Capítulo cincuenta.

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Narra Louis

Nunca es fácil abrirle el corazón a una persona, pero cuando lo haces y esa persona se instala en él, no hay palabras suficientes para explicar lo feliz y completo que te sientes.

Es como si antes de su llegada hubiera estado solo, olvidado en un rincón oscuro, medio moribundo… Como si nada de lo que había vivido antes y lo que podría vivir después tuviera sentido sin su presencia. Por fin había una luz iluminando mi camino y brindándome un atisbo de serenidad, de confort… De felicidad.

Diane me aportaba eso y más… Lo detestaba. Detestaba que fuera ella la que provocaba todo eso en mí. ¿Quién en su sano juicio creaba una bola con sus sentimientos y la depositaba en las manos de una persona que conocía de un par de meses? Diane iba a ser sólo mi folla-amiga, simplemente eso. Que ahora fuera capaz de manejar a su antojo mi estado de ánimo me tocaba la moral: si ella estaba contenta automáticamente yo también, si ella estaba triste o enfadada yo me deprimía y si la veía con un chico… Joder, que Dios me librara de verla con alguien que no fuera yo porque me dolía el alma sólo de pensarlo, me ponía enfermo y tan rabioso como un perro que echa espumarajos por la boca.

Lo que empezó como un juego cuyos únicos fines eran compartir fluidos y placer ahora era algo más serio. Tanto ella como yo estábamos implicando sentimientos y no podía consentir eso. Diane, aunque no lo hubiera dicho, me quería, podía notarlo, cualquiera podría. Y, muy a mi pesar, debía reconocerlo, yo comenzaba a sentir algo por ella, pero seguía sin saber el qué y me incordiaba.

Debería dejarle claro una vez más que nuestra relación nunca iría más allá de lo sexual.

Y también deberías dejártelo claro a ti mismo.

La observé terminando de guardar los platos y demás utensilios recién lavados y secados.

Después de quemar calorías en su cama, los dos estábamos hambrientos. Propuse ir a comer fuera pero ella se empeñó en enseñarme sus dotes culinarias (he de añadir que no cocinaba nada mal). También añadió que si nos quedábamos en casa teníamos la cama más cerca. Tan inocente y a la vez tan perversa…

Acerqué el vaso que contenía el café a mis labios y bebí de un sorbo el líquido que quedaba.

Estaba un poco nervioso. Quería hablar con ella sobre lo nuestro, saber qué es lo que de verdad pensaba, poner límites, dejarlo claro de una vez por todas lo antes posible.

Guardó el último plato en la alacena, giró sobre si misma, apoyó sus manos en la encimera y se impulsó hacia arriba para sentarse sobre ella. Me sonrió. Instintivamente hice lo mismo. Arrastré la silla hacia atrás y me levanté.

Cuando estuve lo suficientemente cerca rodeó mi cadera con las piernas para atraerme a ella. Colocó sus manos en mi nuca.

-No sabes cuánto te he echado de menos –susurró rozándome los labios.

Me besó. Por una milésima de segundo la cara de Eleanor se cruzó en mi mente. Me aparté enseguida de Diane, ella frunció el ceño.

-Ane –musité-, quiero hablar contigo.

-¿De qué?

Secrets. {Louis Tomlinson Fan Ficción}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora