Mi Sofía

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Gabriel se levantó casi una hora más tarde desde que había abrazado por última vez a Sofía, y aún con los ojos cerrados quiso volver a apretar su cintura, dándose cuenta que la chica se había hecho humo. Pensó que quizá estaba en el baño, o había ido a buscar algo de comer. Él mismo se estaba muriendo de hambre. No hizo el intento de levantarse.

Y no fue sino hasta cuarentaicinco minutos más tarde que el sonido de alguien aporreando su puerta, lo despertó por completo. Giró a su costado y nuevamente, la ausencia de la mujer. Esta vez, sintió como una piedra le caía en el medio del vacío estomago. Abrió la puerta para encontrarse cara a cara con una casi frenética Marianna, su hermana. Tenía los ojos desorbitados y parecía que iba a crucificarlo solo por haberle demorado unos segundos más para ponerse decente.

— ¿Qué te pasa loca?

— ¡Sofía! Tu novia —le gritó en la cara y a él la realidad de la ausencia de Sofía comenzó a preocuparlo— ¡Se fue hace dos horas!

— ¿Cómo que se fue? —no se sabía bien si la pregunta era para ella o para él. ¿Por qué se iría así—, ¿que te dijo? ¿A dónde se fue?

— No sé, que sé yo. Tenía sus cosas, me dijo que se llevaba la mochila porque tenía cosas que no quería que tú vieras, pero se fue, me dijo que a comprar facturas, pero ya pasaron dos horas Gabriel, y mamá me dijo que no es de acá. ¡¿Y si le pasó algo?!

Maleducado y malhumorado, él le cerró la puerta en la cara y giró como un loco sobre su eje. Era cierto, ella se había ido. No estaban ni si mochila, ni su ropa, ni la pijama que esa mañana le había sacado. ¿Qué hora era? Buscó su celular como loco, diez y media de la mañana. ¿Y si le había pasado algo? Algo muy parecido a la angustia se reflejó en sus ojos y fue entonces cuando vio su computadora encendida. Movió el mouse y la pantalla con letras apareció en ella.

"Gabriel, necesito estar sola. Si no vuelvo en doce horas..."

Todo lo siguiente fue en el mismo minuto, él golpeando con el puño el escrtiorio. Él colocándose los shorts. Él saliendo por la puerta del cuarto con una camiseta en la mano. Él contando las horas que faltaban para que Sofía se fuera de Mar del Plata sin haber siquiera tenido una conversación decente con él. ¿Qué tan loca podía estar esa chica? Si, había salido hace dos horas, y le tomaba otra hora más llegar al aeropuerto o mejor dicho encontrarlo. ¡Y si Sofía ya estaba montada en un avión?

Si, por un segundo, Gabriel tuvo un paro cardíaco.

Luego salió de casa y cogió la moto. Ni siquiera era posible que recordara como hizo todo aquello, cuando se dio cuenta ya estaba rumbo a ni siquiera sabía donde. En realidad, ella no cerraba la posiblidad de volver, el tema era que no tenía forma de comunicarse con ella. ¡Y después de lo de anoche! Sin duda alguna esa chica estaba loca. Más loco él por salir a buscarla en la nada. ¿Y para qué? Para molerla a palos seguro.

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Las lágrimas bajaban por el rostro de Sofía sin que ella pudiera hacer nada para detenerlas. De alguna manera inexplicable había logrado llegar a la costa y de tanto caminar, de encontraba a unas pocas cuadras de la Plaza. Si, justo dónde lo había conocido. Quería irse, buscar la estación de bus nuevamente y largarse a Buenos Aires. A Lima. Al infierno.

El único que podía calmarla un poco, seguramente ahora mismo estaría enfadado. Y si no estaba enfadado, estaría decepcionado de ella. Porque claro, él tenía que haberse dado cuenta que anoche, ella le entregó lo que jamás podría volver a entregarle a una persona, el último resquicio de su inocencia. A él, a un completo desconocido. Y todo por la calentura del momento. Porque él no tendría forma alguna de saber que estaba enamorada. Porque, ¿quién se enamora en tan poco tiempo? Y menos que nadie, ella. Estaba loca.

Un corazón turquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora