El entrenador Warfield tosió incómodo, intentando indicar que la clase era suya, pero no dijo nada. Los ojos de Irina fueron hacia él y vi que estaba pensando lo mismo que yo. Sin embargo, se encogió de hombros hacia la señorita Robson.

—Lo siento.

Vaya. Realmente no quería un castigo muy malo. Seguro que había revisado su lista de lectura y había descubierto que aún le faltaba media biblioteca. Su respuesta calmó poco a la profesora, que hizo aparecer su carpeta y lapicero con un movimiento de su mano.

—Señor Anderson —dijo con la voz aumentada por un hechizo—, ¿ha terminado con su compañero o tiene alguna costilla rota?

Él negó con la cabeza mientras el brillo de sus manos desaparecía y James se ponía de pie con una mueca de dolor. La sirena que indicaba el final de la clase hizo que todos saltáramos. La gente empezó a irse antes de que la profesora tuviera oportunidad de descargar su furia con ellos, a pesar de que muchos disminuyeron la velocidad y se mantuvieron dando vueltas cerca del gimnasio. Incluso el entrenador nos dejó solos.

—Bien, los quiero a los cuatro aquí —dijo la señorita Robson dando una patadita en el suelo.

Nos colocamos en una sola fila. En cuanto estuve a su lado, Irina me sonrió con la mirada y yo bajé la vista al suelo, esperando.

—He notado que usted y la señorita Swift no trabajaron mucho en su lección —dijo la maestra.

—No sé de qué habla, señorita Robson —no entendía cómo Kyle era capaz de mentir de forma tan creíble—. Le podemos repetir nuestro ataque, si desea.

Tenía que estar bromeando. Apenas recordaba qué había sugerido. Lanzarles las hachas y luego… ¿cortarles la cabeza o sacarles el corazón?

Lo mejor era no pensar en ello o los nervios me traicionarían. La señorita Robson me miraba de forma inquisitiva e hizo que empezara a sentir comezón en la nuca.

—Por hoy, voy a tomar su palabra, señor Anderson. En cuanto a su conducta reprochable… todos están castigados.

James saltó en su sitio.

—Pero, ¿qué hemos hecho? Usted dijo que lucháramos y eso hicimos.

—Arruinaron mi clase. Los cuatro.

Vi que Irina apretaba los labios. Sabía que si decía algo sólo nos iría peor, pero James no parecía tener tantas luces para notarlo.

—¡Pero si Kyle y Emmelina no hicieron nada!

Perfecto, ni siquiera se sabía bien mi nombre.

—El señor Anderson ha detenido su práctica para ir a curarlo —dijo la señorita Robson.

La mandíbula de Kyle cayó.

—¿No esperaría que lo dejara allí? Em y yo terminamos su lección —me conmovió un poco que recordara que le había permitido decirme así—. Hasta que trajeran a alguien podía haberse puesto…

Se detuvo, probablemente notando que aquello no mejoraría ni con un abogado.

—Ya que usted y la Señorita Swift hacen tan buen equipo, podrán unirse al señor Sandler y la señorita Britt esta noche para limpiar energía demoniaca en alguna zona del bosque, a las nueve de la noche en la conserjería del señor Hammock. Que tengan un buen día.

Y desapareció. O sea, literalmente.

Cuando se fue, Irina por fin pudo soltar el gruñido que tenía atascado en el fondo de su garganta.

—Maldita bruja —murmuró. Estaba realmente furiosa, nunca la había escuchado maldecir a un profesor con tanto odio.

—Sabes que decir algo sólo la hubiera molestado más —intenté decir. Pero ella negó con la cabeza.

—También te ha castigado… ¡y tú no habías hecho nada!

—Gracias por incluirme en el grupo —murmuró Kyle. Me dieron ganas de reír pero definitivamente hubiera sido un mal momento.

Irina desapareció de mi lado y de repente, estaba frente a James con los colmillos fuera.

—Tú —le gruñó—. Todo esto ha sido culpa tuya.

James empezó a retroceder con las manos frente a él en señal de paz. Por cada paso que daba hacia atrás, Irina parecía más furiosa.

—Sólo es una noche —le dijo— y de todas maneras te iba a sacar en una cita así que…

Irina se convirtió en un borrón, tomó a James de la camisa y lo alzó en vilo. Sus pies quedaron colgando a varios centímetros del piso.

—Vuelve a decir eso y aunque me expulsen de Diringher te voy a arrancar los dientes uno a uno —lo amenazó con voz calmada antes de dejarlo en el suelo—. Vámonos.

Me apresuré detrás de ella. Irina se dirigió a las puertas de Diringher que daban al bosque. Era una simple valla que cualquiera podía saltar, pero del otro lado tenía los más poderosos hechizos de barrera.

—Necesito despejarme —dijo mirándome con una expresión de disculpa antes de salir corriendo y desaparecer de mi vista.

Deseé con todas mis fuerzas poder hacer eso también. Volví a mi habitación y me perdí deliberadamente la clase de Defensa Avanzada por la tarde.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora