Chris

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Ver llorar a Karen hizo que se me cayese el alma a los pies. Encima había sido por mi culpa. Otra vez. Parecía que estaba destinado a hacer sufrir a la pobre chica, algo que odiaba porque Karen me gustaba mucho.

Pero parecía que las cosas volvían a su cauce, porque se la veía relajada y tranquila. Como cuando estuvimos encerrados en el ascensor. Me quedé observando su perfil mientras daba otro pequeño trago a la botella de agua. Era preciosa. No entendía como no lo había visto en el instituto. Fruncí el ceño indeciso. Quería saber qué le había pasado, qué era lo que le había hecho llorar y la había puesto tan triste, aunque su respuesta pudiese doler.

—¿Me vas a contar por qué te has puesto a llorar? —la pregunté algo nervioso. Enseguida noté cómo se puso en tensión. Maldije para mis adentros, pero aun así no cedí. Necesitaba saber a lo qué me enfrentaba. Doliese o no, prefería saber a qué atenerme. Odiaba hacerme esperanzas vanas—. ¿Era por Alan?

—En parte —murmuró.

Afirmé serio intentando disimular la sensación de abatimiento que me vino.

—¿Llevabais mucho juntos?

—Ocho meses —"¡Auch!" pensé. Eso había dolido. Ocho meses no era una relación pasajera, ocho meses era una señora relación—. Aunque sólo merecieron la pena tres.

Levanté una ceja sin entender a qué se refería

—No lo entiendo —dije.

—Sí —dijo todavía ensimismada en sus pensamientos—, se fue a la porra cuando nos fuimos a vivir juntos.

Fruncí el ceño todavía sin comprenderla. Las cuentas no cuadraban. Según lo que me estaba diciendo Karen, su relación estuvo bien hasta que se fueron a vivir juntos y había dicho que le había ido bien sólo tres meses... Abrí los ojos cuando lo entendí.

—¿¡¿Te fuiste a vivir con él a los tres meses?!?

Karen alzó la vista sorprendida por mi pregunta.

—Sí, ¿por qué? —¿Por qué? Joder, yo había tenido rollos más largos de tres meses y en ningún momento se me ocurrió llamarlos relación como para pensar en vivir juntos. Tenía que querer mucho a ese tío y tener las cosas muy claras para lanzarse a algo tan gordo— ¿Crees que fue precipitado? —continuó preguntando mientras me observaba con sus grandes ojos oscuros todavía brillantes por las lágrimas.

Todo rastro de sorpresa se esfumó de mi mente para quedar hipnotizada con su mirada. ¡Dios! Más valía que dejara de mirarme así si no quería que perdiese el control y la besase.

—Eh... Un poco —dije controlando mis impulsos. Por suerte, Karen apartó la mirada dándome un respiro.

—Jessy y Mike siempre han pensado que me precipité.

—¿Y por qué te fuiste tan pronto a vivir con él?

Karen alzó un poco los hombros con indiferencia antes de contestar.

—Alan era perfecto.

Hice una mueca de disgusto ante sus palabras.

—Nadie es perfecto —refunfuñé.

—Alan sí —dijo volviendo la vista a mí—. Era perfecto para mí. —Fruncí un poco más el ceño. Aquella conversación me estaba poniendo de muy mal humor—. Eramos iguales. Nos gustaban las mismas cosas. Hasta le gustaba mi forma de vestir.

—A mí me gusta tu forma de vestir.

—A ti no te gusta mi forma de vestir —me contradijo haciendo una pequeña mueca con los labios—. Nunca te ha gustado.

Eso no era cierto. Vale que su estilo era diferente al que solían llevar las chicas en las que me fijaba —sólo había que mirarnos para que uno se diera cuenta de que nuestros estilos eran diferentes—. Pero me parecía juvenil, sexy y... ¡yo que sé! La verdad era que me importaba un pimiento su forma de vestir porque la que me gustaba era ella y su estilo era parte de ella, así que, sí, me gustaba su forma de vestir.

—Ahí es donde te confundes —le contradije sin pestañear—. No me gustaba tu forma de vestir del instituto... —La di un repaso de arriba a abajo sin poder evitar que se me formase una sonrisa de satisfacción ante lo que veía—. Ahora sí que me gusta cómo vistes. —Remarqué la afirmación con un ligero movimiento de cabeza. Las mejillas de Karen volvieron a encenderse haciendo que mi corazón se acelerara.

Karen fue consciente de su rubor y apartó la vista incómoda. Sentí un hormigueo de satisfacción cuando vi su reacción. Era mi oportunidad, mi momento. Sin poderlo evitar en mi cabeza empezó a sonar Don't stop me now de Queen para darme ánimos.

—Quizás... —comencé con fuerzas renovadas—, no necesites alguien que sea igual a ti, sino alguien diferente. Ya sabes lo que dicen: los polos opuesto se atraen.

Intenté mantener a raya la agitación que sentí por dentro cuando Karen volvió a prestarme atención. ¡Venga, Karen! No fastidies, esa mirada de nuevo no. Estuvimos unos segundos eternos así hasta que no aguanté más.

—Di algo —supliqué en un susurro.

Karen parpadeó y pareció volver en sí.

—¿Como tú y tu novia? —preguntó.

¡Mierda! Me había olvidado de ese pequeño malentendido. Me rasqué la nuca buscando las palabras adecuadas sin que pareciera un gilipollas que la había engañado.

—Bueno... sobre eso... tengo que contarte una cosa... 

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Aquí os dejo la canción en la que piensa Chris para darse ánimos: Don't stop me now de Queen.

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