Chris

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"Bien, ¿cómo lo superé la última vez? Si no recuerdo mal la clave estaba en pensar en otra cosa y distraerme" pensé mientras intentaba concentrarme en la letra de la canción que sonaba en mi iPhone. Había intentando distraerme con la película que habían puesto en el avión pero... ¿¡¿A quién narices se le ocurría poner una película como Destino Final en un vuelo?!? Sólo a un sádico, es a la única conclusión a la que llegué. Tras cinco minutos viéndola había tenido que quitarla. Por lo menos Queen no hablaba sobre aviones que se estrellaban, ni explotaban, ni que les fallaba un motor... "Joder, joder, joder, ¡concéntrate!" me reprendí volviendo a enfocar mi atención en la voz de Freddie Mercury.

Queen era mi grupo favorito y siempre que me encontraba en alguna situación difícil recurría a él. Aunque hoy no estaba funcionando, ni eso, ni las cuatro valerianas que me tomé antes de subir al avión.

Mi concentración en Mercury se evaporó cuando sentí cómo una mano se posaba en mi pierna y empezaba a ascender por ella peligrosamente. Me puse más tenso aún. Desvié mi vista hacia mi acompañante que me lanzó una mirada gatuna llena de insinuaciones. "Zorra" pensé en el acto, aunque en mi cara se dibujó una sonrisa.

Odio volar, es una de las cosas que más odio con... bueno, con cualquier cosa que esté relacionada con las alturas. Pero volar acompañado de Lisa es una jodida tortura.

Desde que la ascendieron hacía unos meses para encargarse del departamento al que pertenezco no había parado de buscar excusas para que estuviese en todos los trabajos como su consejero, a pesar de que la empresa tenía gente más cualificada que yo para ello. Esto había hecho que mis compañeros no me apreciaran mucho, pero lo peor de todo era lidiar con ella y sus insinuaciones sin ofenderla y perder el único trabajo decente que había conseguido hasta ahora.

Con disimulo le cogí la mano y la retiré con delicadeza, momento en el que el avión se agitó. De forma inconsciente mi mano se contrajo apretando la mano de Lisa. Ella lo interpretó mal y se mordió el labio inferior de forma insinuante.

Tenía la respiración acelerada y el pulso desbocado, pero desde luego no era por ella, aquello estaba siendo una auténtica pesadilla y todavía quedaban más de dos horas de vuelo. No tenía ni idea de qué manera iba a conseguir salir de aquel viaje sin que me entrara un ataque de pánico y sin que se enterase Lisa de lo mal que llevaba volar. Porque Lisa no se podía enterar de aquello, no quería darla más poder sobre mí del que ya tenía. Un escalofrío me recorrió la espalda al imaginar lo que podía pasar si Lisa lo averiguaba.

Estaba concentrado en controlar mis gestos cuando un ruido llamó mi atención. Al girar la cabeza vi cómo una chica de pelo negro se abalanza sobre mí. Conseguí frenarla antes de que se estampase sobre mi pecho. Cuando levantó la vista, y se retiró el pelo del rostro, mis ojos se encontraron con aquel rostro que durante un tiempo pobló mis sueños.

—¿Karen? —pregunté todavía aturdido por la imagen. Ella abrió los ojos a la par que sus mejillas se sonrojaban. Se incorporó de un salto apartándose de mis brazos mientras comenzaba hablar de forma rápida:

—¡Chris! ¡Que alegría! Cuanto tiempo. ¿Cuánto hace que no nos vemos? ¿Un año? Un año y dos meses, ¿quizás? Bueno.... ¿Y cómo te va todo?...

Era Karen. Mi Karen. La observé mientras balbuceaba frases inconexas. Estaba igual que la última vez que la vi, con su melena negra rizada enmarcando su delicado rostro donde resaltaban dos grandes ojos oscuros y una boca generosa. "Vale, no está exactamente igual" pensé analizándola sin disimulo. A diferencia de la última vez que la vi —que vestía arreglada para una entrevista de trabajo— esta vez iba bastante más informal con unos pantalones de pitillo negros rotos por las rodillas y un jersey amplio del mismo color que le caía a un lado dejando uno de sus hombros al aire. En los pies llevaba unas botas militares granates, era el único toque de color de su vestimenta. Aun así, estaba preciosa. Y para mí era como ver un ángel, siempre que me encontraba en un apuro del estilo aparecía. La di otro repaso de pies a cabeza. "Mi ángel negro" pensé con una sonrisa ladeada.

—Bueno, pues me ha encantado charlar contigo. Se te ve genial, sigue así. No os molesto más. Adiós. —Y tras decir esto desapareció de mi vista. ¿Qué coño acababa de pasar?

—¿Qué le pasa a esa tía? —preguntó Lisa entre risas sacándome de mis pensamientos. La miré con un gesto de disgusto, pero no lo vio porque estaba concentrada en arreglarse el maquillaje. El avión volvió a tambalearse y me aferré con fuerza a los reposabrazos mientras cerraba los ojos—. Hay que ser patética —continuó Lisa a mi lado ajena a mi alteración.

¿Qué hacía todavía ahí sentado? Se acababa de aparecer mi ángel negro, mi salvación para aquella pesadilla y había dejado que se esfumara igual que la última vez. Esto no se podía quedar así.

Morticia 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora