Tres

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— No es asunto tuyo, Frank.

La voz de James rompe el silencio que nos rodea, alzo la cabeza sólo para mirar su perfil iluminado por una de las farolas cercanas. Sin decir nada me encojo de hombros y en el intertanto acomodo mi chaqueta, hace frío, y con la reciente noticia el frío se intensifica.

Todavía puedo ver la cara de papá cuando, ignorando sus preguntas, salí de ahí seguido por mi amigo. En un principio la furia eufórica me enviaba a buscar a aquél o aquellos hombres que tanto daño le hicieron a Gerard, pero entre más avanzaba más obvio se volvía que yo no podría hacer absolutamente nada contra ellos. Soy sólo un tipo, uno bastante patético. Tanto que ni siquiera puedo vengar a Gerard.

— No puedo pensar en otra cosa —suspiro, negando ante el cigarrillo que mi amigo me ofrece—. No puedo...

— Lo sé, Frank. Y créeme que lo entiendo.

— Es que no entiendes —replico con la voz agrietada, sintiendo como el doloroso nudo en mi garganta se intensifica con cada maldita palabra—, nunca vas a entender.

— ¿Por qué te afecta tanto? Ni siquiera eres...

— He estado enamorado de Gerard desde... siempre. Lo veo casi todos los días desde hace años, lo he visto crecer y convertirse en una persona genial, Gerard es... es todo, ¿sabes? Aunque compartamos tres palabras a la semana, es todo. Y no puedo... ¿Por qué él?

Pero después de mi verborrea y las múltiples lágrimas que caen por mis mejillas, sólo el silencio espera por mí. Mi amigo me observa como si me hubiese vuelto loco, y debo admitir que incluso yo pienso eso. Pero él no entiende. Nadie nunca entenderá.

Un poco más adelante nos encontramos con la bifurcación de caminos y volvemos a detener nuestros pasos. Mis lágrimas están marcadas en mis mejillas, y aunque la luz de la farola las deja al descubierto, no hago nada por enjugarlas. James me mira, y sin saber qué decir, sonríe de medio lado y se marcha. Unos pasos más allá lanza lejos el resto de su cigarrillo, yo le doy la espalda, y continúo mi camino.

Mi mente figura mil escenas, terribles escenas, con Gerard protagonizándolas todas. Pero es imposible imaginar lo que realmente sucedió. Es doloroso y enfermizo intentar comprender cómo demonios se siente él ahora, y como se sentirá cuando despierte. Gerard estará roto, y en lugar de poder acercarme a él, eso nos distanciará todavía más. Soy sólo el tipo que ve de vez en cuando. No soy vital para él, así como él lo es para mí.

Para Gerard, yo soy nada.

Cuando alzo la cabeza nuevamente descubro que mis pasos me trajeron a la casa de Gerard, a solo unos metros de la acera está la puerta de su casa, todo está en penumbras a excepción de la delgada luz que se filtra por las cortinas de la sala, mis pasos están por llevarme a la tranquilidad de mi hogar, pero de pronto la puerta principal se abre, y una delgada figura cruza el jardín delantero a pasos agigantados. Es su hermano menor, y luce realmente apurado.

¿Será buena idea molestarlo? Qué demonios, nunca tomo en cuenta las buenas ideas.

— ¡Hey! —Exclamo, acercándome a él— Michael, ¿cierto?

— Sí —responde secamente, recorriéndome con la mirada.

— Yo sé que no debería estar acá pero... James me contó y, sólo quiero saber cómo está Gerard.

Lo veo inflar sus mejillas y titubear un poco, pero luego de unos instantes hace un gesto con la cabeza en dirección al auto y medio sonríe. Aunque su rostro es un doloroso esquema de dolor e incertidumbre.

platonic ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora