'¿Qué es esto? Es una locura, una maldita locura'

Sus dedos se enterraron en su cuero cabelludo antes de dejarse caer en aquel suelo de azulejos blancos tras deslizar su espalda por la pared. Se deshizo de su abrigo a jalones y enterró el rostro en sus rodillas flexionadas. Tenía que controlarse; respirar, serenarse.

Él no estaba en celo, claro que no, aquello era algo distinto, un fuego que abrasaba bajo la piel tras haber nacido muy dentro de él, tras haber emergido de una fuerza que se concentraba en sus sienes y tiraba hacia su nuca.

Y a su entrepierna.

Maldita sea.

Jamás había sentido a un omega en celo. Sus encuentros con otras fueron únicamente cuando él pasaba por el suyo. Simplemente... Harry no había tenido la dicha o por el contrario la desventura de vivir eso. ¿Que si tuvo la oportunidad? Sí, muchas omegas se lo hicieron saber. ¿Que si lo hizo? No. Probablemente tendría un examen para el que estudiar o realizar algún trabajo. Probablemente tendría que preparar un ensayo o memorizarse una presentación. Quizás estaba jugando un partido de fútbol amistoso o por el contrario había quedado con su padre para ir a las oficinas de Styl. No lo sabía; no lo recordaba.

Simplemente, nunca estuvo en sus planes. No le interesó, no era una prioridad. Había otras cosas.

¿Su padre le habría hablado de ese momento? Seguramente sí pero no lograba recordar; aquella molestia punzante no lo dejaba pensar.

Ni siquiera se quitó sus vaqueros negros cuando decidió meterse en la bañera y abrir la lluvia de agua fría. Harry pudo jurar que las gotas se individualizaban para correr por su piel. Así lo sentía, candente, tanto que juraría que podía formar vapor ante el contacto.

Tropezó de nuevo con la alfombra del pasillo antes de entrar en la habitación de sus padres y buscar sobre la cómoda los inciensos que Annette siempre solía tener a mano. Apenas los encendía una media hora, pues habían sido un regalo exclusivo de su marido. Harry prendió cuatro palillos y dos se le cayeron sobre la impecable moqueta, mientras los intentaba colocar en el elegante soporte plateado. Bufó exasperado antes de pasearse por el pasillo de nuevo con ellos. Cuando entró en su habitación encendió dos más, dejándolos sin cuidado sobre unos discos.

Se tiró entonces boca abajo en su cama.

Olían a vainilla y el dolor dulzón no tardó en apoderarse del ambiente aunque al principio lo notara con nimiedad. El olor parecía opacarse, pero aquella urgencia en su cuerpo permanecía latente aunque hubiera tenido un urgido orgasmo bajo la ducha fría minutos atrás, cuando su erección ya dolió.

'Basta, Harry, basta'

En la casa reinaba el aroma a vainilla de Tahití; sus fosas nasales se hicieron poco a poco a aquel fino humo danzante. El cansancio no lo alcanzó, pero quizás se hizo al calor interno cuando los latidos en su pecho parecieron establecerse y su agitada respiración le dio una tregua. No se durmió, siquiera pensó en otra cosa mientras se intentaba concentrar en dominar todo aquello que concebía como inexplicable.

Miró de reojo hacia la ventana y saltó de la cama para echar el estor, hacer una torre de libros frente a ella y subir la silla al escritorio. Después de eso, volvió a tirarse boca abajo en el colchón, sin llegar a ser capaz de plegar sus párpados.

Más vainilla.

Calmado.

Controlado.

Los termómetros marcaron los menos cuatro grados antes de que Louis se arrancara su camiseta pegada a la espalda debido al sudor. Le exigió a su madre que lo dejara solo y demandó que su padre siquiera se atreviera a subir el primer escalón hacia el segundo piso.

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