Se afianzó al agarre de su mochila y resopló antes de cruzar la reja principal del instituto al llegar tras un ameno paseo. La institución contaba con innumerables programas de formación. A Louis siempre le resultaba divertido ver cada mañana chicos que cargaban listones de maderas, maquetas o los que caminaban con sus mandiles y gorros de cocina sobre un hombro. El edificio de mecánica se encontraba al fondo, y no tardó en pisarlo cinco minutos antes de que el reloj marcara las siete de la mañana.

Realmente adoraba lo que estudiaba aunque, como cada día, se sentara en la última fila pegada a la ventana y clavara la vista al suelo cuando ingresaba en la clase.

Esa mañana, las risotadas de sus compañeros reinaban en el ambiente de la estancia. Chasqueó la lengua cuando sus sentidos percibieron los familiares olores a los que, inexorablemente, se tenía que hacer.

Louis se sentaba solo porque era incapaz de hallar la forma de encajar con el resto de sus compañeros alfas y betas. Él era el único omega.

—Vaya madrugón, ¿eh, Tomlinson?

Rodó los ojos cuando aquella voz socarrona llegó a sus oídos. Max, el alfa que se creía el más gracioso del grupo, se encontraba rodeado de sus amigos betas, quienes no tardaron en acompañar el comentario con unas descoordinadas risillas.

—Ya ves —espetó el omega cuando llegó a su puesto y dejó su mochila sobre la mesa. Frunció el ceño al no hallar su silla junto a ella.

—¿Se te perdió algo? —habló uno de los betas.

Louis enarcó una ceja antes de mirarlos.

—¿Dónde está mi silla?

Nuevas risas jocosas antes de que Max, moreno y de ojos negro tizón, se bajara de su mesa para caminar hasta él.

—¿No oléis a perro mojado? —pronunció con un aire ridículo, jugueteando con el piercing que también adornaba su labio inferior—. ¿Tu silla? No sé. ¿No es una de esas? Omega.

Aquello último casi lo escupió con socarronería. Como siempre. Louis apretó los puños antes de levantar el mentón y enfrentar la mirada del alfa.

—¿Perro mojado? —cuestionó el de ojos añiles—. ¿No te has secado esta mañana al salir de la ducha?

El alfa enseñó uno de sus colmillos cuando le bufó y Louis, tras tragar saliva, no se movió de su posición, levantando un poco más su barbilla. Adoraba el día que contraatacó las pésimas comparaciones del alfa con que el único que tenía algo de perro era él.

"¿Max? ¿Pero qué nombre de chucho es ese?"

Louis desvió su vista hasta el fondo de la clase, donde tres sillas se encontraban apiladas. Reconoció la suya porque iban a juego con el color correspondiente al pupitre. La clase constaba de tres filas: dos verdes y una azul. Su silla, como este último, se encontraba en lo alto.

Podría coger cualquier otra, pero estaba tan harto de que se metieran con él... De que aquel alfa y los ridículos fieles que le reían las gracias lo hicieran menos.

No, Louis no poseía envidiables habilidades sociales, de hecho, hacía demasiado tiempo que no llamaba a alguien amigo, concretamente desde que abandonó su anterior instituto; desde que decidió que entonces no valía la pena poner de su parte para mantener un contacto.

En el nuevo se limitaba a centrarse en sus clases y en no participar en las actividades de grupo antes de que sus compañeros soltaran una patética risita. Ya sabía que nadie se iba a acercar a él.

Sólo... tenía sus objetivos claros. El resto ya siquiera le importaba.

Bufó antes de dirigirse a las sillas amontonadas. Detestaba ese afán de burlarse de su condición, de su entonces obvia y poca resistencia física frente a los demás.

En rutWhere stories live. Discover now