De regreso a "casa"

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El trayecto a casa de él fue corto y en silencio. Luego de las últimas palabras de Gabriel, ella se dedicó a calmarse y tratar de recuperar un poco de la cordura. Era sencillo ahora que estaba acurrucada en brazos de él. Aunque no recordaba como era que se hacía para hablar, eso de juntar palabras y que sonaran coherentes parecía algo muy lejos de sus habilidades actuales. Cuando llegaron a la casa, la mamá de Gabriel y su hermana los esperaban impacientes en la sala de estar. A pesar de estar muy calmada, Sofía estaba con fiebre y fue eso, lo primero que comunicó el chico al llegar.

Su mamá rápidamente fue por el alcohol y paracetamol. Él sugirió sumergirla en la tina, pero la hermana le hizo desistir recordándole que eso era en casos de extrema fiebre. Preguntó dónde había estado y qué era lo que había sucedido. Él simplemente dijo que como no habían tiendas muy cerca, pronto ella se perdió y poco a poco la ruta de regreso se le hizo imposible de recordar, así que lo más sencillo había sido ir a la Plaza dónde finalmente, él había podido encontrarla. Cuando Marianna fue por la motocicleta, la había visto en brazos de su hermano pero no había querido preguntar nada porque pensó que ella estaba en algo así como un shock.

Ella, trataba de sonreír agradecida. Pero no podía. ¿Hablar? Mucho menos. La fiebre comenzaba a hacer estragos en su cuerpo y no podía enfocarse mucho tiempo en nada. Gabriel la alzó en brazos y no paró hasta depositarla en la cama de su habitación. Marianna trajo un vaso con agua y la mamá le ofreció dos pastillas de paracetamol. Él la ayudó a tomarlas poco a poco y luego le pidió a todo mundo que se fuera.

Sofía, ¿estás bien? —preguntó sentándose al borde de la cama para tenerla cerca y poder acariciarle la mejilla caliente con el dorso de la mano— ¿te lastimé? ¿Es por eso que te fuiste?

Se movió y acomodó la amohada sobre su pecho y abdomen para que ella se recostara sobre él. Comenzó a enredar sus dedos en su frondosa cabellera, mientras se quedaba en silencio.

Debiste decirme que no querías hacer nada —susurró acariciándola—. Yo lo habría entendido y tú no hubieras tenido que huir. Me preocupaste mucho, Gusanita. ¿Quieres ir a un médico? ¿Quieres decirme algo, pegarme un golpe? Lo que sea...hasta extraño que me digas esas mentiras de qué los Slytherin son mejores.

Ella le sonrió. El corazón de Gabriel entonces, se calmó.

Somos mejores —susurró sonriéndole.

¿Estás molesta conmigo por lo que pasó?

No, claro que no.

Se puso de pie muy lentamente y por un instante, Gabriel pensó que pretendía volver a escapar. Pero no. Simplemente decidió apagar la luz. Tenía aún nos ojos irritados y el calor de la fiebre. La luz era un fastidio total para ella. Se sentó dónde debía estar acostada y buscó en la oscuridad las manos del joven. Apenas sus manos conectaron comenzaron a acariciar sus dedos, despacio, protegiéndola de lo que fuere que ella temía. Los dedos de Sofía habían comenzado a temblar

Mis papás siempre fueron muy sobreprotectores conmigo Gabriel. Hace mucho que no sé lo que significa libertad —susurró—, y siempre entendí que era porque soy hija única, porque no tienen a nadie más que cuidar. Porque soy la luz de sus ojos y todas esas cosas. Hace una semana, descubrí que me cuidaban porque estoy prometida a un hijo del amigo de papá.

Sé que te suena a sacado de un libro viejo, pero esa es la verdad —dijo ahogando un sollozo—, y en cuanto lo superdecidí escaparme. Tengo una amiga en otra ciudad de mi país que puede darme alojamiento mientras yo ubico algún lugar sencillo dónde pueda trabajar. Ya la contacté y cuando le expliqué lo que había sucedido, no dudo en ofrecerme ayuda.

Pronto ella se acunó sola en la oscuridad, y en los brazos de él. Estaba anonadado y un poco incrédulo por lo que ella contaba, pero no quería soltarla tampoco. Quería entender. Todo aquello no explicaba porque parecía ser tan frágil, porque las pesadillas, y porque las continuas fiebres. Lo que Sofía decía no explicaba nada.

Lo que pasó entre nosotros, ha sido maravilloso —susurró calmando ya la voz—. No me arrepiento Gabriel, es sólo que sentí vergüenza de despertar al lado tuyo, de que me vieras así. ¿Qué clases de chica conoce a un chico en un parque y se ...bueno, y hace eso a los dos días de conocerlo? No, yo no quería que me vieras de esa manera.

Yo no te iba a ver de ninguna manera —explicó un poco ofuscado pero dándole un beso sobre el cabello—, pero irte de esa manera me iba a hacerte odiar. Desaparecer sin despedirte, como si fueras una chica cualquiera que saqué borracha de un boliche. No, esa no eres tú.

¿Me buscaste mucho rato?

No tienes ni idea de la hora qué es, ¿verdad? Son casi las dos de la mañana. De hecho, tenemos que dormir porque a la princesita se le subió esa fiebre y no se va a curar si seguimos charlando.

Sofía iba a protestar, tenía muchas ganas de decirle lo especial que había sido todo, y sin embargo, ahí estaba, obedeciendo a los deseos de Gabriel, recostándose en su cama. Esta vez, sin discutir por quién duerme donde. Se abrazaron cara a cara, hundiendo ella su rostro en el brazo de él. Guardándose un "Te amo" que crujía entre sus dientes, queriendo salir.

Duerme tranquila, Gusanita. Yo te velo el sueño.

Y le hizo caso. O al menos lo intentó. Pronto el paracetamol y el alcohol que le habían colocado, comenzó a hacer efecto. La temperatura de su piel descendió conforme pasaron los minutos. Su pensamiento se perdió en la tierra de los sueños y por cosa rara de la vida...esa noche desaparecieron lo malos sucesos que siempre la acechaban. Eso, era producto de la presencia del fornido hombre que aquella noche la arrullaba entre sus brazos. El mismo que se había llevado lo más íntimo de ella, sin pedirlo, sin robarlo, sólo estando en el momento indicado. Sencillamente estando.


 


 


 


 

Un corazón turquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora