Capitulo 58 P.2

5K 231 17
                                    







Creyó haberse equivocado de habitación. Pero miró unos segundos a la persona que estaba rodeada de tubos y máquinas, y efectivamente era su novio. Pitidos y ruidos constantes de las máquinas llenaban el ambiente. En la boca de su novio, habían dos tubos largos que conectaban a otra máquina, además de todos los cables de su brazo y su pecho. Su cabeza estaba vendada. La manta le llegaba hasta el abdomen, donde podía ver otra venda que probablemente era la que cubría la herida del cuchillo. Un chillido se escapó de sus labios al ver a Jorge. Se acercó con temor a él. Su rostro tenía muchos cortes, más de los que recordaba de la noche en que todo pasó.
-Jorge... -susurró. No pudo evitar llorar. ¡Todo era su culpa! Si Jorge... si el llegaba a morir, ella no se lo perdonaría jamás. Probablemente se suicidaría o algo así. No podría vivir con el remordimiento. Acarició los dedos del muchacho con suavidad. Los latidos del corazón del rizado eran registrados por una máquina que hacía un horrible pitido. –no puedo creer lo que te hice...
Miró otra vez su rostro. Moratones a lo largo de su piel. No, no se lo perdonaría.
Salió corriendo del lugar. Sintió la voz de Lou y Zayn llamarla, pero corrió.
Era peor de lo que esperaba. Nunca creyó que ese golpe en la cabeza fuese tan grave. Más que la propia herida. Si Jorge vivía, podría tener secuelas. Eso significaba... quizás perderlo en otro sentido. Nadie sabía. Era un pronóstico complicado.
Estacionó el auto en frente de la casa de Jorge y se echó a llorar, apoyándose en el volante. El dolor desgarrador del pecho comenzaba a expandirse. Su pecho se agitaba al intentar respirar después de cada sollozo.
-¿Por qué? –susurró. –Jorge... No quiero que se muera –hablaba consigo misma en voz alta -¡No puede irse! ¡No puede dejarme sola! –apoyó la cara en el volante, dejando que las lágrimas humedecieran su rostro. Sus manos temblaban. No podía concebir que después de todo, tuviese que seguir sufriendo. Salió del auto y entró corriendo a la habitación de Jorge. Sacó una camiseta de su armario y se abrazó a ella. Olía a él. Respiro su aroma, mientras la mojaba con sus lágrimas. Se sentó en el suelo a llorar. ¡Era tan injusto! Quería a Jorge, lo necesitaba.
Cerró los ojos. Casi podía sentirlo allí, como siempre. Abrazados en su cama, charlando tonterías. Apoyó su mejilla contra la camiseta.
Jorge podía salir de esta, podía. Eso era lo único que podía creer. Lo único que necesitaba creerse.
Se lanzó a la cama y se quedó profundamente dormida. La camiseta permaneció junto a ella todo el tiempo. No, no era hora de un adiós. No podía ser hora del adiós.
Abrió los ojos y se encontró con la mirada de Gemma.
-¿Quieres que te traiga desayuno? –preguntó la muchacha. Martina negó –debes comer algo cariño...
-No tengo hambre... -susurró ella. Cerró los ojos y las lágrimas otra vez corrieron por su rostro. Gemma se acercó y le dio un abrazo. La muchacha sollozó como una niña pequeña.
-Lo sé cariño, también me siento así –susurró Gemma –pero él saldrá de esta, lo hará. Mi hermano es más fuerte de lo que parece.
-Es mi culpa –sollozó fuertemente –yo tengo la culpa de esto.
-¡No! Claro que no Martina, fue ese bastardo. La policía ya lo tiene -Martina sintió una pizca de alivio. Pero aún asi, Gemma no sabía toda la historia.
-Pero lo hizo por mí... -susurró ella. Gemma frunció el ceño –Jorge quería matarlo.
-Aún no entiendo ¿por qué? –los ojos azules de la chica la miraron profundamente. Martina suspiró.
-Él... -recordar eso le partía más el corazón –ese hombre abusó de mí. –Gemma abrió los ojos de par en par. Primero intentó digerir la información, para luego abrazarla con fuerza.
-¿Le dijiste eso a la policía? –ella negó –ahora iremos allá y lo haremos. Se pudrirá en la cárcel.
Gemma la llevó hasta la policía junto con su madre. Anne se enteró de toda la historia. No dijo nada, pero su rostro denotaba lo mucho que repudiaba a ese hombre.
La declaración tardó un par de horas. Quedó hecha la denuncia. Lo que probablemente agravaría la infracción.
Fueron al hospital, pero nada parecía cambiar. El pasar de los días era igual, aunque los doctores decían que las cosas mejoraban un poco, Jorge seguía en coma. Eso comenzaba a desanimar a todos.
El padre de Martina llegó un par de días después. Su hermana estuvo con ella, intentó hacerla comer, pero solo consiguió que tomara un sorbo de café.
Días después, su madre fue a visitarla. Ella la mandó al demonio, sin escuchar los ruegos de perdón que ella casi gritó en la calle. Quizás era muy tarde para pedir perdón.
Algunos días se la pasaba en su cama, mirando el techo. Nicole, su hermana intentaba distraerla. Pero claramente nada funcionaba. Comenzó a perder peso rápidamente. No comía casi nada, y se la pasaba durmiendo, ya casi ni iba al hospital, todo seguía igual.
Un Martes por la mañana, recibió una llamada de Gemma.
-¡Martina! –sonaba desesperada –ha habido un cambio.
Esa palabra bastó para que en menos de veinte minutos estuviera allí. Al parecer Jorge había respondido a más estímulos. Pero no se le permitían visitas.
Una pizca de esperanza. Era todo lo que necesitaba. El brillo en sus ojos volvió lentamente. Visitaba a Jorge a diario, estaba cinco minutos nada más, pero todo valía. El rostro del muchacho lucía mejor, las heridas desaparecían poco a poco.
El 21 de Marzo, el día de la entrada a la primavera, Martina visitó a su novio, quien tenía visitas más largas. Los chicos no estaban, pues se habían tomado un día para ellos, luego de que durante casi dos meses estuviesen día a día con  Jorge. La herida de  Jorge estaba casi cien por ciento curada, su costilla rota estaba a medio camino. Solo quedaba que su cerebro se recuperara, aunque las probabilidades seguían siendo bajas. A pesar de eso, ya no salían tubos de su boca, solo permanecía con un respirador de mascarilla.
-Amor, he terminado de decorar nuestro apartamento –susurró ella mientras se sentaba en un banquito junto a él. Le tomó la mano con cuidado –creo que te gustará. Además, la vista en la noche desde nuestro dormitorio es hermosa... -se quedó callada unos minutos. –¿Sabes quien fue a visitarme otra vez? Mamá... bueno, esta vez le di 5 minutos. ¿Puedes creer que se arrodilló a pedirme perdón? –Se rio irónicamente –bueno, ahora que su *beep* ex novio está siendo enjuiciado por violación e intento de homicidio se da cuenta de lo que sucedió. –silencio otra vez. Miró a  Jorge. Sus rulos ahora estaban cerca de sus ojos, aunque una parte de su cabello estaba bastante corta. El lugar del golpe. –dios, deberías volver pronto a casa. Sé que tu mamá te llevara con ella hasta que estés bien, pero no puedo esperar a que estemos juntos. Además Gemma se encargó de comprarte una Xbox para nuestro apartamento. Dijo que probablemente estarías muy feliz. Además, tu colección de discos está con nosotros. Sé que te hará inmensamente feliz. –Le tomó la mano otra vez. –Te amo mi amor... vuelve pronto ¿quieres? –cerró los ojos. Todo había cambiado un poco, ella dejó de culparse, intentó ser positiva aunque los médicos no daban tan buenas expectativas luego de dos meses de coma. Suspiró, aún así creía en que todo estaría bien. Pasaran diez años, seguiría creyéndolo.
Entonces, su mano recibió un leve apretón. Su corazón palpitó con tanta fuerza que parecía doler. Su sangre corrió rápido. La emoción parecía querer hacerla desmayar.
-¿ Jorge? –preguntó. Recibió otro apretón en respuesta. -¡JORGE! DIOS MÍO.
Comenzó a llamar desesperadamente a los médicos. Llegaron corriendo, y antes de que la echaran de la sala, captó un destello verde. Aquel que tanto había extrañado.
Los ojos que la habían enloquecido.

Enamorado de mi mejor amiga.-{JorTini}- ADAPTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora