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CAPÍTULO SIETE.
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—Ella te ama tanto—, murmuró Emmett a su novia mientras ella balanceaba a la recién nacida de lado a lado.
Violet desvió la mirada de la niña riendo, sus ojos brillando como diamantes hacia su pareja, quien asimilaba su sonrisa. Ella se acercó aún más a él dentro de su agarre, presionando su espalda contra su pecho por lo que sus brazos abrazaban su cintura. Vi estiró sus pies y besó su fuerte mandíbula, consiguiendo que Renesmee soltará un pequeño murmuro de felicidad. La pareja miró hacia abajo y la morena híbrida respondió —. Ella te ama a ti también, Em.
—Luces bien, siendo madre. Te queda bien—, señaló él, dejando a Renesmee jugar con uno de sus largos dedos, la bebé mordiéndolos. De todos modos, a él no parecía importarle, ya que sólo reía.
—La única madre que alguna vez seré sólo será de dos ovejeros alemanes y, posiblemente, un pomerania, no más que eso, señor. No creas que voy a expulsar algo de mi vagina—, contestó ella, iluminando el momento. La forma en que los ojos de Emmett brillaban le afectaba de forma significante, él quería darle más, darle una verdadera familia, pero la realidad era que ella no necesitaba aquello. Con su compañía no era necesario, ella sólo lo quería a él.
Aún así, Emmett decidió continuar con el tema —. Sé Vi que no es posible para nosotros, pero sólo quiero que sepas que, si hubiera sido posible.., si tú y yo pudiéramos tener hijos, yo estaría dispuesto a tenerlos.
Él besó la base de su cuello, terminando su pequeño discurso hacia ella. Ella estaba agradecida, dándose la vuelta y recorriendo con sus manos su cabello —. Lo sé, pero no tienes de qué preocuparte. Eres la única persona que querré, nada menos ni nada más, Oso Polar. Además, ambos sabemos que tú eres lo suficientemente niño como para entretenerme por eones.
Él rió, ligeramente ofendido pero presionando sus labios contra los sonrientes de ella, Renesmee entonces soltó una carcajada en forma de música. Ellos se separaron, riendo junto con la niña.
El continuo ritmo que rodeaba a la casa se detuvo de forma abrupta, y todas sus risas llegaron a su fin. Emmett ya no sostenía a su novia sin preocupaciones y a la recién nacida, en su lugar, ahora las rodeaba de forma protectora con sus fuertes brazos. Él los atrajo a su propio cuerpo hacia una de las paredes en su habitación, lejos de las ventanas.
