-Primero un paseo por el parque.-dijo Kaiba sin más.

-¿Estás loco? Nos pueden descubrir.

-No lo harán. Si lo hacen les diré que necesitaba hablar contigo y nos fuimos a relajar a parque.

-Nadie creerá algo así.

-Es lo mejor que tengo.

-Supongo que no me queda de otra.-dijo Tea suspirando.

No esperó la respuesta de Kaiba, sino que se marchó caminando con paso firme y decidido. Al hombre no le causó gracia y gruñó por lo bajo mientras la seguía de cerca.

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Por segunda vez consecutiva, la chica de cabellos castaños caminaba por el parque japonés admirando el pequeño lago, las puertas rojas sintoístas, las plantas y algunos animales que residían en el lugar como habitantes naturales.

-¿Le gusta este lugar en especial, jefe?

-Te dije muy claramente que podías llamarme Seto.

La voz del Kaiba marcaba que estaba un poco fastidiado de repetir los mismo dos veces.

-Bueno, Seto.-respondió Tea haciendo un puchero.

Caminaban uno al lado de otro sin dirigirse la mirada ni la palabra. Ninguno de los dos sabía cómo comportarse adecuadamente entre ellos ya que no él no era alguien que mostrara sus sentimientos con facilidad y ella no se sentía a gusto con el chico de cabello castaño.

Kaiba volteó a verla aprovechando que la joven estaba de perfil. Tenía un rostro hermoso y bien formado, viéndola en el ambiente natural de parque, fuera de la oficina, se pudo percatar de que Mokuba tenía razón en pensar que era una buena opción como pareja. Por des primera entendió qué le gustaba a Yugi de ella; aunque no lograba comprender por qué una mujer así no se daba la oportunidad de amar a otra persona. Era absurdo que siguiera amando, si es eso se podría llamar "amor", a un hombre que murió 5 años atrás.

Se sentaron en una banca a observar como el parque se iba llenando de gente que paseaba con sus mascotas, hacían ejercicio o simplemente leían en otras bancas.

-Parece que no tenemos nada que hacer nosotros.-dijo Tea.

-Esa es la consecuencia que tenemos por no convivir lo suficiente y estar siempre encerrados en la oficina.-dijo Kaiba.

-Creo que sí. Hemos olvidado salir del encierro para vivir realmente.

Kaiba la miró extrañado. La chica que menos disfrutaba de la vida hablaba sobre el tema.

-Tea ¿eres feliz?

La pregunta sacó de su casillas a Tea, no tanto porque la cuestión en sí, sino porque era Kaiba el que formulaba esa duda.

-Claro que sí ¿Por qué lo pregunta?

-Tú sabes por qué.

La castaña lo miró fijamente. Era curioso que se parecieran tanto en su físico, ambos eran de cabello castaño y ojos azules.

-Sí, lo soy. Ahora lo soy.

Eso significaba que antes no lo era, la duda real era ¿qué provocó de pronto esa alegría y esperanza en la vida?

-¿Hay alguna cosa en especial que desees tener?

-¿Qué?-la chica frunció el ceño con el rostro lleno de confusión.

-Estoy dispuesto a darte lo que quieras con tal de que seas feliz.

Tea creyó por un momento que el mundo se congelaba a su alrededor, que sus oídos estaban fallando y que sólo fue un producto de su imaginación lo que acababa de escuchar.

-Seto ¿Por qué me está hablando de esa forma?

-Porque quiero, no tengo por qué no hacer algo por ti. Eres especial.

-¿Bebió algo?

-Claro que no.-la respuesta de Kaiba era exasperada.

-Entonces debo aprovechar que está de buen ánimo y que el sol le pegó fuerte.

-No te burles. Lo digo en serio.

Las miradas azules de ambos se enfocaron el uno en el otro. Tea intuyó que Kaiba era distinto a cómo lo conoció, no parecía ser el hombre frío con que comenzó a trabajar en el pasado. Seto Kaiba pensó lo mismo con Tea, era una mujer muy diferente a la que trabajaba con él, no sabía explicar qué era, pero estaba seguro de que existía algo único en la chica.

Por varios segundos siguieron viéndose sin apartar sus miradas azules que brillaban por el efecto de la luz solar. Para sorpresa de Kaiba, su corazón comenzó a latir rápido ante el hechizo de la mirada de Tea. La chica se encontraba en una situación parecida, sus manos sudaban y por más que trataba no lograba voltearse evitando así la mirada penetrante del que ahora no era su jefe, sino el chico con el que asistía a una cita.

Como impulsado por una fuerza invisible que no tenía comprensión en esos instantes, Kaiba empezó a acercarse a Tea poco a poco, su corazón seguía latiendo con intensidad y sin control. Tea lo observaba, pero estaba hechizada literalmente, no lograba apartarse de esos ojos azules como los de ella, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo de pies a cabeza paralizándola en la banca.

-Tea...

La nombrada no respondió, su garganta se atragantó impidiendo el habla. Quería gritar, quería huir, en especial cuando vio que el rostro de su jefe estaba a unos cuantos centímetros del suyo y que casi rozaba sus labios.

Un ladrido a lo lejos rompió el hielo provocando que ambos se giraran por fin. Frente a ellos pasó un perro que no paraba de ladrar seguido de su amo que corría junto con él.

El desconcierto se apoderó de ambos retirándose uno a cada lado de la banca.

-Lo siento mucho.-fueron las palabras de Kaiba.

-No se preocupe, fue un impulso.

-Seguramente.

Pasaron alrededor de unos 5 minutos en silencio, sin saber qué decir con respecto a lo que estuvieron muy cerca de hacer.

-Seto, tengo que volver a mi casa.

-¿Estás enojada?

-Necesito estar más relajada.

No esperó a que alegara algo el chico, se levantó rápidamente y miró a su jefe.

-Perdone mi falta de respeto.

Hizo una reverencia de despedida y corrió todo lo que podía. El miedo se apoderó de ella, necesitaba refugiarse en el hombre que ella amaba antes de que sus emociones se salieran de control.

Kaiba la siguió con la mirada hasta que se perdió de vista. Cubrió su rostro entre sus manos recargándolas en sus rodillas, sintiendo vergüenza de sí mismo, una ira combinada en su fuero interno.

-¡Falta de respeto!-repitió las palabras de la chica al destapar su rostro-Yo soy el que casi te falta al respeto hoy.

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Por fin, después de mucho tiempo invertido, había terminado de leer todos los libros de la casa de Tea. Ya no había nada más que hacer en ese hogar, el único lugar que conocía desde que comenzó su vida. Yami se paró del sofá, recorrió ligeramente la cortina visualizando parte de la calle, mientras la furia se apropiaba de él.

Crepúsculo de AmorWhere stories live. Discover now