Capítulo 18

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Me levanté con dolor de cabeza y la extraña sensación de haber tenido un sueño de lo más extraño.

Sabía que había sido real, no había bebido tanto como para ser incapaz de recordar o alterar los sucesos.

Me sentía confundida y extraña. ¿Cómo había podido pasar eso? ¿Qué estaría pasando ahora mismo por la cabeza de Ryder y Harvey?

Era domingo y la universidad estaba desierta. Probablemente todos los alumnos aún dormían y descansaban después de la fiesta de la pasada noche.

Esa mañana no tuve problema para pedir mi café, además me animé a sentarme en una de las mesas, que casi siempre estaba ocupada, a leer un libro.

Sin embargo, en parte por el cansancio y en parte por la ansiedad que tenía en aquel momento, no pude concentrarme en mi lectura.

Decidí que era mejor hablarlo con alguien. Cuando llamé a Stella por tercera vez sin recibir respuesta, decidí desistir en mi intento de contactar con ella, así pues, supuse que no me quedaba otra opción.

Tiré el vaso de mi café terminado en la papelera y, tras despedirme amablemente de los camareros, tomé rumbo a la residencia masculina.

Fue allí, entre el espacio vacío y el silencio absoluto de los pasillos, cuando empecé a sentirme un poco nerviosa. La última vez que Harvey se sintió incómodo con algo, desapareció durante una semana, ¿Y si volvía a no saber nada de él en ese tiempo?

Cuando llegué a la habitación 312, no pude evitar comenzar a temblar, apenas sentía las piernas que comenzaban a moverse sin mi permiso. Tenía miedo de lo que podía encontrar tras la puerta.

Finalmente, toqué tres veces en la puerta de madera. Cuando Harvey abrió, lo hizo sin camiseta y por primera vez en mi vida le veía sin utilizar gomina en el pelo. Debía admitir que seguía estando guapísimo.

–No podía dormir –me disculpé por mi visita a una hora tan temprana.

–Yo tampoco –dijo el chico dejándome pasar.

Parecía exhausto. Aunque yo no me había mirado demasiado al espejo aquella mañana, estaba prácticamente segura de que tenía ojeras marcadas por la falta de sueño.

Se tumbó en su cama dejando un hueco a su lado para invitarme a hacer lo mismo.

Sin dudarlo demasiado, me quité los zapatos y me tumbé a su lado. Ambos nos quedamos mirando fijamente al techo durante un par de minutos, no hablamos, ni siquiera nos rozábamos, hasta que me decidí a hablar, al fin y al cabo, no había venido hasta aquí para mantenernos en silencio.

–¿Qué opinas de lo que pasó ayer? –pregunté sin dejar de mirar al techo.

–¿De qué en concreto? –preguntó él.

Sabía en qué consistía esto. Cuando alguien no quería exponer su opinión antes que tú, simplemente se limitaba a hacer preguntas. Sabía que Harvey no quería romper el hielo en este caso.

–Sobre Ryder –respondí.

Suspiró, en ningún momento dejando de mirar al techo.

–Estábamos borrachos.

–Puede –dije sin estar demasiado conforme con su respuesta y me dispuse a ser completamente sincera-. Pero ninguno de los dos nos apartamos.

Se quedó en silencio, pensativo.

–Eso no quiere decir nada –negó. Fue entonces cuando se giró y posó sus ojos sobre los míos–. Todo lo que pasó anoche fue extraño, pero nada cambia para mí, y espero que para ti tampoco.

Posó su mano sobre la mía y la acarició con ternura.

Me giré para encontrarme frente a frente con él, sin poder evitar perderme en los lunares que adornaban su cara, y aquella nariz tan respingona.

–Nada ha cambiado –contesté mirándole.

Fue entonces cuando me besó, como si lo hubiese necesitado durante toda la noche.

Levantó la mano que anteriormente tenía posada sobre la mía, y me acarició con delicadeza el pelo.

No pude evitar apoyar mi mano en su torso desnudo, aunque no era tan firme como el de Ryder, el suyo era de complejidad fibrosa.

No pudimos contener la necesidad de acercarnos más el uno al otro. Éramos como dos imanes, existía una fuerza demasiado fuerte entre nosotros contra la cual no teníamos suficiente fuerza de voluntad para luchar.

El ambiente comenzó a caldearse. Harvey se posicionó sobre mi besándome el cuello y yo no pude evitar soltar un gemido.

Como la vez anterior, comencé a perder el sentido, y cuando volvió a besarme no pude evitar mordisquearle el labio, tras lo que pasé a sus orejas.

–Alexa –me dijo sobrecogido por el placer que mis mordiscos le daban–. Si no quieres seguir será mejor que paremos ahora.

No quise decir nada, tan solo le empujé con delicadeza hasta dejarle caer sobre el otro lado de la cama. Mientras esbozaba una sonrisa por la expresión de decepción que había aparecido en su cara me colocaba encima de él comenzaba a besarle, pillándole completamente por sorpresa.

–¿Estás segura? –preguntó sonriendo mientras me acariciaba el pelo.

Asentí y le besé mientras me reía. No había nada gracioso en la situación, pero aún así no podíamos evitar reírnos.

Dejó sus gafas sobre la mesilla, siendo aquella de las pocas veces en que le había visto sin ellas. Tan sólo se las había quitado un par de veces delante de mí y había sido para limpiarlas. Seguía estando increíble.

Cuando me quitó la camiseta y me quedé en sujetador, me sentí expuesta ante él, y sin embargo estaba tranquila. Harvey me hacía sentir agusto, como en casa, y aquello era suficiente para dar el siguiente paso con él.

Volvió a ponerse encima de mí, acariciándome, besándome, mordiendome...

Cuando los dos estuvimos desnudos, y con el roce de nuestros cuerpos al descubierto, supimos que había llegado el momento. Finalmente, el chico sacó un preservativo del cajón de su mesilla.

Eran las dos de la tarde cuando me desperté aquel día. Harvey todavía seguía dormido.

Quería salir y despejarme, dar una vuelta por el campus a disfrutar de los últimos días de sol.

Así pues, comencé a moverme intentando no despertar al chico.

Me senté en el borde de la cama y empecé a recoger mi ropa del suelo. Estaba apunto de ponerme el sujetador cuando sentí el roce de la mano de Harvey en mi espalda.

–Buenas tardes –le dije sonriendo mientras me giraba a mirarle.

–Quédate –fue lo único que dijo, con los ojos apenas abiertos, sabiendo que le estaba costando mucho mantenerse despierto.

Como siempre me ocurría con él, cuando me miraba con sus ojos almendrados, no podía decirle que no.

Así pues, me volví a recostar a su lado mientras me envolvía en sus brazos.

Me sentí segura, como si la vida se hubiese parado y el tiempo hubiese dejado correr, con la paz de saber que en aquel justo momento, nada más importaba.


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¡Hola de nuevo! Disculpad la tardanza en la actualización, esta semana ha sido un completo caos... Espero que al menos la espera os haya merecido la pena, ¿os ha gustado?

Ahora que lo de Harvey y Alexa va viento en popa, ¿qué creéis que va a pasar?

Gracias a todos por leer y no olvidéis votar y comentar!


Un saludo


–G.Bo

Un Tercio de MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora