23 "Pegaso y Eliot"

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Me desvelé tras el ruido de un par de voces alteradas provenientes del exterior de las cuevas. Anduve curiosa hasta el final de aquel camino rocoso deteniéndome a identificar la grave voz de Dean conversando con... ¿Sheyla? Parpadeé los ojos al reconocer aquel tono sereno con el que hablaba aquel genio del cuento, e inmediatamente salí en busca de aquellos dos.

La luz del sol amaneciente chocó contra mi iris de manera molesta, causándome dificultad en que abriese los ojos, pues llevaba un día entero sin ver el sol. En cuanto Sheyla me observó aparecer, ella esbozó una pícara sonrisa.

-Le estaba dando a tu nuevo novio, o ex-novio... -rectificó el genio con aires de superioridad, refiriéndose a la discusión de anoche. -... mi enhorabuena por estar durando tanto, admito que sois buenos; pero a cambio de esas hermosas palabras que le he dedicado, solo recibo desprecio por su parte. –comentó junto a un falso puchero señalando con la mirada al cazador.

-Zorra. –respondió él fulminándola con su verdosa mirada.

-Y más que vamos a durar, porque te aseguro que saldremos de aquí. –la contesté con valentía.

-Y por tu bien, te aconsejo que encuentres un buen escondite para esconderte Sheyla, porque iré a por ti después de que esto acabe. –aseguró Dean con una mirada llena de odio, y de fondo dejé caer un carcajada llena de sorna.

-Veo que esta noche has hablado con la almohada, ¿no, Dean? –inquirí aun más molesta en tono irónico después de su comentario, y éste volteó los ojos hacia mí. –No me vengas diciendo que vendrás a por mí después de lo de tu hermano, si no vas a ser capaz ni de dejar la caza. –escupí furiosa cruzándome de brazos.

-Creía que ayer me dejaste muy claro lo feliz que estarías actualmente en tu pija ciudad de San Francisco compartiendo cama con tu futuro marido "el motero de playa". –contraatacó él. -Ya no hace falta que esperes a... Un momento, ¿Cómo me llamaste ayer? –fingió con ironía un gesto pensativo. –Ah sí, el error de tu vida.

 –Ah sí, el error de tu vida

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-Sois entrañables, parejita. –soltó Sheyla mediante aplausos cortando nuestra conversación. –Pero me aburrís, necesito más... movimiento. –nos dedicó una mueca astuta.

Identifiqué como Dean estaba siendo atrapado por un matojo de hiedra en cuanto Sheyla formuló en voz alta un hechizo.

-¿Qué creíais, qué os sería tan fácil? –rió ella de manera maliciosa.

El genio del cuento desapareció con un chasquido de dedos después de aquella insinuación satírica. Me acerqué hacia el cazador percibiendo cómo el suelo temblaba con fuerza bajo mis pies. Le dediqué una mirada aterrada antes de que pudiese llegar a él y así desatarle de aquella enredadera de hojas verdes.

-¡Kim! ¡Corre! -exclamó Dean espeluznado, analizando aquello tan enorme que estaba formándose detrás de mi.

Antes de que saliese de aquel lugar gritando, giré mi cabeza para analizar aquel monstruo de piedra que acababa de crearse a pocos pasos de mí. Tragué saliva más acobardada que nunca, frente a aquella cosa a la que había dado vida Sheyla... Cogí aire con intensidad, y me apresuré a dar media vuelta para poder correr velozmente hasta despistarle. A paso rápido, sintiendo las zancadas que retumbaban con energía a mis espaldas, iba esquivando cada uno de los árboles que obstaculizaban mi camino. Cada vez le sentía más y más cerca, y en aquel momento pensé que estaba perdida por completo. Por mucho que acelerase mi marcha, creía que no vería una salida... Hasta que un espacioso tronco de árbol hueco se manifestó a mi derecha, por lo que me encaminé hacia él cogiendo fuerzas de donde fuese e ingresé dentro, tiritando de miedo.

Pasó alrededor de medio minuto de silencio, y cuando estuve a punto de cantar victoria por haber despistado a aquella inmensa masa de piedra, noté como la corteza de madera en la que me refugiaba estaba elevándose lejos de la hierba en la que reposaba. Intentando agarrarme como fuese en el interior del tronco, aquel andante conjunto de rocas comenzó a mover el cuerpo del árbol como si estuviese agitando un cubo de dados antes de tirarlo. Ante aquellas sacudidas, perdí el equilibrio resbalándome poco a poco por la madera. Con todo mi cuerpo a la vista de aquel ser, mi mano derecha se agarró a una pequeña rama seca para no caer de bruces contra el suelo. Cuando éste me visualizó, emitió un grave rugido que consiguió asustarme, y así debilitar la energía que me quedaba mientras me sujetaba. Mis dedos se deshicieron de su agarre lenta y forzosamente, y entonces caí hacia abajo liberando un agudo chillido. En medio segundo todos los buenos y malos momentos que había vivido hasta el día de hoy se reflejaron en mi mente, dejando así como última imagen a mi madre. En un abrir y cerrar de ojos, el peso de mi cuerpo quedó perfectamente encajado encima de un... ¿caballo que volaba? Escuché un relincho proveniente de aquel animal blanco al caer sobre su lomo, mientras que un hombre armado; delgado, alto, moreno y de ojos grises, acompañado de unas alas idénticas a las del pegaso en el que me montaba, se encargaba de acabar con la existencia de aquella roca viviente. Aquel mágico corcel aterrizó en el césped con una elegante pose, invitándome a que bajase de él. Dean, preso entre la hiedra, analizaba asombrado aquella situación que acababa de desenvolverse en el ambiente. El Enazar de Aire bajó a mi lado después de haber destruido la vida de aquella roca que había estado a punto de matarme.

-La autentica Kimberly Clayton... Es todo un placer. Soy Eliot, el senador de los Enazares de Aire. –se inclinó el moreno a besar con sutileza mi mano.

-El placer es mío. –le contesté con las mejillas tornadas de rojo, visualizando su angelical rostro. –Me... me has salvado... -dije con una mirada agradecida, escuchando un carraspeo de garganta por parte del cazador.

-Y pronto tú nos salvarás a nosotros. –me cortó él antes de que pudiese terminar la frase, dedicándome una dulce mueca. –Y supongo que ese de ahí será Dean Winchester. –arqueó una ceja volteando sus grisáceos ojos hacia el otro.

-Me siento famoso. –sonrió Dean irónicamente.

-Si te acercas a cualquier mujer de mi reino, te mataré

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-Si te acercas a cualquier mujer de mi reino, te mataré. –le amenazó Eliot imitando el gesto del cazador, mientras apuntaba con su lanza al centro de la planta consiguiendo así matarla.

Dean se liberó de la hiedra rápidamente, para después estirarse y respirar cómodamente.

-Esto es peor que un pueblo, los cotilleos vuelan. –contestó con humor el cazador, recibiendo una mirada amenazadora por parte mía y del Enazar.

-Estos bosques pueden ser peligrosos. –informó Eliot mirando hacia sus alrededores. –Es mejor que subamos ya.

El Enazar de Aire silbó con delicadeza, y el pegaso camino a mi vera y me animó a que subiera de nuevo a lomos de él, pero esta vez no estaba sola, si no con la compañía del cazador. Eliot se elevó en los aires y comenzó a volar hacia las montañas de su territorio Enazarí, mientras que aquel refinado corcel le seguía. En cuanto cogimos altura, sentí las manos de Dean rodearme la cintura por detrás para sujetarse a ella y entonces me ruboricé disimuladamente sin poder reprimir una media sonrisa.

Contigo Aprendí | Dean Winchester Donde viven las historias. Descúbrelo ahora