Capítulo 12

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Al día siguiente, tras no haber pegado ojo en toda la noche acudí a clase con mi dosis de cafeína habitual.

Harvey no había contestado a mi mensaje y cierto era que comenzaba a pensar que nunca lo haría.

En clase, me mantuve esperando a que apareciese por la puerta, pero no lo hizo.

Suspiré y me mordí la lengua intentando así aguantarme las ganas de llorar.

Era cierto que Harvey yo tan solo nos habíamos dado unos cuantos besos, pero había comenzado a creer que estaba cambiando y sin embargo ahora me sentía una idiota.

Me arrepentí en aquel momento de haberle dado la segunda oportunidad que me pidió aquel día cuando vino a mi cuarto.

Pasé el día de manera monótona. Lisa notó que estaba decaída y de vez en cuando intentaba animarme con alguna historia graciosa de su vida. Sin embargo, no tenía gana alguna de entablar conversación con ella. Me limitaba a asentir y sonreír falsamente a todo lo que decía.

Antes de que fueran las cinco, anduve dirección a la facultad de artes para encontrarme con Ryder.

Aunque el chico se había mostrado amable, me resultaba imposible no ponerme nerviosa al pensar que pasaría un par de horas con él.

Caminé con calma por el pasillo del primer piso, intentando respirar pausadamente para mantener mi pulso cardiaco estable y no parecer una loca cuando viese a Ryder.

Abrí la puerta con paso decidido, aspirando aire y soltándolo después de cerrar. Al fondo de la clase, vi aquellos mechones rubios inconfundibles. El muchacho estaba sentado en el taburete, leyendo un libro como era habitual en él.

–Hola –saludé con una sonrisa cuando estuve lo suficientemente cerca como para que me escuchase.

Levantó la vista del libro para mirarme y sonreír.

Me saludó amablemente y guardó el libro en su mochila

–¿De qué es el taller? –pregunté intentando disimular mi nerviosismo.

–Body painting –respondió el rubio con una sonrisa de oreja a oreja.

–¿Cómo? –exclamé esta vez sin poder ocultar mis emociones. En aquel momento me arrepentí de no haber preguntado ayer cuál era la temática del taller que íbamos a recibir.

–No te preocupes, no tienes que estar desnuda –se levantó de su sitio e intentó calmarme con sus palabras–. Hay sujetadores de color carne en una caja al lado de la pizarra.

Puse una mueca, me sentiría muy incómoda si tuviese que estar en sujetador delante de una clase de 30 personas con Ryder pintando cada milímetro de mi cuerpo.

–Está bien –se rió–. Me apetecía pintar pero puedes pintarme tú a mí. No quiero que estés incómoda.

Me relajé mínimamente al saber que ya no tendría que exponer mis vergüenzas delante de todo el mundo pero, el simple hecho de pensar que el lienzo que utilizaría aquel día sería el pecho de Ryder me hacía sonrojar.

–Gracias –sonreí con una mueca forzada y asimilé lo que estaba apunto de pasar allí.

Tuvimos media hora de teoría por parte del instructor que se limitó a inspirarnos con distintos trabajos de artistas que me resultaron increíbles.

Cuando el momento de la práctica llegó, repartió la pintura corporal entre los asistentes y nos dio paso a comenzar con nuestro arte.

Una vez tuvimos nuestros utensilios preparados, Ryder se quitó la camiseta negra que llevaba, dejando al descubierto un cuerpo perfectamente esculpido.

Un Tercio de MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora