29 "Gris... Todo lo veía gris"

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El cazador mantenía todos sus sentidos alerta, su desconfiado instinto le hacía dudar de que a la hora punta en la que habíamos quedado con Eliot, no se encontrase nadie en la plaza.

-¿Dónde se habrán metido todos? –pregunté a Dean con el ceño fruncido.

-Los Enazares de Fuego no se imaginan que vamos a entrar en combate con vosotros, por lo que no nos podemos arriesgar a que descubran nuestro plan. –al escuchar la voz de Eliot, ambos miramos hacia la copa del árbol de donde provenían las palabras del Enazar. -Los de Tierra están escondidos en nuestras viviendas, todos estamos preparando nuestras armas con el agua que nos han ofrecido nuestros otros hermanos.

-Nosotros debemos entrar primero y rescatar a Jason. –explicó rápido el cazador, y después de todo lo ocurrido entre ellos dos, escucharle hablar con esa iniciativa de salvar a mi compañero, no pude reprimir una sonrisa llena de ternura. –Antes de entregarles a Kim, en ese momento estarán perfectamente distraídos como para que vosotros aparezcáis.

-Me parece perfecto. –confesó Eliot bridándole una mueca a Dean.

-Gran plan. –le miré orgullosa, dedicándole un corto beso en la mejilla, y éste reaccionó cogiéndome de la barbilla para besar con dulzura mis labios.

-Ya me he enterado que es tu chica, no hace falta que me lo demuestres. –bromeó Eliot desde las alturas. –Ahora, salid de aquí por el túnel. Seguiremos vuestros pasos desde el otro lado.

El Enazar nos señaló con la mirada una estrecha puerta protegida por barrotes que se encontraba a pocos metros y correctamente bien disimulada en la rocosa pared de la gran montaña. Eliot nos tiró la llave y seguidamente alzó sus alas para reunirse con los demás. Dean y yo nos apresuramos hacia la puerta y la abrimos de manera cautelosa, se estaba acercando el gran final y nuestros nervios nos delataban. Aquel pasillo oscuro y el acompañante eco de nuestros pasos, me recordaba a la pequeña estancia que ambos vivimos en las cuevas, pero aquí hacía demasiado frío por lo que el cazador no hacía más que abrazarme mientras que caminábamos.

-Nos quedan tres géneros, Dean ¿Y si no nos da...? –inquirí algo asustada sin poder terminar de articular la pregunta

-Nos sobra tiempo, Kim. –sus palabras me tranquilizaron. –He salido de peores situaciones, así que créeme cuando te digo que esto no es más que un mal sueño... Lo único que necesitamos es fuerza mental y física para acabar ganando. –me estrechó entre sus brazos, y gracias a aquel cariñoso gesto, me llené de energía y ganas de luchar.

Después de casi tres cuartos de hora de camino, visualizamos el final de aquel sombrío pasadizo oculto de los Enazares de Fuego, hasta llegar a su escalofriante territorio... Al salir de allí, todo estaba quemado y la tierra era igual de rojiza que la del desierto. Ambos sacamos nuestras armas, permaneciendo más atentos que nunca a cualquier ruido o movimiento. La idea de que Edra, Eliot y los demás se encontrasen escondidos en alguna parte, no muy lejos de nosotros, esperando a contraatacar con el enemigo, me aliviaba. Unos pasos más hacia delante, una voz familiar no paraba de gritar sin apenas fuerzas.

-¡Ayuda, ayuda...!

-¡Jason! –alcé la voz al escucharle, olvidando por completo el silencio que debía aparentar.

-¿Eres tú, Kim? –me respondió decaído.

Corrí con la compañía del cazador hacia mi derecha, donde se encontraba el elemento sagrado de los de Fuego. Y allí descansaba Jason, atado en la hoguera... su piel estaba llena de quemaduras y su semblante era pálido al igual que el color de sus labios, los cuales estaban secos y cortados. Verle en aquellas condiciones y suplicando auxilio, me destruía por dentro. Así que sin pensarlo, me apresuré hacia él pero la mano de Dean me agarró por sorpresa.

-Espera. Puede ser una trampa. –me dijo en bajito y yo le miré con desesperación.

-¡Kim, has venido a salvarme! –contestó el otro haciendo un amago por abrir los ojos. –Pero ten cuida...

Antes de poder terminar aquella frase, Sheyla apareció al lado de Jason, dando vida a otro de sus malvados hechizos para que mi amigo no pudiese hablar. Su presencia nos pilló de sorpresa al cazador y a mí.

-¿Qué quieres ahora? –pregunté con rabia, sin quitar ojo a la debilidad que transmitían los amagos de Jason.

-Digamos que los Enazares de Fuego también tienen una líder. –sonrió con malicia para después, mediante sus poderes encender con fuego las ramas que pisaban los pies descalzos de Jason.

-¡No! ¡Para! ¡Por favor! –supliqué al observar el dolor en la mirada de mi compañero, el cual no podía pronunciar palabra debido a la brujería de Sheyla.

-¡Esto es jugar sucio, maldita zorra! –escupió Dean con ira.

-¿Creíais que os iba a ser tan fácil? –carcajeó ella con ironía

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-¿Creíais que os iba a ser tan fácil? –carcajeó ella con ironía. –No se os da bien el silencio, chicos... -negó con la cabeza. -Sé cual es vuestro plan, estáis en mi historia ¿recordáis? –rió con más fuerza. –Así que si tú, niñata, no cedes el cargo de abrasarte, tendré que buscar otra alma humana... ¿adivina quién?–miró con maldad e intensidad haciendo que las llamas aumentasen hasta convertirse en una sola, gigantesca y espeluznante.

Unas lágrimas de angustia comenzaron a hacerse presente, recorriendo tristemente mis mejillas. Toda esta situación estaba venciendo la fe que había traído para batallar, no podía seguir contemplando la muerte de mi amigo. Y en aquel trágico momento, el color gris empezó a expandirse por toda la piedra del colgante. Drama. Estaba viviendo un autentico drama. Me tiré al suelo devastada, tapándome los oídos para no escuchar a Jason balbuceando ayuda entre quejidos. Dean se agachó a abrazarme y consolarme mientras gritaba malicias a aquella miserable genio del cuento. Y yo no hacía más que sollozar, a la vez que me hundía en mis propias gotas de sufrimiento. Pero en cuestión de segundos, abstraída en el lamento, el cazador cogió de mí y me arrastró lejos de aquella situación que acababa de manifestarse... Los Enazares de Aire y Tierra combatían contra los de Fuego, y Sheyla era bastante fuerte... Mi mente seguía en shock, pero la cantidad de cuerpos difuntos que caían al suelo tras la lucha, junto al fallecimiento de quien fue un gran compañero y amigo en mi trabajo, me hicieron despertar.




Contigo Aprendí | Dean Winchester Donde viven las historias. Descúbrelo ahora