiento, preocupada, y me hago a un lado para que pase. Se pasa ambas manos por la cara—. Dios, estás empapada. Voy a buscarte algo limpio, espera. Puedes darte una ducha mientras tanto si quieres.

Le enseño dónde está el baño y, al cabo de un par de minutos, oigo el sonido del agua de la ducha. Cierro los cajones una vez he sacado un jersey y unos pantalones de pijama. Me siento en mi cama y me muerdo las uñas. ¿Qué demonios está pasando?

Me entra una videollamada de FaceTime de Yasmin, y la descuelgo al momento. Aparece enseñándome un vestido que tiene colgado en una percha.

—Necesito ayuda. ¿Qué te parece? ¿Te gusta este vestido "chica con clase pero feroz", o te decantas más por el look de "chica inocente que nunca ha roto un plato"?

Sacudo la cabeza, nerviosa.

—Olvida los vestidos. ¡Reagan Cooper está en mi ducha ahora mismo! —susurro casi gritando.

Ella pone cara de desconcierto.

—Tía, ¿Reagan está en tu casa?—alza las cejas—No habréis...

—¡No! ¡Por dios, Yasmin! —dejo de oír el agua de la ducha y aprieto los labios— Estoy sola en casa, no sé cómo ha pasado, sólo sé que se ha presentado en mi puerta, sin más. Esto es muy raro, ¿qué hago?

Sonríe con diversión.

—Se pueden hacer muchas cosas estando sola en casa. Aunque nunca lo he hecho con una chica, la verdad. ¡Lo tengo! Quizá prueba a hacer lo que harías al masturbarte, pero hacia fuera—hace un gesto grotesco—. Ya sabes, dale la vuelta. Me tengo que ir.

—¡Yaz, no, no, no...!

Me cuelga antes de que pueda rogarle lo contrario. Suelto un gruñido, y justo entonces la puerta de mi cuarto se abre, mostrando a Reagan. Aparenta estar algo más tranquila. Tiene el pelo suelto y mojado, y una toalla alrededor del cuerpo. Quiero hablar, pero no sé a dónde ha ido mi voz.

—Esto...—empieza, poniéndose un mechón de pelo detrás de la oreja—¿Me dejas la ropa o...?

—Oh, sí, sí—digo rápidamente.

Cojo las prendas que he buscado antes y se las lanzo. Ella las atrapa al vuelo con una mano, y me susurra un "gracias". Aparto la mirada en cuanto veo que se empieza a quitar la toalla, vistiéndose ahí mismo. Lo cual en realidad es ridículo, porque nos hemos cambiado en el mismo vestuario cientos de veces. Pero esto no es lo mismo, porque está en mi habitación. Noto que me arde la cara. Intento decir algo coherente mientras se pone mis pantalones.

—Tú... Am... ¿Por qué has venido? Quiero decir, no es que me moleste ni nada por el estilo, pero, ¿qué ha pasado?

—Mi madre, eso ha pasado.

Es una respuesta más bien ambigua, pero al final, es Reagan Cooper de quién estamos hablando. Se toma la libertad de sentarse en mi silla giratoria. Parece estar más cómoda en mi propia casa que yo. Ha vuelto a retomar su actitud usual, aunque todavía se la ve algo afectada.

Being number oneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora