El vestido perfecto

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Durante toda la semana, Adelaida no habló más que del cine y de la cena con el señor de enfrente: "Don Pascasio tiene un humor picante", "don Pascasio es viudo y tiene un buen pasar", "don Pascasio no tiene hijos", "don Pascasio bailaba tap de joven por eso tiene una gran figura y buen porte", "don Pascasio tiene un aire al Yulbriner". Perséfone no dijo ni jota. Continuó ensimismada y con la mueca torcida. Me imagino que estará pensando en cómo seguir ocultado al hada. La tía Adela cocinó toda la semana la comida favorita de Adelaida: fideos al pesto.

Nunca había visto a la tía Adelaida tan chispeante. Durante la semana, cambió las cortinas de la sala, colocó floreros por toda la casa, tiró vestidos viejos y ya gastados, compró nuevos perfumes y ropa interior, renovó la puntilla de los visos. Perséfone llevaba un registro de todo lo que ella gastaba y decía que esto se te irá descontentado.

Mis tías cocían a mano vestidos de fiesta. Cada vez que llega Adelaida con un nuevo encargo, se sientan todas juntas y observan los detalles de la tela, las medidas de la señorita o de la señora, los tipos de bordados que hará Momi. Esta semana es el turno de un vestido de noche, negro, recto, sedoso, con canutillos bordados en forma de mariposa que se extiende por el busto. Adela acaricia la tela y se la frota en el rostro. Perséfone se queja de que tanto negro la dejará ciega. Cada una de las tías cumple una función en el equipo de costura: Momi borda, Adela corta la tela, Adelaida realiza las muestras y los diseños y hace las pruebas a la clienta, Perséfone y Cleta realizan las costuras, Rosine ayuda en todo. No me gusta cocer, pero me obligan a ejercitarme para cuando sea mayor. Jamás juego con mis muñecas, pero tengo que hacerles vestiditos. No me gustan los vestidos, prefiero la ropa que no me deje, cuando hay viento, el calzón al aire.

El año pasado, las tías cosieron un vestido de novia. Todas las tardes nos sentamos en la sala con el vestido. Adelaida decía que ella un día llevaría un vestido como ese. Momi le dijo que cuando llegue el día, podrían hacerle el vestido. Adelaida, entonces, nos mostró unos bocetos donde ella había dibujado el vestido de sus sueños. Era como el vestido de Cenicienta o de una reina: amplio, fruncido, con tules, con piedras. "¿Confeccionar ese vestido llevará muchos años?", dije. "Los años que le llevará conseguirse un novio", dijo Perséfone. Cleta, quien siempre defiende a Adelaida, la menor de mis tías, pinchó con la aguja a la pierna de Perséfone, quien se levantó de un tirón y arrojó al piso los botones. Adelaida le juró que se conseguiría un marido y que ella no sería dama de honor. Ser desterrada de semejante privilegio parece cosa seria porque Perséfone abrió la boca y no dijo más del asunto. Eso sí, cada tanto hablaba con los botones que iba levantando del piso: "te digo, así te pagan, botoncito, viste vos, vení acá, claro, estás viejo y raído, botoncito".

El sábado será un día perfecto para intentar colarme al cuarto de la tía Perséfone. Adelaida invitó a cenar al señor Pascasio. Cleta bombardeó de preguntas a Adelaida para adivinar la comida favorita. "¿Qué no sería más fácil preguntarle directamente qué le gusta comer al señor?", digo. Me miran como si hubiera dicho algo loco. Parece que a la tía Cleta le gustan más las adivinanzas.


El vuelo de la PerséfoneWhere stories live. Discover now