Vi suspiró sonoramente —. No lo sé. No tengo ganas de lidiar con ello.

      —Bueno, no es como si tuvieras una opción. En cualquier momento, algún vampiro vendrá y, te guste o no, pueden ser tus últimos días—, espetó sincera Rachel.

      —Tienes razón—, suspiró Vi nuevamente, cayendo sobre su silla y cerrando los ojos —. Odio estar enojada con él, odio tener secretos.

      — ¿Cómo crees que él se siente?—, señaló Emily, girando una taza en su mano —. Ustedes dos necesitan hablar, quien sea esta Rosalie debe estar en su pasado, nadie realmente habla sobre sus ex.

      Un lento silencio les llenó, sólo el estrujar de los asientos contra el aire mientras Vi mantenía sus ojos sobre los árboles.

      —La manada está aquí—, anunció ella, escuchando el resonar de sus pies siendo seguidos por suaves palabras.

      —Genial, debo asegurarme que el pie este horneado antes que terminen la cena—, habló Emily, levantándose de su cómodo lugar y estirando sus brazos. Ella no se movió hacia la cocina, esperando que todos aparecieran antes de pasar su mano contra Vi con una cálida sonrisa —. Oye, sea lo que quieras hacer, Sam y yo siempre estaremos aquí.

      Vi apretó la mano de su mejor amiga y, de repente, recordó sobre lo cálido y reconfortante que se sentía en esa casa hace no mucho tiempo. El haberse mudado para olvidar el dolor que Jacob le había causado le sonaba estúpido ahora ya que todos los que podían ayudarle se encontraban en aquella casa.

      La manada emergió de la casa, algunos de los chicos más jóvenes parando para mirar a la híbrida. Ella rodó los ojos —. Antes que alguno de ustedes pregunte, sí, puedo hacer lo que escucharon y no, no vale la pena luchar contra un vampiro porque duele como los mil demonios.

      Paul se acercó, empujando a los menores fuera de su camino, quienes gruñeron antes de dirigirse a la casa. Sus ojos inmediatamente se enfocaron en una Rachel que seguía comiendo, con su boca repleta de papas francesas. Él besó sus salados labios y mordió un pedazo que sobresalía de su boca. Ella rió, tragando el resto de ellas —. ¡Hey! ¡Paul!

      El lobo la tomó por la cintura y la levantó, cambiando de posiciones por lo que él cayó sobre la silla y ella acabó sobre sus piernas, antes de besar sus hombros —. No pude evitarlo; hola, bebé.

      Rachel le miró mal pero se rindió, maniobrando su cuerpo hasta que encontró una posición cómoda que le permitía ver a Vi. La mano que sostenía las papas francesas inmediatamente fue ofrecida hacia Paul, con una sonrisa de gracia. Ellos eran tan perfectos sin esfuerza que era una seria cuestión el cómo nadie se había percatado de la posibilidad antes. La diferencia de edad no le importaba a Paul, considerando que él lucía apenas mayor de un chico de diecinueve años y, de alguna manera, en cuestión de semanas, Rachel lo había convertido más maduro. Su temperamento decreció de forma significante desde que empezaron a salir, no se transformaba de la nada y sonreía más que nunca. Él seguía siendo el Paul Lahote que todos amaban, pero con Rachel Black él parecía completo.

      —Entonces, ¿de qué hablan mis dos chicas favoritas?—, inquirió él, luciendo adolorido y hablando con la boca llena de papas fritas.

      Jared caminó al porche, tomando asiento en el brazo de la silla de Violet mientras él tocaba su hombro —. Él está mintiendo, Vi, le dijo a Emily y Rachel lo mismo ayer.

      —Y no te atrevas a contárselo a Em, puede que nunca me alimente de nuevo—, replicó Paul, moviendo su dedo frente a rostro de su mejor amigo.

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