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Tenía que tenerla. No me importaba si aparecía el mismo Thomas Nicholson, la haría mía esa noche de cualquier manera.

Caí en la cama sobre mi espalda antes de verla gatear hacia mí de una forma tan sensual que se asimilaba a una felina, o a una divina diosa. Me tenía embobado, alucinado, soñando con su piel. Moviéndose de la misma manera, llegó hasta mí y se sentó a horcajadas sobre mis caderas.

¡Oh! Exclamé dentro de mi cabeza, tratando de controlar una oleada de pensamientos pecaminosos.

Cuando la tuve encima, me miró a los ojos con una sonrisa esbozada en su semblante. Su larga melena de cabello caía sobre mí, cubriendo nuestros rostros. A pesar de que todo en esa mujer era atractivo, lucía diferente. No era ella misma. Si hubiese creído en lo paranormal, habría jurado que estaba poseída.

Y, aunque actuaba como una desconocida, la deseaba. Quería arrancarle la ropa con urgencia. Si lo que pretendía era acostarse conmigo, ¿para qué se había vestido? Pese a que el escotado vestido le sentaba muy bien, lo único que anhelaba desesperadamente era desgarrárselo. Comencé a tocar su cuerpo.

La agarré del cabello y acerqué su rostro al mío para besarla... ¡Ah! La sensación era definitivamente de otro mundo. ¿Cómo podía uno sentir tanto placer con una sola persona?

****

Sabía que lo tenía comiendo de la palma de mi mano. Ian no parecía querer dejarme ir por ninguna razón del mundo. Lo que no sabía es que pretendía jugar con él… Y con muchos otros hombres más. Lo más importante era que no volvería a creer en la palabra de ninguno. Sería una mujer nueva.

Estaba dispuesta a darle a Ian una noche de placer a como diera lugar. Quería tomar el control de la situación. Por más que traté de frenar mis impulsos para hacerlo sufrir un poquito, no pude detenerme.

Lo tenía debajo de mí, con su torso desnudo. Poseía un abdomen y pecho bien formados, un cuerpo diseñado para darle placer a una mujer, con la espalda ancha, bien definida, y brazos bastante musculosos. Parecía confundido, pero ansioso. Sin duda, me deseaba. El contacto con su piel me hacía sentir tanta satisfacción que no podía resistirme a él. Su perfección sobrepasaba los límites que mi cuerpo podía soportar.

Aplasté mi boca contra suya. Nos besamos lujuriosamente, sumergidos en un juego de labios y lenguas. En definitiva, lo prohibido tenía un sabor más dulce y excitante.

Jugueteé con mi cabello para seducirlo. Hice descender mis manos a lo largo de su abdomen hasta llegar a la parte más baja, donde encontré el botón de su pantalón. Antes de desabrocharlo, besé su vientre para darle más sicalipsis al asunto.

Ian haría cualquier cosa que le pidiera, estaba bajo mi poder. Disfrutó de mis besos de la misma manera que yo disfruté de los suyos. Sentí sus húmedos labios sobre cada parte de mi cuerpo. Aquel placer era como conocer el paraíso. Ése era sólo el comienzo. Si así era besarlo, sería demasiado imaginarse lo que se sentiría luego.

Justo cuando pensaba que tenía todo calculado, Ian giró sobre mí para quedar encima. En su rostro se formó una mirada sedienta, apasionada. Me besó en el cuello con arrobo al tiempo que mis dedos acariciaban sus brazos, hombros y todo lo que tenían a su alcance. Casi con salvajismo, comenzó a arrancarme el vestido, intentando no romperlo. Impaciente, buscó el cierre para terminar de quitármelo.

Sabía que su siguiente dilema sería quitarme el brasier, pero debía dejar que se desesperara un poco. Al verme en ropa interior se mordió el labio. Me contempló de pies a cabeza, necesitado.

Sentí fuego invadiéndome. Ian repartió cortos besos desde mi vientre hasta mis pechos.

¡Ah! ¡Qué bien se sentía!

TÚ, YO Y ÉL (NUEVA VERSIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora