¿Atrapada?

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-Su alteza la recibirá ahora, señorita Hyuga. Permanecerá de pie en todo momento y hablará sólo cuando se le hable -con cara rígida y sin sonreír, el hombre con la toga inclinó la cabeza ligera mente-. Debo advertirle que Su Alteza es un hombre muy ocupado. Tiene muchos asuntos y lleva sobre sus hombros grandes responsabilidades. Por su propio bien le aconsejo que no malgaste su tiempo.

Hinata tragó saliva y en ese momento se cuestionó el impulso que había hecho que ella ocupara el lugar de su hermano. Sólo había pretendido ayudar. Hacer algo por él, por un cambio, en vez de permanecer siempre ejerciendo el papel de hermana pequeña. Neji había hecho mucho más por ella, había imaginado que unos pocos días en Kazban serían algo excitante. Una aventura en su aburrida y sobreprotegida existencia. Pero comenzaba a dudar de sus habilidades para llevar a cabo aquella tarea. Comenzaba a preguntarse si su presencia no le empeoraría las cosas a su hermano, al jeque príncipe de la corona Uzumaki-Namikaze Naruto no le iba a gustar lo que ella tenía que decir. Su hermano le debía dinero. Por eso el príncipe había ordenado aquella reunión. Y por la manera en que estaban las cosas en ese momento, Neji no estaba en posición de pagar.

«Si voy, me meterán en la cárcel».

En ese momento Hinata había pensado que su hermano exageraba. El estado de Kazban no podía se tan brutal en cuanto a sus leyes. Ir en representación de su hermano para pedir más tiempo le había parecido una acción perfectamente razonable estando en Inglaterra. Pero una vez allí, no estaba tan segura y la expresión severa en la cara del asesor del príncipe no hacía mucho por su seguridad.

Obligándose a permanecer tranquila, se puso en pie tratando de olvidar lo poco que había oído sobre el próximo gobernante del estado de Kazban. ¿Qué importaba si aquel hombre tenía una mente brillante, se lo pasaba en grande con montones de mujeres y se decía que tenía un bloque de hielo donde debería estar su corazón? Nada de eso era relevante para ella. No le importaba en lo más mínimo que la mitad de las mujeres del mundo estuvieran supuestamente enamoradas de él. Todo lo que tenía que hacer era dar el mensaje de su hermano y marcharse.

¿Pero qué ocurriría si decía algo mal?

Era muy bonito soñar con aventuras, pero la verdad era que ella enseñaba a niños de cinco años a leer, a escribir y a jugar en el parque. No tenía ni idea de cómo hablar con un hombre que negociaba contratos de dos billones de dólares antes del desayuno. Su hermano debía de estar loco para haberla dejado ir o desesperado. No podía dejar de lado la idea de que Neji estaba metido en algún problema. Cuando había tratado de preguntarle sobre la deuda, él le había asegurado que sólo tenía un ligero problema de liquidez que pronto se solucionaría y que ella no tenía de qué preocuparse. ¿Pero acaso él no la había protegido siempre? Al recordar lo tenso que lo había notado la última vez que se habían visto, Hinata deseó haberle preguntado más cosas.

El corazón le retumbaba en el pecho mientras seguía a aquel hombre por lo que parecieron kilómetros de pasillo de mármol, tratando de no sentirse intimidada por el brillo y el exotismo de palacio dorado de Kazban. En cualquier otra ocasión, su inquisitiva mente de profesora habría estado repleta de preguntas relacionadas con la historia de aquel antiguo edificio, pero ver guardias armados en casi todas las puertas había acabado con su curiosidad natural. Diciéndose a sí misma que los guardias estaban allí porque era el hogar de la familia real, Hinata apartó los ojos de las pistolas y espadas. Sólo eran parte del uniforme. Y no tenía razón para sentirse incómoda. Simplemente era la mensajera. ¿Entonces por qué una parte de ella quería darse la vuelta y salir corriendo? Salir corriendo por las polvorientas calles de Kazban, de nuevo a través del desierto misterioso y abrasador por el que había sido conducida desde el aeropuerto, de nuevo a su hogar, al pequeño pueblecito inglés donde vivía. De vuelta a la soledad. Rápidamente apartó ese pensamiento de su mente. Tenía un trabajo que hacer. Por primera vez en su vida su hermano la necesitaba y no iba a decepcionarlo. No después de todo lo que había hecho por ella desde la muerte de sus padres. Hinata luchó por seguir el paso del hombre que la había recibido en la entrada del palacio.

Atrapada En Su CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora