Diecisiete

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— Anoche no estabas en casa.

— Estaba en casa de Gerard.

— Casi nunca estás en casa...

— Papá —suspiré, él alzó ambas manos ante su pecho.

— Sólo digo... es bastante obvio que siempre has estado enamorado de él.

— Papá —enarqué una ceja.

— No soy ciego, Frank —continuó—. Como decía, ¿Estás seguro que está contigo porque te quiere o es porque necesita ayuda con esa criatura?

— ¿Qué insinúas? —Estallé— Gerard no es esa clase de persona. Y aun así fuera así, yo feliz le ayudaría a cuidar a su hija.

Mis palabras se cortaron cuando la campanilla de la puerta principal sonó y alguien entró a la tienda. Era una muchacha con un grueso libro entre sus manos, se dirigió hacia mi padre mientras yo iba a la trastienda a buscar mi chaqueta y desconectaba de la corriente mi celular. Cuando regresé a la tienda papá estaba frente a la fotocopiadora. Me acerqué a él por la espalda y en susurros agregué:

— Esa criatura fue producto de una violación. Gerard no la pidió pero aun decidió traerla al mundo porque es una persona totalmente desinteresada y maravillosa. Además, y para tu información, va a darla en adopción aunque veo en sus ojos que no quiere hacerlo. No tienes derecho a referirte a él como si fuera cualquier idiota. Y yo planeo seguir pasando la noche con él y ayudándolo durante mucho tiempo más, así que creo que deberías acostumbrarte a la idea. Hasta pronto, papá. Gerard está esperándome.

Y sin decir más me aparté de él. Estaba tenso, y cuando se giró para mirarme de reojo estaba totalmente rojo, aunque en sus ojos veía que no había nada de ira. Le dediqué un gesto con la mano y salí de la tienda. La campanilla quedó sonando cuando cerré la puerta. Unos metros más allá la distintiva silueta de Gerard estaba contemplando una vidriera, al llegar a él noté que miraba artículos electrónicos más cuando se enteró de mi presencia se giró a abrazarme. Besé su mejilla y le di una suave caricia en la cintura antes de tomar su mano, él de inmediato enlazó sus dedos a los míos.

— Me gusta esa bufanda —murmuré.

Él rió entre dientes.

— Me gusta esa chaqueta —dijo.

— La traigo casi siempre.

— Tienes buen gusto entonces.

— Ya lo creo —respondí mirándolo de reojo, con una sonrisa en mis labios. Él rió nuevamente, y un suave sonrojo apareció en sus mejillas. Se apegó un poco más a mí, como si ir abrazados por la calle fuera totalmente aceptable para todo el mundo, y aun cuando miradas de extrañeza eran percibidas por ambos, no podíamos evitarlo. — ¿A dónde iremos? —pregunté luego de un rato.

— ¿A tu casa?

— Tomemos un taxi entonces. No es buena idea que camines tanto.

— Vamos, me hace bien.

— Gee, estás a una semana de que la bebé nazca. No es buena idea que camines tanto. Ni siquiera deberías haber caminado hasta acá.

— Uff... ¿no voy a poder ganar esta vez, cierto? —Preguntó con un leve puchero en sus labios, yo negué— Está bien... tomemos un taxi.

platonic ・ frerardWhere stories live. Discover now