V E I N T I D Ó S

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No había ido a clases todo lo que restaba de la semana. No tenía ánimos para nada, mi padre cayó en depresión y Omi trataba de darle ánimos. El jueves pasado desapareció el día completo, casi nos da un paro cardíaco a las dos al no saber nada de él, pero al día siguiente volvió sano y salvo con un mejor ánimo.

Yo al verlo en un mejor estado tan derrepente, pensé que había recurrido a las drogas, ya me estaba imaginando lo peor. Él sólo se limitó a decir ;《La deuda está pagada》.

Jimin me había visitado en esos días.

En el día en que mi padre se había esfumado del mapa, estuvo todo el tiempo a mi lado dándome su apoyo.

Por otro lado, estaba Min. El loco psicópata maniático se coló por mi alcoba todas las noches sólo para besarme e insultarme.

Esta noche mi padre había organizado una cena, había invitado a Jimin y a mis dos amigos.

Yo estaba en mi habitación observando mi reflejo en el espejo que tenía el tocador. Traía puesto un simple vestido azul y unas sandalias negras.

— Estás muy bonita.

Mi cuerpo tembló al oír esa voz grave.

— Anoche te pedí que no vinieras hoy, sabes que Jimin vendrá, puede llegar en cualquier momento y vernos.

Sonrió macabramente. — En realidad a mi me da igual pero, a ti no.

— Yo amo a Jimin.

— Si, si, si.— hizo un ademán con la mano para que guardará silencio.

— No voy a besarte.

Soltó una risilla. — ¿Puedo saber el porqué?

— No voy a besar a Jimin teniendo tu horrible sabor. — me crucé de brazos.

— Uhm, sabes que no me importa, ¿verdad?

Min se acercó a mi y como todas las noches anteriores me tomó de la muñeca y me estampó contra la pared.

— Imbécil sueltame, voy a gritar.

— Te retó retó gritar.

— ¡Ayu...—

Sus labios envolvieron los míos. Su lengua delineo mi labio inferior, separé mis labios dando un mejor acceso, en este momento prefería darle lo que quería sin rechistar para que se fuera lo más rápido posible.

Llevé mis manos a sus hombros y traté de apartarlo.

— No quiero.—gruñó.

Mordió con fuerza mi labio inferior.

Gemí de dolor sintiendo el sabor metálico de la sangre en mi boca.

— Por favor.— susurré desesperada.

Min alejó su rostro unos centímetros para poder fijar sus ojos en los míos.

Sus pupilas estaban dilatadas, estaban de un color negro, como las plumas de los cuervos.

— Sólo me iré si tu me besas, ya me cansé de que tus labios estén rígidos como rocas.

Suspiré con las manos temblorosas.

— No podría hacerlo.

— ¡Lenahi, tu príncipe azul ya llegó! — gritó Omi desde el primer piso.

El miedo recorrió por todo mi cuerpo.

— Escucho pasos acercándose, ¿lo escuchas?. — preguntó con un tono burlón.

BienquerenciaWhere stories live. Discover now