26. Palabras de bienvenida.

2.5K 244 118
                                    

Como Sanji y Usopp se quedaron voluntariamente cuidando el Thousand Sunny, la demás tripulación salió a la isla. Las chicas permanecieron juntas, de tienda en tienda de ropa y hablándole y preguntándole a Zoro sobre lo diferente ser hombre o mujer. A él no parecía incomodarle el tema, por lo que Nami y Robin no pararon de preguntar acerca de todo aquello.

—Es extraño tener que usar más fuerza de lo normal para cargar espadas o girar la perilla de la puerta —habló Zoro—. También siento muy pesado y estorboso mis pechos, sin hablar de la panzota de embarazada.

Robin se rió y Nami le dio una palmada en la espalda y le habló como si Zoro no supiera nada acerca de ser mujer todavía:

—Espera a que te llegue el periodo, Zoro-chan.

—Oh, ni loco —respondió serio—. Pienso volver a ser hombre justo después de que el bebé deje de necesitar de mi... pequeño cuerpo cambiado.

Nami se sorprendió y miró a Robin, quien solo levantó los hombros y desvió los labios, divertida.

—¿Qué? —se apresuró Zoro a preguntar al notar aquello. Nami lo miró rápidamente y le sonrió con las manos por delante, diciéndole que no era nada, pero Zoro le insistió con la mirada y entonces Robin habló.

—Navegante-san creyó que tú y Cocinero-san habían hecho un trato.

—¡Robin! —Regañó Nami en lo que Zoro se acercaba más a la pelirroja y la hostigaba con su mirada, como diciéndole "¿Que tipo de trato pensaste que hicimos, bruja?". Y entonces eso a Nami le dio miedo, no podía golpear a Zoro en esas condiciones ni tampoco desaparecerse, porque ahora y hasta que el espadachín sea chico otra vez ellos eran "amigas" cercanas.

—No es nada... sólo, ya sabes —tartamudeo Nami en respuesta—... Sanji-kun es... bueno, le gustan mucho los cuerpos de chica. Y, no sé, me imaginé que tal vez él te haya pedido... ya sabes, Zoro-chan...

Zoro levantó las cejas y paró en seco. Nami lo miró con una sonrisa, excusándose de lo que acababa de decir.

—¡Claro que no! —exclamó Zoro apretando los puños—. Sanji puede ser un idiota, pero no es un maleducado —se cruzó de brazos y caminó hacia Robin, indignado—. Él nunca ha intentado hacer nada que no le pida yo.

Nami corrió para alcanzarlas y tomó a Zoro por el hombro.

—¡Zoro-chan, lo siento! —dijo Nami—. ¡Sólo fue una suposición! Digo, ¡no es mi culpa que se le desborden las ganas de tocarte! ¿Qué no te das cuenta?

Zoro ni se inmutó, siguió caminando junto a Robin, quien lo miró y terminó por hablar intentando rescatar un poco a Nami.

—Es cierto, Espadachín-san —dijo tranquila, inclinando el cuerpo para ver a Zoro sin dejar de caminar a su ritmo rápido—. Cocinero-san no deja de mirarte con ganas cada vez que estás cerca. Y lo hace con tanto amor que hasta se le escapan suspiros. ¿En serio no te has dado cuenta?

A pesar de que ahora Robin se le había unido a Nami, Zoro siguió de frente sin hacer caso a las palabras de ambas chicas. Pero en el fondo se había quedado pensando acerca de lo que habían dicho. Porque si era cierto lo de que Sanji hacia esas cosas, entonces él sería el idiota que no se habrá dado cuenta de eso. Y le resultaba extraño que, si fuera verdad, Sanji no le haya pedido nada parecido todavía. Quizá el rubio estuviera esperando a que Zoro dé a luz para intentar algo él mismo, pero el espadachín no se lo podía imaginar haciendo tal cosa. Hasta cuando hacían el amor, Sanji se la pasaba preguntando "Zoro, ¿puedo tocarte aquí?", "Zoro, ¿puedo ponerte en esta posición?", "Zoro, ¿puedo hacerlo más rápido?" Zoro, esto, Zoro lo otro, bla bla bla.

Estúpido Espadachín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora