Aletheia

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22:59

El aire es limpio y no suena. El eco de unos tacones crea ondas en la sala. A juzgar por la distancia que abarcan, no debe ser un lugar muy grande. El sonido cesa y solo se escucha el repiqueteo de unas gotas de agua cayendo en un supuesto matraz. Hay algo más al fondo, pero no te importa. Estás expectante sobre lo que va a ocurrir. Entonces, una voz de mujer carraspea.

—Solo ha pasado un mes. Un mes, Willow. Esperaba más de ti.

La voz no dice nada. Se aprecia su respiración entrecortada. Parece estar cerca de la grabadora. La mujer suspira.

—No creas que me gusta hacer esto. Quizás debería llamar a un liquidador para que lo hiciera por mí. De esa manera a lo mejor tú...

—¡No!

La voz susurra algo entre dientes después de gritar. Su respiración se agita. Tarda unos segundos más en volver a hablar.

—Ahora ya recuerdo. Ya entiendo. Pero lo que vas a hacer no servirá de nada.

—¿Ya recuerdas? La voz de la mujer permanece impasible.

—No todo. Me duele. La voz solloza. Me duele recordar. Físicamente, joder. Y esta camisa de fuerza...¿acaso soy algún psicópata peligroso?

—Te rebelaste, Willow. Creo que eso cuenta como definición de peligroso.

—Creo que más bien me escapé. Los peligrosos sois vosotros.

La mujer vuelve a respirar hondo y se escucha el eco de un sonido metálico. Unos pasos más la acercan a la grabadora. Se suceden unos instantes en silencio.

—Aleja eso de mí. La voz sisea.

 —Oh, vamos, cariño. No es como si fuera la primera vez que te inyectas. De todas maneras, sabías que esto formaba parte del contrato.

—Un contrato que jamás firmé. Al menos Fausto tuvo la oportunidad de declarar sus intenciones al diablo.

—¿Acaso aún te dan miedo las agujas, Willow? Solías ser muy tierno antes. Ahora solo eres impertinente. Ugh, esta maldita grabadora. Al principio estaba bien para controlar tu progreso, pero ahora siento que solo te desquicias día y noche con ella. No importa. Ya te hemos requisado todos los cassettes.

 —Esto...La voz titubea. Esto es ilegal.

—¿A qué gobierno se lo vas a decir? ¿A qué policía? La mujer emite una risa sarcástica. Sí es cierto que llevas mucho tiempo ya encerrado. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Tres años? Bueno, las cosas no han cambiado tanto. Creo que no sabes quién tiene el control.

—El control es inútil.

—¿Por qué piensas eso?

—Porque es una mentira. Crees tener el control, pero nunca lo tienes. Los corruptos solo ocultan sus inseguridades fingiendo tener vidas felices e induciendo a que todos los demás sean igual de miserables que ellos. 

—Pareces saber mucho de esto.

—Soy infeliz. Soy miserable. La voz coge aire. Pero soy mío. Y eso te va a arruinar.

La mujer chasquea la lengua. Se aprecia el sonido de unas telas rasgadas y el mismo movimiento metálico anterior aún más cerca de la grabadora. Tras unos segundos, Willow gime.

—Tenía razón. Aún te dan miedo las agujas.

—Así que de vuelta a lo mismo.  

—Efectivamente. No tendría que haber sido así si lo hubieras evitado. Vas a acabar destrozándote, querido.

La cuarta zonaWhere stories live. Discover now