5 "El colgante"

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El color miel de mi iris observaba exhausta la mirada esmeralda de Dean, aquella señal de afecto hizo que en lo más profundo de mi corazón se encendiese una llama de esperanza. Poco a poco la seguridad iba recobrándose en mí, gracias a las palabras del cazador. Me ruboricé al notar que me miraban de reojo mientras éste esperaba a que respirase tranquila y me notase con fuerzas de seguir. La suavidad con la que me acababa de tratar hacía que me sintiese más segura, y gracias a aquel momento la estancia iba a ser más conmovedora pues nuestro anterior enfado se había esfumado. Me levanté rígida suspirando fuerte llevándole las manos a la cara.

-¿Estás mejor? -preguntó cohibido.

-La verdad es que me siento algo estúpida... -especifiqué avergonzada y él me miró confuso. -No sé, en fin, parecía una niña pequeña llorando...

Dean contuvo su risa y negó con la cabeza cogiendo impulso para ponerse en pie.

-¿Qué? -pregunté algo molesta y ruborizada a la vez.

-¡Joder, te acaban de decir que eres la elegida para morir abrasada! -exclamó el otro sin entender la absurda e ilógica actitud de la otra. -Lo raro sería que gritases de felicidad. -puso los ojos en blanco.

Tragué saliva escuchando detenidamente las palabras del cazador. Sinceramente tenía toda la razón del mundo pero odiaba llorar en público y más delante de gente desconocida. Carraspeé mi garganta hundiendo mis manos en mi abrigo y aferrándome en él mientras Dean caminaba al lado mío observando cada detalle que poseía aquella fascinante naturaleza.

Nos dirigimos derechos al camino de tierra en el que se encontraban los Enazares junto a Jason. Desde lejos, le hice una mueca a mi compañero de guardería que parecía radiante al verme. No iba a juzgarle por el comentario de antes, estaba atacado de nervios y lo entendía, así que caminé más rápido para abrazarle. Una vez entre sus brazos, olí su impecable aroma que me envolvía en el momento exacto en el que cada día me dejaba con su moto en la puerta de mi casa... Me encantaría saber cuál era el perfume con el cual rociaba su chupa de cuero. Esbozó un suave "Lo siento" cerca de mi oído y lo abracé con más fuerza.

Noté como las miradas de todos aquellos seres observaban atentos aquel abrazo pasional, especialmente Dean, quien me miraba con una ceja arqueada, estaría alucinando con mis repentinos cambios de humor. Pero es que necesitaba percibir su calor, sentí el impulso de arrojarme a abrazar a Jason porque estaba muerta de miedo. Cuando solté a mi amigo, Edra me cogió de la mano y me la estrechó con fuerza dedicándome una mirada de culpabilidad. Aquella criatura no tenía la culpa de nada, este era mi supuesto destino en esta historia pero si estoy aquí es para cambiarlo y hacerme más fuerte. -¡Volveré a casa! -grité para mis adentros intentando no pensar en mis temerosos obstáculos. Volvimos a arrancar el paso después de haber desatado aquel cúmulo de emociones, pero es que era más que evidente que saltaría abrumada en cualquier momento.

Poco a poco un enorme y amplio valle se dejaba ver cuando nos estábamos alejando de las estorbosas y largas ramas de enormes hojas que ocultaban el frente... más que un bosque aquello parecía la jungla.
Abrí los ojos con más fuerza intentando creer lo que mi vista me estaba proporcionando. ¿Aquello podía ser real? Cientos de Enazares de la Tierra convivían por aquella verdosa explanada. Había incontables arboles de distintas especies, muy altos pero no tanto como el primero que vimos al principio con el símbolo de tierra. En ellos había varias escaleras en forma de caracol de tallo desecado para acceder con más facilidad a las casas que se situaban por distintas partes de las grandes ramas de los árboles. Eran como apartamentos en mi mundo. Aquel lugar tenía cabañas de madera por todas partes, incluido en tierra... Parecía un reino medieval mágico.

-Nosotros vivimos en las viviendas de las copas de los arboles, las que están abajo son sólo salas; ya bien sean de entretenimiento y diversión, música Enazarí, sanatorios, asambleas o convenciones, etc... -Edra me respondió observando mi emocionado rostro.

Contigo Aprendí | Dean Winchester Donde viven las historias. Descúbrelo ahora