Casa de Muñecas

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La casa está vacía, o por lo menos, no se escucha ningún ruido

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La casa está vacía, o por lo menos, no se escucha ningún ruido. Su madre podría estar dormida y su hermano claramente no había llegado de la universidad; Amely podría disfrutar de un par de horas de tranquilidad, disfrutando del silencio y la compañía de su sombra.

Ella dejó su mochila, bastante pesada en consideración del montón de trabajos que tenía por hacer de la escuela, sobre la encimera de la cocina. Le echó un vistazo al almuerzo que la esperaba e hizo una mueca al ver los vegetales cocidos, no se veía ni olía nada apetitoso. 

Amely sacudió la cabeza y subió los escalones hacia el segundo piso, como pensaba, su madre estaba profundamente dormida, una delgada línea de baba escurriéndose desde sus labios pálidos y el espeso cabello marrón alborotado alrededor de su rostro, igualmente pálido. 

Ella la cubrió con una manta de estampado floral, cerró la puerta de la habitación y la dejó dormir. Su madre era enfermera y los turnos en el hospital la dejaban exhausta, Amely siempre se esforzaba por no molestarla mientras descansaba. 

Se dirigió a su habitación, era pequeña pero acogedora, tenía una cama simple con un edredón violeta, una mesita de noche con una pila de libros y una lampara sobre sí, el armario estaba junto a la puerta del baño y en la pared opuesta, bajo la ventana había una cómoda.

Lo único que estaba fuera de lugar era la casa a escala sobre la cómoda, recibiendo la luz de día a través de la ventana como un foco iluminando un escenario. Era de madera, antigua y extrañamente conservada, tenía pequeñas ventanas de marco cuadrado y un revestimiento oscuro como el ébano, quien la hizo se esmeró arduamente, pues cada detalle en la madera, cada hundimiento en la puerta y hasta el mismo pomo parecían completamente reales, lo único que la distinguía de una casa real era el tamaño.

Amely caminó hasta la cómoda, mirando la pequeña casa extrañada, ella jamás había sido una chica que jugaba con muñecas, su madre nunca le compró una y no le hacían falta en lo más mínimo. 

Ella abrió la puerta de la casa con mucho cuidado, parecía frágil y delicada, en cuanto tocó la madera sintió algo extraño, fuera de lugar, en su cuerpo. Se sintió fatigada de repente y un dolor se acumuló en sus sienes, los dedos le hormigueaban y la piel le picaba.

  — ¡Mamá! — gritó.

  — ¡Mamá! — gritó

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La Casa de las MuñecasWhere stories live. Discover now